“¡Nos quieren manchar las manos de sangre!”

Reportaje desde Izium, en el este Ucrania, donde los soldados que participan en la 'operación antiterrorista' de gobierno narran su experiencia. Fuente: AP

Reportaje desde Izium, en el este Ucrania, donde los soldados que participan en la 'operación antiterrorista' de gobierno narran su experiencia. Fuente: AP

Reportaje desde el este de Ucrania, donde los soldados que participan en la ofensiva contra la tropas separatistas narran su experiencia, llena de confusión y desánimo.

Ciudad de Izium, región de Járkov

Voy a pie por la carretera, con miedo a llamar a un taxi. Junto a mí pasa un coche de policía. Se pierde a lo lejos. Aparece un vehículo blindado. Se detiene al borde del camino y se abre la puerta. Por ella se asoma un militar ucraniano que me invita a subirme al coche con un gesto. Delante van dos soldados más. Uno se quita el casco y me tiende la mano.

El vehículo entra en un campamento y se detiene junto a una tienda. A su alrededor se han amontonado jóvenes soldados y representantes de la autodefensa del Maidán. A mi izquierda se hallan varios transportes blindados de personal (sobre uno ondea la bandera ucraniana). Detrás de mí veo un helicóptero. Un hombre vestido con una cazadora deportiva pasa junto a la tienda.

— Ese es Rudnitski, — me dice un soldado señalándole. — El comandante de la operación antiterrorista. Echa unas migajas de pan a los soldados mientras él bebe vino. Le dan igual los muertos. Él es ya teniente general, tuvo que volver de su retiro para esta operación. Durante toda su vida fue comandante de las tropas internas. Es torpe hasta la extenuación. Nos dice: “Avanzad por esta ciudad en esta dirección. Allí encontraréis un puesto de control. Llegad hasta él y abrid fuego”. Nosotros le respondemos: “¿Por qué? ¿Se han agrupado allí los separatistas?” “No, allí hay un puesto de control, lo que significa que allí se encuentran nuestros enemigos. ¡No haga preguntas estúpidas! ¡Vaya y abra fuego!” “No, camarada teniente general, si lo desea, vaya y abra fuego usted mismo”.

— ¿Y vosotros tenéis derecho a incumplir las órdenes?

— A nosotros nos da igual. ¿Qué nos van a hacer? ¿Despedirnos de la guerra? Nosotros intentamos explicarle que existen dos modos de desempeñar las acciones militares: con cabeza y en cantidad. Él quiere luchar en cantidad, es decir, con pérdidas humanas. Nosotros intentamos proponerle una opción más profesional. Pero para llevarla a cabo hace falta dinero. Y él, que riega con buen vino sus filetes, tiene miedo de llamar arriba e informar de que para cumplir sus misiones le hace falta dinero. Desde arriba le preguntan: “¿Para qué te hemos enviado allí? No estás cumpliendo los objetivos”. Por esta razón crea una apariencia de éxito en sus misiones.

— ¿De qué modo?

— Con la ayuda de los medios de comunicación. ¿No viste las noticias ayer? Decían que Slaviansk se encuentra bajo control del ejército ucraniano.
— ¿Y eso no es cierto?
— ¡Por supuesto que no! Estas apariencias son necesarias de cara a los inversores europeos, para que nos den dinero.

***

Segundo día. El mismo vehículo se detiene junto a un edificio de viviendas. Mi interlocutor de ayer se acerca rápidamente al portal. Hoy sobre su uniforme militar lleva una cazadora deportiva.

— Hoy nos han tendido una emboscada. Tengo soldados heridos. ¡Nadie habla con nosotros! — se quita la capucha. Bajo ella aparece una cara demacrada, con la nariz hinchada y la mejilla llena de rasguños. — ¡Quieren obligarnos a cumplir órdenes estúpidas! ¡Pero a nosotros no nos pueden obligar por la fuerza! Nosotros sabemos pensar, ellos luego se subirán a su avión y se irán y nosotros cargaremos con toda la responsabilidad.

— ¿Sigues estando dispuesto a abrir fuego?


— Sí, contra hombres armados sí. Si se trata de personas que no pertenecen a ninguna estructura oficial y están ocupando un edificio administrativo, les decimos: “Atención, las fuerzas armadas van a entrar. ¡Os damos veinte minutos, salid con las manos en alto! La ley de amnistía anunciada por el gobierno se aplicará a vuestro caso. Si no obedecéis en el plazo de veinte minutos, os convertiréis automáticamente en criminales y entraremos por la fuerza en el edificio.


— Hoy has disparado a personas, ¿verdad?


— No, — dice en voz baja. Queda claro: hoy ha disparado a personas.


Guardamos silencio. Se acaba el tiempo.


— He hablado con la gente de por aquí. Tenéis en vuestra contra al 90% de la población. ¿Qué es lo que queréis, proteger el territorio de las personas o a las personas propiamente? No vais a poder eliminar al 90% de la población.


— Eso me queda más claro cada día que pasa… Estas personas no han salido nunca del este de Ucrania. No tienen con qué comparar. Son personas pobres, olvidadas, se sienten atemorizadas por culpa del Sector de Derechas. Ojalá todo se estabilice , aunque sea mal… No se han agotado todos los medios políticos para solucionar el problema. Nadie ha hablado con la gente. Aquí no ha venido ningún político. No se reúnen ni con ellos ni se reúnen con nosotros.

***



Tercer día. Cruzo varios patios a oscuras. Salgo a una calle iluminada. Se encienden unos faros. Acelerando el paso me aproximo al vehículo. Se abre una puerta. Entro y está a oscuras, no veo las caras.


— Hemos vuelto a caer en una emboscada. ¡Todo está tan mal planificado!   — apaga la luz. Una voz cansada dice en la oscuridad: — Al principio creía que no se podía poner al mando a ineptos como estos, y ahora entiendo que estas personas que son incapaces de hacer nada constructivo han sido escogidas a propósito. Ahora entiendo para qué nos necesitaban.

— ¿Para qué?


— Para mancharnos las manos de sangre.


— ¿Y os las habéis manchado?


— ¡No! — dice él, pero por su tono de voz me doy cuenta de que miente. — Únicamente hemos disparado cuando nos han disparado a nosotros.

— Abandona esta guerra.

— Recaerá sobre mí la carga de la traición.


— ¿La traición a qué?


— La traición a unas personas que se dedican a declarar cosas muy distintas. A unas personas que en lugar de ayudar se dedican a traicionarnos a nosotros. Nosotros en principio trabajamos para garantizar el orden constitucional. No nos hemos subido todavía a los tanques y ya nos han delatado.


— ¿Quién os delata?


— Los nuestros. Estoy más que seguro de ello.



***



Estos hombres abandonan. Y no sólo ellos, también abandonan las tropas de élite, que se niegan a disparar sin saber a quién. Han llegado a la conclusión de que no pueden distinguir claramente a la población civil de los mercenarios. Exigen una justificación legal para la entrada del ejército en la zona donde se está llevando a cabo la operación antiterrorista.

“No tenemos derecho a desempeñar misiones criminales,  —declaran los soldados. — La experiencia de la Berkut (fuerzas especiales de la policía ucraniana que se encargaron del desalojo forzado del Euromaidán.

Posteriormente fueron disueltas por Arsén Avákov a causa de “una total desacreditación ante el pueblo ucraniano”) ha demostrado que la gente que cumple órdenes actúa en ocasiones de forma desmedida. Y luego los directivos desaparecen misteriosamente”.

A los pocos días el soldado me envía el siguiente mensaje: “Nos están chantajeando. Nos obligan a dirigirnos hacia una zona de tensión donde se está llevando a cabo una carnicería.  Allí nos encontramos que se emplea la táctica de los antiguos destacamentos soviéticos: o avanzas o te disparamos. Y además se ignoran nuestras peticiones de suministro de equipamiento. Y lo más importante es que no se presta atención a la ley marcial”.

En estos momentos contra este soldado y muchos otros se han abierto causas judiciales. 

Artículo publicado originalmente en ruso en la revista Expert.

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