Serguéi Kovalev pasó 10 años de su vida en campos de prisioneros políticos, por haber participado en la difusión de periódicos clandestinos. La mayor parte de su condena la cumplió en el campo conocido como Perm-36, uno de los pocos que quedó en pie tras el derrumbe de la URSS. Hoy este campo es un museo que recuerda el horror de la represión política
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