Vista panorámica de Caracas, capital de Venezuela. Fuente: Alamy / Legion Media
Al este de Caracas, capital de Venezuela, en un recodo poco transitado y a escasos metros de la estación del metro de Altamira, se encuentra el único instituto en todo el país en el que se dan clases de ruso. Fundado el 15 de febrero de 2012, ya hace más de año y medio, cuenta con 70 estudiantes repartidos mayoritariamente en las clases regulares que se imparten los martes, jueves y sábados. Funciona en el décimo piso de un edificio de apartamentos.
“Lo único que puede acercar a nuestros pueblos y consolidar las relaciones es el dominio del idioma ruso. Nosotros vimos que eso no se ha popularizado a pesar de los esfuerzos que se han hecho, por eso decidimos emprender esta tarea”, explica César Ramos, director general del Instituto de Lengua y Cultura Rusa Alexander Pushkin (ILCRAP). “Hay empresarios y diplomáticos e hijos de inmigrantes que han manifestado su deseo de estudiar ruso. Mucha gente está interesada”.
Ramos es venezolano. Nació en Yaguaraparo, en el oriental estado Sucre, a 450 kilómetros de Caracas. Estudió Bioquímica en Ucrania. Ejerció cargos diplomáticos en las embajadas venezolanas en Minsk (Bielorrusia) y Moscú (Rusia). “Queremos desarrollar el estudio del pensamiento ruso en Venezuela. Nuestra intención es consolidar un instituto latinoamericano, pero para ese acercamiento cultural el idioma es fundamental”.
Su esposa, Rosalba Lo Bue, con quien tiene diez años de casado, es la directora ejecutiva de la institución. Ella es periodista. Nació en San Juan de los Morros, una población llanera a 80 kilómetros de Caracas.
El ILCRAP cuenta con seis profesores de planta y otros cuatro colaboradores: tres bielorrusos, tres rusos, un ucraniano y tres venezolanos. No solamente se dan clases, también se prestan servicios de interpretación y acompañamiento lingüístico para hombres de negocios y miembros de delegaciones oficiales, militares y diplomáticas; servicios de traducción de documentos técnicos, comerciales, académicos y legales; y mediación lingüística e intercultural, que incluye apoyo lingüístico bilingüe y gestión de entrevistas con funcionarios del gobierno y empresas públicas y privadas.
Han firmado convenios corporativos con Rosneft, empresa petrolera propiedad del gobierno ruso, y con otras dedicadas a la tecnología y el turismo.
Ramos señala que en los planes de estudio que adelantan siguen los estándares del Ministerio de Educación ruso. “Queremos que aquel que estudie con nosotros llegue a Moscú y sea posible que le reconozcan sus estudios”. Están terminando el diseño de los manuales que posibiliten la aprobación como instituto educativo por parte de los entes gubernamentales venezolanos.
Otra materia pendiente tiene que ver con su sede. Ramos anuncia que pronto se mudarán a una más grande, que les permita atender la demanda que reciben. “Se nos quedó pequeño todo. No damos abasto para tantas solicitudes”.
Hambre por crecer
Con la Universidad Santa María, un centro de educativo privado de Caracas, firmaron un convenio para la creación del Centro de Estudios de Rusia Mijaíl Lomonosov. “Hay hasta 300 alumnos interesados en hablar ruso. La sede se inaugurará en octubre dentro del recinto universitario”, afirma Rosalba Lo Bue, quien hace énfasis en la importancia del acuerdo.
“Además de enseñar ruso se busca difundir la cultura a través de una programación que va más allá de las aulas de clase”. Para 2014 se prevén tres eventos: un encuentro internacional de diseño floral, una actividad sobre gastronomía rusa y un intercambio deportivo de sambo, una modalidad de lucha libre nacida en la Unión Soviética a principios del siglo XX.
Gracias a las muy buenas relaciones entre Venezuela y Rusia ha habido varios intentos de potenciar la enseñanza del idioma ruso a nivel de educación superior, pero la única experiencia que se mantiene es la de la Universidad Militar Bolivariana, motivada principalmente por los intercambios entre ambas milicias.
Los experimentos de la Universidad Nacional Experimental de las Fuerzas Armadas (UNEFA) y la Universidad Bolivariana no cuajaron en el tiempo, de ahí la importancia que adquiere el ILCRAP y su acuerdo con la Universidad Santa María. Para Lo Bue el instituto puede ayudar a un renacer de la cultura rusa, no solo en Venezuela sino en América Latina.
Aunque todavía no se ha concretado, acarician ya el proyecto de la enseñanza del ruso como segundo idioma en una unidad educativa de San Juan de los Morros. La idea es extenderse aún más, sobre todo a zonas populares. “No tardaremos mucho en llevarlo a cabo. Sería la primera escuela donde se enseñe ruso en el país”.
El instituto por dentro
Tomás Martínez, administrador del ILCRAP, sostiene que la mayoría de los estudiantes quieren ir a Rusia, que muchos son recién graduados con aspiraciones profesionales. Es el caso de Greta Luna, de 22 años, quien estudió la Licenciatura en Administración de Desastres.
“Quiero sacar la maestría y eso es fuera. Rusia es una muy buena opción”. Similar situación vive Yorgelis Álvarez, de 23 años, graduada en Estudios Internacionales, quien cursa un postgrado en Política y Petróleo. “Me parece que hay una gran posibilidad de trabajo que no podemos desaprovechar”.
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Otros como Giorgina Embaid, de 19 años, estudiante de Letras, tienen un interés meramente intelectual. Habla inglés y francés. Le interesó el ruso, quería estudiarlo formalmente. María González, de 42 años, es gerente de una agencia bancaria. Para ella es una forma de incrementar sus conocimientos. Le sirve además para distraerse. Recibe clases con sus dos hijos, de 9 y 16 años.
Martínez explica que los profesores se esfuerzan en ofrecer lo último en la enseñanza del idioma. Combinan la forma tradicional de impartir las clases con material audiovisual. “Tratamos de estar a la vanguardia”.
Los docentes presentan esa multiculturalidad que facilita el intercambio de saberes. José Pérez, por ejemplo, es un venezolano que estudió Filología en Rusia. Tiene 48 años de edad. Afirma que aprender ruso no es complicado. Alesia Butalenko es bielorrusa. Tiene 32 años de edad. Vive en Venezuela desde hace un año y dos meses. Valentina Lasaeva soñaba con conocer América Latina. Nació en Kislovodsk, al sur de Rusia. Es de una familia de lingüistas. Conoció a muchos venezolanos en Bielorrusia y vio la oportunidad de visitar el país gracias al instituto. Asegura que vive una experiencia única.
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