Un vodka argentino que se exportó a Rusia

Fuente: Kommersant

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Roman von Rennenkampf y su esposa Tania llegaron a la Argentina huyendo de la revolución bolchevique. Con ellos traían la receta familiar para la elaboración del vodka que años más tarde llegaría a exportarse a Rusia.

La fábrica de Porta, en la ciudad de Córdoba, es una de las pocas destilerías argentinas que fabrican su propio vodka. Comercializado bajo la etiqueta de Nikov, la preparación de este licor cuenta una curiosa historia con antepasados rusos.

Inés Castro es Directora de Marketing de Porta y tuvo oportunidad de conocer a Roman von Rennenkampf y a su familia. Con orígenes aristocráticos los Rennenkampf tuvieron que huir de la revolución en Rusia y se asentaron en la Argentina. Primero llegaron a Villa La Angostura y, años más tarde, a finales de los 60, decidieron instalarse en Nono, un pueblecito de la zona de Traslasierra, Córdoba.

La familia de Inés tenía casa en Nono y a través de otras amistades conocieron a Roman, que en ese momento gerenciaba el hotel La Quebrada, y que hoy sigue funcionando como Haras Ampascachi.

Tendrían unos veinte años cuando ella y su pareja, José Porta, fueron invitados a su casa. “Nos convidó a tomar té en una tarde de invierno de mucho frío, y ya nos íbamos cuando nos dijo que de ninguna manera nos podíamos ir sin probar el vodka. Mi marido le dijo que por supuesto”, recuerda Inés.

“Nos sacó una botella congelada, era la primera vez que lo veíamos así. Nos explicó que había que tomarlo todo y quemaba un poco, pero no te dabas cuenta en el acto. Ese fue el primero, luego insistió en que tomáramos otro y otro más. Volver en moto luego fue gracioso”.

La imagen que guarda Inés de Roman es la de una persona alta, erguida, elegante y muy hospitalaria, pero a la que no le gustaba hablar del pasado. “El no hablaba de su vida en Rusia, parecía tenerlo medio oculto”, nos cuenta.

Para conocer más sobre la historia de esta bebida hay que seguir el camino a la inversa en un viaje que nos lleva desde Córdoba capital a las montañas de Traslasierra.

Los Rennenkampf no vivían exactamente en Nono, sino un poco más allá, en La Quebrada, un pequeño pueblo dividido por la ruta principal. De una parte de la ruta las casas trepan por una pendiente montañosa y del otro lado se acercan a la orilla del río Chico.

Receta secreta

Muchos vecinos de La Quebrada recuerdan a Roman ya que el hotel daba trabajo a muchos de ellos. Así nos encontramos con Coqui, quien fue su casero y que nos desvela que al vodka “lo llamaban licor de monje y lo servían en el hotel”, recuerda. “Quien lo probó dice que era algo espectacular”.

El motivo por el que se le llamaba “licor de monje” tiene que ver con que en el lugar donde estaba el hotel había una antigua Reducción jesuítica, y la leyenda cuenta que el espíritu de un monje solía aparecerse.

Juan Manzanel trabajó como quintero en el hotel y recuerda a Roman como “un hombre fuerte, de aspecto rubio y ojos celestes”. Juan a veces le ayudaba a preparar la receta, pero solo recuerda que llevaba limón y alcohol. Desconoce el proceso completo porque “Roman era muy celoso del secreto de elaboración”.

Por fin, ya cerca del río, llegamos a la casa de té que regenta la familia Von Hermann, de antepasados austriacos. Y Patricia, la madre, nos dará a probar el brebaje del que tanto hemos oído hablar.

“Todas las familias rusas siempre tenían una receta específica para elaborar su propio vodka”, cuenta Patricia, “cada ruso que encuentres en el país tiene su receta familiar que algunos las han transmitido y otros no”. Y nos sorprende cuando nos dice que ella no solo tiene la receta, sino que además nos lo puede servir “porque yo la aprendí a hacer junto con ellos”.

El licor es muy aromático y deja un gusto a especias en el paladar. Pero solo lo podemos probar. Siguiendo la promesa que le hizo a Roman, Patricia no revela la receta. Solo nos cuenta sobre tres de sus ingredientes: limón, pimienta y yuvodka. Pero ésta última es una yerba que no existe en Argentina y se sustituye por otro yuyo. “Es muy fácil de hacer”, asegura Patricia, “pero tiene su secreto”.

El licor de monje era una seña de identidad del hotel con el que se invitaba a todos los huéspedes y era imprescindible en los casamientos que allí se celebraban. “En el mío tal fue la curda que todavía se acuerdan”, se ríe Patricia. “Fue uno de los casamientos más divertidos de la historia”.

El vodka Nikov

Los Rennenkampf se hacían mayores, sus hijos se habían trasladado a vivir al sur y ellos decidieron vender el hotel. “En una ocasión nos llamó Roman para decirnos que definitivamente se iba a El Bolsón”, nos dice Inés Castro “y que le gustaría venderle la fórmula de esta receta familiar a Porta porque nadie la iba a continuar”.

El valor de esta negociación no era sólo económico, tenía un componente sentimental ya que Roman quería que el licor tuviera trascendencia.

“Nosotros investigamos un poco en base a la receta y en 1994 pusimos una destilería del alcoholes de alta calidad para mejorarlo”, dice Inés “y obtuvimos varios premios internacionales”. Tal es así que en década de los 90 el vodka Nikov se llegó a exportar a Rusia.

No sabemos si Roman, antes de morir, llegó a conocer la importancia que alcanzó su licor. Quizás la leyenda del espíritu del monje haya dejado paso a otra que cuenta la historia de un aristócrata ruso que fabricaba vodka.

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