Enfrentamientos en Nagorno Karabaj reviven los conflictos latentes del espacio postsoviético

El enfrentamiento entre Armenia y Azerbaiyán ha estado congelado durante años. La semana pasada fue la más violenta en dos décadas. Fuente: AP

El enfrentamiento entre Armenia y Azerbaiyán ha estado congelado durante años. La semana pasada fue la más violenta en dos décadas. Fuente: AP

La confrontación entre EE UU y Rusia a causa de Ucrania podría impedir que se redujese la tensión en otros conflictos del espacio postsoviético, incluida la región de Nagorno Karabaj, que a finales de julio y principios de agosto vivió las jornadas más violentas de los últimos años.

La escalada de tensión en el conflicto armado de Nagorno Karabaj, en la frontera entre los Armenia y Azerbaiyán, ha vuelto a convertir el Cáucaso en uno de los focos de la agenda informativa.

Un gran número de muertos y heridos de ambos bandos ha obligado a políticos y expertos a discutir sobre la posibilidad de que se reanuden las hostilidades que finalizaron aquí hace 20 años. ¿Están justificados esos temores?

El conflicto entre los dos países vecinos del Cáucaso Sur se remonta a los tiempos de la antigua URSS, cuando el territorio azerbaiyano de Nagorno Karabaj, de mayoría armenia, pidió su incorporación a la vecina Armenia, tras lo que estalló una sangrienta guerra que causó unos 25.000 muertos. Las tropas karabajíes y armenias ocupan todo el enclave y otros siete distritos azerbaiyanos, que les permitieron unir Nagorno Karabaj a Armenia y crear una "franja de seguridad" que representa un tercio del territorio de Azerbaiyán.

Desde luego, hay un hecho que no se puede ignorar. Los incidentes vividos en Nagorno Karabaj se producen en medio de un proceso de cambio en el territorio de la antigua Unión Soviética que incluye el cambio de estado de Crimea y la guerra civil en el sureste de Ucrania, de consecuencias impredecibles.

En este contexto, resulta también crucial el conflicto creciente entre Occidente y Rusia, cuyo eje central es el reconocimiento del especial papel que desempeña Rusia en Eurasia. ¿Hasta qué punto afecta la confrontación de Nagorno Karabaj a los cambios geopolíticos experimentados en la antigua Unión Soviética? 

La reciente agravación de la relación entre Armenia y Azerbaiyán tiene tanto una lógica interna como una importante influencia externa. La singularidad del conflicto en Nagorno Karabaj, en comparación con otras confrontaciones étnico-políticas vividas en Eurasia, reside en que desde que se anunció el alto el fuego en mayo de 1994 no ha habido fuerzas de la paz presentes en la zona, ni rusas ni internacionales.

La frágil tregua, incumplida periódicamente por ambas partes (cabe señalar que los acontecimientos de este verano de 2014 no constituyen la primera de este tipo de incumplimientos), se ha mantenido en las últimas dos décadas gracias a un equilibrio de poderes: es la ‘carrera armamentística’ regional (gracias a dios hablamos de armas convencionales y no nucleares), además de la rivalidad entre otros agentes externos, la que proporciona tímidas esperanzas de que se produzca un cambio del statu quo a su favor.

La ausencia de una operación para el mantenimiento de la paz en toda regla, que solo se está discutiendo con la mediación del Grupo de Minsk de la OSCE (donde Estados Unidos, Rusia y Francia comparten la presidencia), aumenta el riesgo en esta zona de conflicto.

No es menos importante la poca disposición de las partes a hacer concesiones y llegar a compromisos. 

Para Armenia y Nagorno Karabaj, la resolución del conflicto conlleva la autodeterminación de Nagorno Karabaj, pero para Azerbaiyán significa la recuperación de su jurisdicción en el territorio de la antigua región autónoma y de siete distritos adyacentes que ahora controlan las fuerzas armenias.

Mientras tanto, el incremento de las tensiones en verano de 2014 habría sido menos problemático si no fuera por el serio deterioro en las relaciones entre Rusia y Occidente.

A diferencia de Georgia, durante muchos años el proceso de Nagorno Karabaj se ha presentado casi como un ‘caso de éxito’. La resolución de este conflicto nunca fue considerada como un escenario para la confrontación entre Moscú y Washington.

Es más, los tres países mediadores (EE UU, Francia, como representación de la UE, y Rusia) llegaron en más de una ocasión a un consenso sobre cuál debería ser la base para alcanzar la resolución del conflicto.

Los presidentes de estos tres países expresaron incluso su disposición a apoyar y promover los así llamados ‘principios de Madrid’, que propone que Armenia devuelva las cinco regiones ocupadas circundantes con el Karabaj a cambio de reconocer la independencia del enclave, como base para futuros acuerdos.

En noviembre de este año los presidentes de Armenia y Azerbaiyán se reunieron en Viena para tratar sus diferencias en relación a la región caucásica.

Fue el primer encuentro desde enero de 2012 y los hechos de estas semanas han echado por tierra las palabras acerca de una posible una solución pacífica para la disputa territorial.

Sin embargo, ahora Occidente y Rusia se encuentran en lados opuestos del gran juego geopolítico euroasiático. 

Esta situación provoca el surgimiento de ‘partidarios de la guerra’ y la asunción de riesgos a la espera de que Rusia y Occidente, en el momento crítico, no tengan ni la voluntad ni el deseo de actuar en aras de prevenir la reanudación de una guerra a gran escala. Últimamente estas conclusiones han encontrado cierta justificación, especialmente debido a la actuación de la parte norteamericana, que buscaba ocupar una posición dominante en el proceso de paz.   

Mientras tanto, la reacción del Grupo de Minsk de la OSCE ante la escalada de violencia en la zona de conflicto entre Armenia y Azerbaiyán ha demostrado que existe una ligera esperanza de que su resolución del conflicto de Nagorno Karabaj no se determine en la región del Donbass, al este de Ucrania. Los tres copresidentes han declarado la inadmisibilidad de abordar una solución militar para esta larga disputa.

Sin embargo, tales declaraciones no son suficientes. Sería ingenuo pensar que una agravación de la situación en Karabaj, tan cerca de las fronteras rusas, solo crearía problemas a Moscú.

No muy lejos de Ağdam, pueblo del sureste de Azerbaiyán, pasa el oleoducto Bakú-Tiflis-Ceyhan, financiado por Occidente, que también podría estar en peligro. La República de Nagorno Karabaj tiene frontera directa con Irán, un país cuya importancia para el Cáucaso Sur y Oriente Próximo no debería subestimarse. El problema se ve también agravado por la cooperación estratégica entre Turquía y Azerbaiyán.  

Por otra parte, la falta de una cooperación completa entre Rusia y Occidente, enzarzados en su propio conflicto, está creando un trasfondo desfavorable para la reducción de las tensiones políticas en el espacio postsoviético, cargado de conflictos latentes sin resolver. De ahí la importancia de los conflictos entre los países de Asia central.

Serguéi Markedónov es profesor de Política Exterior y Estudios Regionales en la Universidad Estatal Rusa de Humanidades.

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Artículo publicado originalmente en Russia Direct 

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