Tienen grandes parecidos lingüísticos, pero se han convertido en objeto de una dura lucha política. Fuente: Serguéi Sevostiánov / RG
“Tener dos lenguas provoca grandes problemas”, escribía Benjamin Franklin. Esto es lo que debieron de pensar los diputados ucranianos justo después de la salida del presidente Víktor Yanukóvitch del país a finales de febrero. Una de las primeras decisiones del nuevo gobierno fue suprimir el derecho de las regiones a adoptar el ruso como segunda lengua oficial.
Esto significó abrir la caja de Pandora: millones de ucranianos para los que el ruso es lengua materna o que lo utilizan como primera lengua se han sentido ofendidos, lo que ha supuesto un impulso a la tendencia prorrusa en Crimea y en el este del país.
Este 'gran problema' no surge de la incomprensión, ya que la práctica totalidad de los ucranianos entienden las dos lenguas y una gran mayoría es bilingüe. El grado de inteligibilidad mutua entre los dos idiomas es muy alto, tanto en la forma oral como en la escrita.
El ruso domina en la cuenca del Donestk (sudeste) y en las grandes ciudades del eje que va de Odesa a Járkov, además de en Crimea. En el norte y el oeste de Ucrania, así como en ámbito rural, predomina la lengua ucraniana. Según una encuesta realizada en 2010 por Research & Branding Group, el ucraniano es la lengua materna de un 65 % de los habitantes del país, contra un 35 % de hablantes nativos de ruso.
Pero esta encuesta también pone de manifiesto una paradoja: el dominio del ruso es superior al del ucraniano. Sin embargo, un 46 % de la población prefiere usar el ucraniano, contra el 38 % que se decanta por el ruso.
En la opinión pública, esto se traduce en una queja generalizada de los ucranianos contra su clase política, a la que acusan de hablar mal la lengua nacional. Es bien conocido que Víktor Yanukóvich y su ex primer ministro, Nikolái Azarov, se expresaban mejor en la lengua de Pushkin que en la del poeta ucraniano Tarás Shevchenko.
Pero se podría decir lo mismo de los dirigentes nacionalistas ucranianos como la ex primera ministra Yulia Timoshenko o el exboxeador Vitali Klitchko, originarios de Dniepropetrovsk y de Kiev, respectivamente. Este último pronunció en numerosas ocasiones discursos en ruso ante los miles de militantes nacionalistas reunidos en Maidán, en plena ebullición de la insurrección del pasado febrero.
Varios escritores ucranianos mundialmente conocidos, como Andréi Kurkov, escriben en ruso, lo que exaspera a los nacionalistas. Preconizando una forma local de jacobinismo, estos últimos abogan por un estatus dominante de la lengua ucraniana, que estaría 'amenazada' por la hegemonía del ruso. “No se trata de prohibir el ruso ni de atentar contra los derechos individuales”, media Artiom Lutsak, líder del Sector de Derechas en la región de Lvov.
Escisión geográfica y división lingüística, exacerbadas por la politización y la tentativa de acercamiento a la UE
El experto ucraniano Alexandre Kava, originario de Ternopil, en el oeste de Ucrania, cree que las divisiones en el tema de la lengua provienen de la intolerancia del Gobierno. “La política lingüística del Estado está dictada por los ucranianos occidentales, que consideran su punto de vista como el único correcto. Esta aproximación no ha conducido a la consolidación del país, ya que los habitantes de Crimea y de otras regiones surorientales se sienten tratados como ciudadanos de segunda clase que hablan la 'lengua equivocada”
El conflicto lingüístico se politizó rápidamente tras la llegada al poder en 2005 de fuerzas políticas favorables a un acercamiento con la Unión Europea. Esta política proactiva ya ha dado sus frutos. Hace diez años el ruso dominaba en Kiev, capital de Ucrania; hoy en día, la situación es la contraria. Los diálogos bilingües son frecuentes. Por ejemplo: un locutor A inicia una discusión en ruso, mientras su interlocutor B elige responder en ucraniano.
Otro fenómeno puramente ucraniano es el 'surjik', un sociolecto del noreste de Ucrania mezcla de las dos lenguas y hablado por más de un 20 % de la población. La televisión en la actualidad solo emite en ucraniano, pero puede suceder que un invitado en antena prefiera expresarse en ruso.
La actitud hacia Rusia, piedra de toque para las fuerzas políticas ucranianas
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La ley estipula que todos los carteles (publicidad, paneles informativos, señalización) estén en ucraniano. Pero en el portal de un edificio se leen a menudo mensajes en ruso: “Ascensor averiado”, por ejemplo. Por otra parte, hasta un 60 % de las canciones que emite la radio están en ruso. Sin embargo, las películas que se estrenan en las salas de cine o en televisión deben estar subtituladas o dobladas al ucraniano.
Por el contrario, la prensa escrita sigue siendo un espacio de libertad. Uno de los principales periódicos del país, Segódnia (Hoy), solo se publica en ruso, mientras que otros diarios sacan dos ediciones distintas, rusa y ucraniana, o únicamente en ucraniano.
Aunque en el sudeste del país es difícil encontrar libros o periódicos en ucraniano; la situación contraria se da en el oeste, donde no se encuentra prensa rusa. “No habitamos un país, habitamos una lengua”, filosofaba Emil Cioran. Al rechazar la convivencia con los rusohablantes, los nacionalistas ucranianos corren el riesgo de estrechar el país donde habitan.
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