Putin y Poroshenko coincidirán el 26 de agosto en la capital de Bielorrusia. Fuente: Reuters
Alexéi Arbátov, director del Centro de Seguridad Internacional de la Academia de las Ciencias de Rusia
Antes que nada, Ucrania trata de dar la impresión de que busca una salida política a los problemas. En Europa y EE UU prefieren la diplomacia a una solución militar, por eso Kiev tratará con todas sus fuerzas de dar la impresión que su deseo es negociar con Moscú.
Ucrania pedirá la retirada incondicional del apoyo ruso a las milicias de Lugansk y Donetsk. Moscú no puede estar de acuerdo con esas condiciones, ya que en todo momento ha negado que estuviera dando ayuda militar a las repúblicas del sudeste de Ucrania. De modo que, aceptar las condiciones de Kiev significaría el reconocimiento por parte de Moscú de ayudar a los separatistas.
Por su parte, Rusia demanda que Ucrania detenga las acciones de guerra en el sudeste.
Así, en estos momentos la situación se encuentra en un impasse y
será muy difícil de resolver. Es precipitado esperar una resolución a la crisis
gracias a las negociaciones en Minsk.
Alexéi Suzdaltsev, investigador principal del Centro de para la Comprensión de Estudios Internacionales y Europeos de la Alta Escuela de Economía
A nivel formal habrá negociaciones acerca de las sanciones que Ucrania ha puesto a Rusia, pero de facto se tratará la guerra económica que Kiev ha declarado a Moscú.
Además, también se hablará del suministro del gas a Europa, que como se sabe, en la última ronda de negociaciones no se llegó a ningún lado. Sin embargo, en esta ocasión este asunto tampoco tendrá un gran avance.
Poroshenko acude con los representantes de la UE y, formalmente, cada parte presentará su propia posición. Aunque parece que detrás de los focos Kiev y la UE están hablando sobre cómo cerrar los contratos.
En los medios rusos se habla mucho acerca de las preocupaciones de Europa, de la posibilidad de sanciones ucranianas en relación al tránsito del gas ruso. Aunque tampoco es así. Esto solo alegraría a Europa, ya que este paso de Kiev podría utilizarse como una mayor presión sobre Moscú: venderían el gas en la frontera y rechazarían completamente el tránsito, diciendo que no necesitan el gasoducto South Stream.
Por eso es esperable un ultimátum por parte de Ucrania y de la UE.
Fiódor Lukiánov, presidente del Consejo de Política Exterior y de Defensa de Rusia
La reunión en Minsk se celebrará siguiendo el formato de la Unión Aduanera con Ucrania y contará con la participación de comisarios europeos. Se trata de algo complicado, y lo que es más importante, de un formato de negociaciones nuevo y no habitual.
Cada una de las partes tiene claros los temas. Los miembros de la Unión Aduanera, Bielorrusia y Kazajistán, están más interesados en cómo se construirán las relaciones económicas con Ucrania después de la ratificación del acuerdo con la UE. Para los europeos es importante saber qué ocurrirá con los contratos de gas y su transporte. A Rusia le interesa el cese de la violencia en el este de Ucrania. Todos estos temas se tratarán con el objetivo de encontrar un equilibrio y de elaborar algo como un paquete de soluciones.
Las posibilidades de alcanzar un éxito a corto plazo son pequeñas. No se
puede conseguir un progreso político para el cese de la violencia en el sudeste
de Ucrania. Esto se debe a que los participantes en las negociaciones están, desgraciadamente,
preocupados por fortalecer sus propias posiciones políticas. De modo que la
lógica de alcanzar un alto el fuego y después comenzar a resolver otros asuntos
no funciona en este caso. Se necesita un enfoque diferente. Primero hay que
identificar el alcance del acuerdo, que incluiría todas estas cuestiones, y
después habría que buscar una tregua.
Serguéi Mijéiev, politólogo independiente
Las negociaciones en Minsk son tan solo un intento de Ucrania, y de los poderes occidentales que le apoyan, para forzar a Rusia a patrocinar la hundida economía de Kiev. No creo que Ucrania esté preparada para hacer concesiones a nivel político en temas que seguramente ni se discutirán, porque no tiene sentido tratarlos sin los estadounidenses, que están apoyándolos. Esto significa que Kiev quiere utilizar las negociaciones para presionar a la Unión Aduanera y para que Rusia tenga una política más amigable hacia la economía ucraniana. En este sentido, Occidente trata de ser astuto: pueden cancelar parte de las sanciones, si nosotros también cancelamos algunas. Pero la culpa, en cualquier caso, recaería sobre Rusia.
Occidente siempre busca el mismo objetivo: quiere que a nivel político Ucrania esté completamente orientado hacia ellos y a nivel económico Rusia tiene que asumir su parte de responsabilidad por apoyar a un régimen político que le es hostil. Hubo éxito en los años 90 y a principios de la década del 2000, pero a mediados de década comenzó a torcerse, y empezó la tensión que, en mi opinión, culminó con el Maidán.
Kiev, Europa y los norteamericanos quieren estas negociaciones ya que no desean pagar por el problema ucraniano. Quieren que nosotros paguemos por él, les interesa que el mercado ruso siga abierto a los productos ucranianos y resolver el asunto del gas de una manera que beneficie a Ucrania. No sé como el Kremlin va a actuar en relación a estas cuestiones. En este momento no deberíamos apoyar a la economía ucraniana, porque significa que apoyamos a las autoridades de Kiev que actúan de manera agresiva contra nosotros.
No hay que esperar un progreso en lo que respecta al inicio de un proceso político en Ucrania. Kiev intentará evitar estos cuestiones y es posible que Rusia las plantee. El objetivo de Kiev es engañar a todos y obtener un estatus preferente en el ámbito económico. Mientras que el objetivo de Moscú debería ser, por lo menos, la discusión de ciertas cuestiones políticas.
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