Historia del tabaco en Rusia

El 1 de junio de 2014 en Rusia se prohibió fumar en los trenes, hoteles, restaurantes y parques infantiles. Para un país en el que el tabaco es popular desde hace ya más de 400 años, esta no es la primera medida que se toma para limitar su consumo
La primera calada se dio en Rusia durante el reinado de Iván el Terrible. En 1553, un barco comercial inglés sorprendido por una tempestad se vio obligado a recalar en la costa rusa. A bordo de este barco, entre otros productos, se transportaba tabaco. Los rusos lo probaron y les gustó.

Con él hacían de todo: se fumaba, se mascaba, se aspiraba por la nariz, incluso se preparaba un macerado de licor a base de tabaco hacía perder la razón. Claramente, esta novedad agradó a todo el mundo.

Y ya medio siglo después llegaron las primeras prohibiciones sobre la hierba del tabaco. Se creía que fumar era un acto blasfemo: el humo solía asociarse a una fuerza impura. El castigo por fumar era el exilio en Siberia, y otras penas incluían cortes en la nariz y en los labios. Pero al parecer, estas penas no se aplicaban muy frecuentemente, porque los rusos continuaron fumando.


Todo cambió durante el reinado de Pedro I. El joven zar, que no se quitaba la pipa de la boca fundó San Petersburgo y tenía una actitud de acercamiento a Europa, comenzó a imponer entre los rusos el hábito del tabaco de forma insistente y deliberada. Fue capaz incluso de sacarle provecho: vendió a los ingleses el derecho al monopolio del comercio del tabaco en Rusia (aunque sólo durante siete años) por 200.000 libras, una suma de dinero enorme para la época.

El zar utilizó bien el dinero ganado: lo invirtió en un ejército, en una flota y en la contratación de especialistas extranjeros. Él mismo comenzó a disfrutar del tabaco entre los nobles rusos. En aquella época se fumaba en pipas de arcilla de tubo largo, primero de importación y después de fabricación rusa. El tabaco, sin embargo, se traía de América y de Turquía.

¿Una dama fumando? ¡Qué horror!
Los ciudadanos de a pie, a diferencia de la nobleza, no solían fumar el tabaco, sino mascarlo o aspirarlo. Fumar en los lugares públicos estaba prohibido, pero mascarlo o aspirarlo no. Hacia mediados del siglo XVIII, las tabaqueras, desde las más sencillas hechas de madera hasta las decoradas con esmaltes y piedras, entraron de lleno en la vida cotidiana rusa.

Incluso la emperatriz Catalina II (que reinó entre 1762 y 1796) adoraba aspirar tabaco. Siempre lo tomaba de su tabaquera con la mano izquierda, la derecha la utilizaba para ofrecerla en el saludo y para firmar sus decretos: entre ellos, los decretos sobre la creación de una industria tabacalera en Rusia.

Bajo su reinado se comenzó a sembrar planta tabaquera americana y a los primeros empresarios del sector les ofreció ventajas fiscales como la exención de impuestos para la importación y para el mercado interno. No sorprende, pues, que el precio del tabaco bajara y este se extendiera todavía más.

En el siglo XIX ya se fumaba en todas partes: en casa, en los bares, en los clubes y en las tiendas de tabaco. Un periodista de los años 40 de este siglo se lamentaba: "¡Ahora fuman tabaco no solo los petimetres, sino también las damas! ¡Qué horror! ¡Una dama fumando tabaco!".

De hecho, los médicos de la primera mitad del siglo XIX prescribían el tabaco para mejorar la vista, esclarecer la memoria y relajar los nervios. Ya entonces comenzaron a aparecer en Rusia parches y pastillas para dejar de fumar. Se publicitaban en los periódicos y revistas, a menudo en la misma página en que se anunciaban nuevos cigarrillos y marcas.


Alejandro II
Con la llegada de Nicolás I al trono en 1825, que no fumaba ni soportaba a los fumadores, se prohibió fumar en las calles, plazas y lugares públicos. Su hijo, Alejandro II, fumador empedernido, levantó todas las prohibiciones de su padre y permitió la venta libre de tabaco, cigarrillos y puros.

Los cigarrillos se convirtieron en parte de la imagen de los estudiantes rusos, así como de los oficiales, los funcionarios y las primeras mujeres en emanciparse. Los fumadores podían comprarlos ya preparados o liarlos ellos mismos, a mano o con la ayuda de unas maquinillas especiales. Cuentan que Fiódor Dostoievski, cuando escribía, fumaba un cigarrillo tras otro. Sobre su mesa siempre había un cajón con tabaco y una cajita con fundas y algodón para preparar los filtros.

Los últimos tres monarcas rusos eran fumadores: Alejandro II, su hijo Alejandro III y su nieto Nicolás II. La "capital tabaquera" de Rusia es, sin duda, San Petersburgo: en 1913 en ella había una multitud de fábricas que producían el 80 % de la producción tabaquera total del país.

Tabaco "La muerte del fascista"
Después de la revolución de 1917 y la guerra civil las fábricas producían tres veces menos tabaco que en el 1913. La especulación estaba floreciendo. Los huérfanos y los veteranos discapacitados de la Primera Guerra Mundial vendían tabaco con boquilla. El negocio era lucrativo, todo el mundo quería fumar. En el 1931 el ministro Anastas Mikoyán decía: "El obrero, el campesino se agotan de tanto labor y piden que les dejemos fumar un poco. Los tractoristas y los mineros quieren fumar porque no soportan estar sin cigarrillos...Los ingenieros que llegan de construcciones nuevas dicen: 'Haremos todo, pero dennos cigarrillos'... Cuando la gente deje de fumar será otra cosa pero ahora hace falta tabaco".



Desde principios de la década de 1930 la producción del tabaco se recuperó, aparecieron los primeros cigarros, en el 1937 salieron a la venta los "Belomor", llamados en nombre del Belomoro-Baltiski canal (el canal del Mar Blanco), construido en honor de Stalin por los reclusos y que costó la vida a al menos 10.000 personas. El nuevo auge del tabaco coincidió con un fumador al mando del gobierno.

Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial se fabricó menos tabaco pero el deseo por consumirlo aumentó. Empezaron a aparecer cigarrillos de baja calidad y muy fuerte. El pueblo las llamaba "Sácate el ojo" o "Muerte del fascista".

El Ministerio de Sanidad advierte
La gente soviética fumaba en todos lados: en la oficina, en el trabajo, en las cafeterías y restaurantes. Los escritores, pintores, estrellas de cine y personajes de caricaturas fumaban. El propio jefe de estado Leonid Brezhnev era fumador, aunque no lo aireaba mucho. Cuando los doctores le limitaron en su hábito, compró una cigarrera con temporizador, que abría una vez cada 45 minutos.

Las primeras medidas de restricción del tabaquismo en la URSS se aprobaron en 1980. La ley prohibió la venta de cigarrillos a los menores de 16 años, introdujo salones de fumadores en las oficinas y en cada cajetilla decía: "El Ministerio de Salud advierte que fumar es peligroso para su salud".

En los años 80, déficit se apoderó del país. Para comprar tabaco había que estar en la cola durante varias horas. La especulación floreció de nuevo: se podía comprar Marlboro y Kent a precios extremadamente altos y no en las tiendas, sino en las estaciones de tren y en los baños de los hoteles donde vivían los extranjeros.




El tabaco es veneno. Deja de fumar

Sin embargo, esta situación duró unos pocos años. A principios de los años 90 muchas fábricas de tabaco rusas fueron compradas por los gigantes mundiales de la industria, y el déficit terminó. Desde entonces en Rusia se pueden comprar cigarrillos de todas las marcas libremente. La gran mayoría se produce con licencia.

Autor del texto : Gueorgui Manáev
Fuente de las fotos : wikipedia.org.
Foto principal : TASS.
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