3 días en las Fuerzas Especiales o cómo sobrevivir en el Ejército de Rusia

Nikolái Litovkin
Russia Beyond se inscribe en un programa para personas a las que les gustaría enrolarse en el Ejército. Sangre, sudor y algo de suciedad. Esta conocida trinidad puso todos mis sentidos alerta cuando me uní a un grupo de hombres bajo las órdenes de los temidos boinas rojas rusos.
Alguien cae en el barro porque le fallan las piernas durante una marcha por el bosque. Ni tan siquiera reconozco su cara ya que mi mente está nublada por el cansancio.

"¡Vamos, hombre!", dice alguien tratando de dar ánimo. "Tenemos que seguir moviéndonos. Sigue respirando. Céntrate en la respiración y en nada más".

Saltamos desesperadamente en la dirección contraria y nos cubrimos la cabeza con las manos.

"¿Cómo hemos llegado hasta aquí?", pienso.

El principio

Vayamos hacia atrás un par de días. Es viernes por la tarde. 20 hombres entre 17 y 48 años, incluido yo mismo, esperamos en el límite de la capital de Rusia tomar un autobús que nos lleve a un campamento militar escondido en los bosques de la región de Moscú.

La gente viene de lugares muy diferentes. Hay estudiantes, empresarios, oficinistas y antiguos soldados. Hay incluso un hombre que ha viajado desde el Reino Unido para completar el entrenamiento militar con su padre, un excapitán del Ejército ruso.

¿Por qué estamos aquí? Lo que queremos hacer es someternos a los mismos retos físicos y psicológicos que soportan las Fuerzas Especiales de Rusia.

"Casa-trabajo-casa. No puedo seguir viviendo así. Tengo que cambiar algo en mi vida y no conozco otra manera mejor de hacerlo que uniéndome al Ejército. Aunque solo sea un par de días", comenta Iliá, empresario de éxito moscovita cuya compañía construyó una de las principales carreteras de la capital.

Día 1: Peleas a puñetazos y huesos rotos

El proyecto en el que estamos participando se llama Un Día en las Fuerzas Espaciales de Rusia. Se trata de un proyecto comercial que cuesta alrededor de 500 dólares a cada participante. Pero antes hay que pasar un test psicológico para probar el aguante mental. Al que no sea capaz de superarlo le devuelven el dinero y abandona el grupo.

A pesar de ello había un auténtico freak en nuestro grupo – siempre hay uno, bien sea el Ejército o un programa de entrenamiento. Se llamaba Piotr y tenía el apodo de "Berserk", ya que cada vez que entrenaba con alguien rugía como un auténtico orco de El Señor de los Anillos. Afirmaba que su anterior tutor militar en San Petersburgo le enseño primeros auxilio cortando su propia pierna con un cuchillo, para luego cosérsela él mismo...

Aquí estaba yo, hombro con hombro con este señor, preguntándome si alguien iba a recibir un tiro en la cabeza en el momento que agarrase una pistola.

No fue un tiro lo que atrajo nuestra atención sino un grito: "¡Corred, corred! Tenéis dos minutos hasta el entrenamiento de combate, señoritas!", nos gritaron los oficiales.

Salimos rápidamente del autobús y fuimos a un campo recién cortado en donde nos esperaba un auténtico boina roja, un oficial de la Guardia Nacional de Rusia. "El entrenamiento que vais a hacer no es tan duro como el que hace cada día los boinas rojas. Correréis a través del bosque 8 km en vez de 12. En el Ejército los soldados dejan de luchar cuando pierden el conocimiento, solo dejan de disparar el AK-47 cuando sus brazos están tan cansados que no pueden levantar los rifles", afirma.

El grupo permanece quieto. Nadie interrumpe al duro soldado de ojos fríos, como los de un asesino bien entrenado.

"Tú eres tu mayor enemigo. Nadie más. No tendrás que luchar con el hombre que está a tu lado, tampoco con el instructor sino con tus miedos y creencias de que no eres capaz de hacer algo", nos dice.
"¿No hay preguntas? Bien. Entonces, ¡en marcha!".

Pasan las horas bajo un intenso sol. Nos muestran un par de técnicas de lucha y kickboxing algo sucias, cosas que nunca utilizarías en el ring pero que podrías necesitar si alguien trata de matarte. Estos métodos de lucha tratan de distraer al enemigo antes de darle un golpe en la entrepierna para después acabar con él con un codazo en la parte de atrás de la cabeza. Sí, es cierto, es algo sucio, pero efectivo.

Las cosas empiezan a calentarse de verdad cuando nos ponemos cara a cara, simplemente con los puños, sin protector bucal o casco. Un par de tipos caen al suelo rápidamente, sus oponentes son demasiado fuertes para ellos. Entre nosotros hay un campeón del mundo amateur de MMA. Suele dejar KO a su oponente con un rodillazo en la cara. Un minuto después vuelo a oír otro grito, le han roto la nariz a alguien.

Se los llevan de vuelta al campo para que reciba ayuda médica.

"Un hombre tiene que ser un hombre. Quería venir aquí y luchar con alguien que se atreviera a ponerse delante de mí. Quería ponerme a prueba. Quería recordarme a mí mismo mis días en la marina", dice uno de los luchadores después de recibir ayuda médica.

Los dos guerreros derrotados vuelven al entrenamiento, ya que nadie está dispuesto a dejar el programa el primer día.

Tenemos nuestro primer descanso cinco horas después. Comemos pasta con carne enlatada y después volvemos otras dos horas a nuestros entrenamientos de combate.

Finalmente llega la noche, tras siete largas horas de combate y caemos exhaustos en una tienda de campaña levantada en medio del campo.
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Segundo día: suciedad, sudor y tu peor enemigo

6 de la mañana. Nos dan el desayuno y alrededor de una hora para que nos preparemos para una inminente marcha de 8 km por el bosque. Sorprendentemente se nos une una joven de 17 años, que corre junto con el grupo y se supone que tiene que encontrar un lugar para una emboscada entre los árboles. Me contará después que conoce desde hace años a algunos de los instructores y que le encanta pasar los fines de semana con ellos cuando hacen entrenamiento militar a civiles. Es como GI Jane y tan guapa como la icónica heroína que encarna Demi Moore, aunque tiene el pelo largo y rubio.

"Este es el momento de darse la vuelta, nadie os echará la bronca", dice un instructor.

Aunque todos permanecemos quietos.

"No importa la orden que te den, la tienes que cumplir. Si digo que hay que arrastrarse, os arrastráis. Si digo que tenéis que correr, corred lo más rápido que podáis. Si digo que vayáis al suelo, hacedlo como si hubiera un tiroteo".

Nadie dice nada. Esperamos en silencio.

"¡Brigada, muévanse!"

Nuestro grupo comienza la marcha. Poco después uno grita: "¡Granaaaada!"

Todo el mundo cae al suelo y unos segundos después corre entre los arbustos hacia el bosque.

"¡Ahora a rastras!"

Caemos al suelo otra vez y nos arrastramos 100 metros antes de llegar a un camino que nos lleva hasta un precipicio.
"¡Corred, nenas, corred! ¡Nadie va a esperar que vuestros bonitos traseros a subir hasta aquí!"

Los boinas rojas tienen que pasar las mismas pruebas en el Ejército, aunque hay algunas diferencias. Los soldados de verdad lo hacen cargados con una mochila de 30 kg, rifles, munición y la marcha es de 12 kg. Abandonar significa perder para siempre la posibilidad de entrar en la élite militar de Rusia.

Cada 300 metros nos arrastramos, hacemos flexiones y lo que nos digan los oficiales. Pronto se convierte en algo insoportable para algunos miembros del grupo, la gente comienza a caer al suelo y a abandonar este agotador maratón. Nos les importa lo que los soldados piensen de ellos, vuelven al campo exhaustos, derrotados.

"¡MALDITOS! ¡Ni tan siquiera tenéis una mochila a vuestra espalda con rifles AK-47, ni cascos en vuestras cabezas!¡Aún así abandonáis y os vais!", les grita un oficial.

Nunca deberías quejarte. Puedes gritar, rugir, desgañitarte de dolor pero nunca quejarte o llorar. Nunca le digas a un oficial que ya no puedes, ya que perderías su respeto y te tratarían como a un enclenque.

A mitad de la marcha uno de los oficiales me agarra y me dice que vuelva al campo, me estaba quedando rezagado.

Solamente después supe lo que había pasado. Los otros siete miembros del equipo estaban agotados en su camino hacia el obstáculo de agua. Se tiraron al agua y nadaron a la otra orilla, donde tuvieron que correr otros 4 km a lo largo del bosque. Totalmente mojados y cubiertos de suciedad.
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Tercer día: modo de vida táctico

EEl último día en el campo comenzó a las 2 de la madrugada, cuando un oficial hizo un ruido como de granada bajo nuestra tienda. No estoy seguro si fue la granada o el grito del que dormí a mi lado lo que me despertó.

"¡Moveos, moveos, moveos!", gritan los oficiales.

Nos apresuramos fuera de las tiendas, nos echamos al suelo e hicimos unas flexiones. Solo se nos permitió parar cuando lo dijeron los oficiales. Entonces dormimos otro par de horas.

Cuando me despierto se me nublan los ojos por el cansancio. Pasamos el día estudiando técnicas SWAT (de Armas y Tácticas Especiales, en inglés): cómo rescatar a personas secuestradas por terroristas en edificios así como tácticas de soldados de la fuerzas especiales que operan en bosques y montañas.

Una de las principales cosas que aprendes en el Ejército es que no importa lo dura que sea cada tarea o situación, siempre tendrá un final y merece la pena aguantar hasta el final. Si no te acabarán quebrando cada vez que llega lo duro, y lo duro siempre sigue llegando en el Ejército.

La gente que participó en el programa me dijo que había sido uno de las mejores salidas de la ciudad que habían tenido nunca, y no solo por las pruebas físicas sino también por las psicológicas. Formar y ponerse en fila con gente que tiene trayectorias diferentes pero que aquí es igual a ti.
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Texto de Nikolái Litovkin
Editado por Vsévolod Pulia
Images credits: Stoian Vássev
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