Un físico porteño integrado en la comunidad científica rusa

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Trabaja en un laboratorio nuclear en la ciudad de las ciencias, a 130 kilómetros de Moscú, donde se realizan estudios para el uso pacífico del átomo.

 

Fuente: Ruslán Sujushin

Dubná es una ciudad dedicada a la investigación nuclear. En este lugar se pretende saber todo sobre el átomo. Se fundó en la época estalinista como un centro de investigación militar altamente secreto para el desarrollo de armamento nuclear. El uso pacífico del átomo siempre ha ido de la mano con el militar, pero esta ciudad tiene reputación internacional como centro de investigación de físicos que trabajan en el ámbito civil. 

En el Instituto Unificado de Investigaciones Nucleares han trabajado, en distintas épocas, los mejores físicos del mundo. Uno de ellos trabaja actualmente en el laboratorio de física teórica Bogoliúbov.

Un científico solitario

Diego Julio Cirilo-Lombardo nació en el seno de una familia argentina formada por una pedagoga y un ingeniero especialista en electrónica. A los tres años Diego ya sabía leer. Desde entonces, todo el que visitaba a esta familia intelectual porteña llevaba un libro de regalo para él. Ya adolescente, la escuela le resultó un poco aburrida. Sucede que este joven y prometedor físico es un superdotado, cuyo destino lo llevó hasta el nevado territorio de Rusia. 


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Lo primero que a uno se le ocurre preguntarle a Diego es si no sentía frío viviendo allí. “Eso no me supone ningún problema, me gusta el frío”, responde sonriendo. Aquí, en las afueras del frío Moscú, donde se dedica a estudiar el origen, la formación y la dinámica del universo a nivel teórico.

Al pedirle que me explique en dos palabras el tema de su tesis de candidato de doctorado a Ciencias Físicas y Matemáticas defendida años atrás en el mismo instituto de Dubná, a Diego se le ilumina la mirada y comienza a llenar, absorto, la pizarra con diversas fórmulas. Escribe una de las ecuaciones de la teoría de la relatividad de Einstein y al instante borra lo que ha escrito, aclarando que la teoría de la relatividad tiene sus fisuras y que él estudia con métodos matemáticos la relación entre el tiempo, el espacio, la materia y la energía.

“A medio día Diego suele estar casi siempre en la cafetería, rodeado de papeles. Aquí es donde pone sus ideas en orden. En general, es uno de esos científicos que trabajan mejor en soledad. La institución le sirve para obtener respaldo científico y, normalmente, escribe los artículos solo o en colaboración con otro autor”, comenta el secretario científico del laboratorio de física teórica, Serguéi Nedelko. 

A Diego se le tiene en gran estima en el instituto. Cuando se le asignó un lugar exclusivo en él, el joven argentino renunció a su beca de cuatro años con un instituto internacional de física en Natal (Brasil) y se vino a Rusia.

¿Por qué Rusia ?

“En más de medio siglo de vida que tiene nuestro instituto han pasado más físicos destacados, ganadores de premios, descubridores de partículas elementales y creadores de modelos del universo que por ningún otro lugar del mundo. Se puede decir que este es un lugar consagrado”, dice Serguéi Nedelko. 

Un científico de la talla de Diego puede obtener aquí el mejor respaldo para desarrollar sus ideas y sus creaciones. Mediante la reflexión e interacción diaria con otros colegas experimentados y en los seminarios regulares del laboratorio puede hallar la solución a los problemas teóricos más complejos. 

Diego ha decidido sacrificar otros beneficios materiales a cambio de poder llevar a cabo sus investigaciones aquí, pues no es ningún secreto que los salarios en los Estados Unidos, por poner un ejemplo, son bastante más elevados. Sin embargo, según nos cuenta el físico —que tiene con qué comparar tras haber pasado por los mejores centros del mundo— su trabajo aquí resulta muy fructífero. Este es su “secreto ruso”. 

“Los rusos se parecen mucho a los hispanoamericanos y eso me gusta”, comenta Diego, quien gesticula incluso como los rusos; da palmadas en el hombro y se despide con un abrazo. “Además aquí en el instituto todo el mundo me ayuda. Me han ayudado incluso para recopilar todos los documentos”, añade.

Cabe señalar que el Instituto Unificado de Investigaciones Nucleares es un organismo único y siempre ha admitido entre sus filas a científicos de todo el mundo, cuando estos deseaban trabajar en sus laboratorios. El Estado nunca puso ningún tipo de barreras a esta institución; ni siquiera el telón de acero levantado durante la era estalinista llegó a interferir. Un ejemplo excepcional de colaboración auténticamente internacional.

Diego reconoce que extraña a su familia y que aún no ha decidido si se quedará en Rusia. Se nota que ama su Argentina natal, aunque hace algunos años, a causa de un desagradable malentendido de carácter burocrático, tuvo complicaciones al momento de obtener una plaza en un laboratorio de su país. La colaboración entre las instituciones científicas rusas y argentinas aún no es muy estrecha. Diego es un caso especial, ha llegado a Rusia gracias a que se ha cruzado con las personas adecuadas a lo largo de su carrera.

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