Entrevista del embajador ruso ante la Alianza, Alexander Grushkó. Fuente: Grigori Sisóev / Ria Novosti
¿Se ha revelado justificado el optimismo manifestado por los expertos a propósito del nuevo secretario general?
No me gustaría subestimar o sobrevalorar el papel del secretario general. Él expresa la opinión de los 28 miembros de la Alianza y sus declaraciones, a pesar de su colorido personal, se apoyan en la postura común de los aliados. Y los enfoques que tiene la OTAN de diferentes aspectos de la seguridad global y regional, incluso el sesgo de sus relaciones con Rusia, se definieron en la cumbre de la Alianza celebrada el pasado mes de septiembre en Gales.
¿Y en qué términos valora esta cumbre?
A juzgar por cómo se están llevando a la práctica sus decisiones, en la OTAN tienen intención de dejar que se siga desarrollando la preparación operativa de las fuerzas militares y de acercar su infraestructura militar a las fronteras de Rusia. Este camino conduce directamente a una escalada de las tensiones y al perjuicio de la seguridad militar a nivel tanto regional como integral de Europa…
¿Cómo se comportará Rusia en esta situación?
En la OTAN no pueden no entender que una nueva configuración intensiva de las fuerzas de la Alianza se tomará en consideración en nuestra planificación militar y Rusia adoptará todas las medidas imprescindibles para garantizar firmemente su defensa ante cualquier amenaza.
¿Hay en Moscú alguna estrategia para restablecer su relación con la OTAN? Jens Stoltenberg declaró que la OTAN está dispuesta a mejorar las relaciones, pero Rusia tiene que cambiar su política en relación con Ucrania.
Hoy a muchos les resulta evidente que “las expectativas de confrontación” se acumularon durante varios años en una serie de países de la Alianza, pero no encontraban salida. Se manifestaba esto también en la animadversión hacia el papel creciente de Rusia en el mundo y en las acusaciones inventadas de nuestra no cooperación, la no disposición a colaborar en relación con los sistemas de defensa con misiles y otras cuestiones clave de seguridad.
¿Quiere decir que las relaciones empezaron a estropearse ya antes de lo ocurrido en Ucrania?
Cuando la OTAN acabó la operación afgana y se sentía amenazada ante la perspectiva de quedarse sin una misión de gran envergadura, buscó nuevos puntos de aplicación.
Mucho antes de los acontecimientos en Ucrania, en la OTAN se elaboraron planes de intensificación de los ejercicios militares para compensar la pérdida de un gigantesco polígono permanentemente activo destinado al entrenamiento de las fuerzas, que en la Alianza se conocía con el nombre de operación Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (en Afganistán).
Pero era necesario un motivo clamoroso para “volver a los principios” -la defensa territorial del periodo de la guerra fría-, y lo encontró en relación con los acontecimientos en Ucrania…
Pero las autoridades de la Federación de Rusia tampoco confiaban en la OTAN. ¿Es posible que sean culpables las dos partes de esta falta de confianza en las relaciones?
Nosotros no nos negamos a dialogar con la OTAN. No tomamos la decisión de suspender los proyectos de cooperación práctica en el Consejo OTAN-Rusia. Subrayaré una vez más que cooperamos con la OTAN no por la cooperación sino con el objetivo de reforzar la seguridad de toda la región Euroatlántica. Apoyamos firmemente la posición de que la auténtica cooperación es posible únicamente sobre la base de iguales derechos y de un diálogo respetuoso.
Desde su punto de vista, ¿qué ha perdido en concreto la OTAN, interrumpiendo la cooperación en el marco del Consejo Rusia-OTAN?
Rompiendo la interacción con Rusia, la Alianza debilita el potencial de los esfuerzos internacionales en la lucha contra el terrorismo, la piratería, la proliferación de armas, el narcotráfico, la inestabilidad regional…
El señor Stoltenberg ha declarado que la intención de la OTAN de ampliar la presencia militar en Europa del Este no viola el pacto con la Federación de Rusia. ¿Es así?
En el Acta Fundacional Rusia-OTAN sobre Relaciones Mutuas de 1997 la Alianza asumió la obligación de no instalar en el territorio de los países-miembros de Europa del Este fuerzas de combate sustanciales en estacionamiento permanente, así como armas nucleares e infraestructuras.
Hoy observamos en las fronteras orientales una intensificación considerable de aviación de combate de los aliados, una mayor actividad militar de los países de la alianza en los mares Báltico y Negro, la realización de entrenamientos según guiones enfocados, en esencia, a rechazar “las agresiones del Este”, el traslado de los EE UU a Europa -con estos objetivos- de tecnología de combate pesada, la implicación de la aviación estratégica estadounidense...
Pero en la cumbre se dijo que no se trataba de un estacionamiento permanente, sino que se produciría una rotación continua. Desde el punto de vista de la Federación de Rusia, ¿no es diferente una cosa de la otra?
No, en absoluto. Es simplemente un malabarismo de palabras. Y esta presencia rotatoria se completará con fuerzas que se involucrarán en entrenamientos realizados prácticamente sobre una base permanente.
Según las palabras de Jens Stoltenberg, la Alianza y sus miembros han organizado este año cerca de 200 entrenamientos y declaran que se realizarán dos nuevos cada día. Añadiré a esto la inversión de muchos millones en la modernización de la infraestructura militar de los países de la Europa central-oriental…
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Entrevista completa publicada en ruso en
Kommersant.
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