El drama sirio se acerca a su fin

Dibujado por Alekséi Iorsh

Dibujado por Alekséi Iorsh

En la epopeya siria ha tenido lugar un giro inesperado: Rusia le ha ofrecido a Damasco que ponga bajo control internacional su armamento químico y el gobierno sirio ha aplaudido la idea. La argumentación estadounidense para el ataque se centraba precisamente en las sustancias tóxicas, en castigar a El Asad por las armas de destrucción masiva.

La opción del control internacional es muy acertada. En primer lugar saca el debate de la estéril discusión sobre quién utilizó armas químicas, cuando se defienden puntos de vista opuestos uno no se cree los argumentos de su oponente. En segundo lugar da respuesta a las recriminaciones que ha recibido Moscú, de entorpecer cualquier paso de Occidente sin proponer nada a cambio. En tercer lugar ofrece una solución contra la que nadie tiene nada en contra. Siria es uno de los pocos países que no ha firmado la Convención sobre la Prohibición de Armas Químicas, y en caso de que se llevara a cabo este plan, se apartaría de la circulación un peligroso arsenal hasta de su hipotética utilización. En cuarto lugar esta oferta solo se puede llevar a cabo con el trabajo conjunto y coordinado de Rusia, EE UU y la ONU, con la mediación de un país respetado por su neutralidad (por ejemplo Suiza o Suecia) y el gobierno sirio. Finalmente es una oportunidad para Moscú y Washington de romper la densa telaraña de mutuo alejamiento que enturbia las relaciones de los dos estados.

Rusia y Estados Unidos tienen una buena historia de colaboración en el bloqueo de programas en terceros países en el ámbito de las armas de destrucción masiva. Ya en los años de la guerra fría el espionaje soviético, a pesar del enfrentamiento, informó a sus colegas estadounidenses del programa nuclear de Sudáfrica, posteriormente Occidente y la URSS presionaron de forma conjunta hasta obligar a Pretoria a detener sus investigaciones. Después de la caída de la Unión Soviética, Rusia, al principio de forma diplomática y política y posteriormente tecnológicamente, organizó con la colaboración de los EEUU, el traslado de los arsenales nucleares de Ucrania, Bielorrusia y Kazajstán hasta territorio ruso. En 2002 especialistas rusos y estadounidenses, como escribió el Washington Post, "dentro del desarrollo de lo que parecía una brillante operación militar", transportaron a Rusia plutonio para armamento desde Yugoslavia, donde se encontraba desde que Josif Tito intentara obtener armamento atómico. Si ahora se consiguiera un acuerdo de acciones conjuntas para la neutralización del potencial químico sirio, sería una seria confirmación de que Moscú y Washington siguen siendo líderes responsables en lo tocante a las armas de destrucción masiva.

Los comentaristas estadounidenses ya han señalado que "la bocaza" de John Kerry puede haber dado una excusa para no luchar. Fue precisamente el secretario de estado el primero en decir que una renuncia total a las armas químicas podría salvar a Bachar el Asad del ataque (indicando, también es cierto, un plazo completamente irreal de una semana). El Departamento de Estado matizó: fue un recurso retórico, no se puede creer en serio que esto vaya a suceder. Si no se trata de una jugada que se han sacado de la manga Moscú y Washington, entonces a Kerry le han pillado en un renuncio. La Casa Blanca ha prometido estudiar la propuesta rusa, señalando que no tiene ninguna confianza en el presidente sirio. Pero Barack Obama prometió retrasar la decisión final a la espera de los resultados de la iniciativa rusa.

Solo las declaraciones de Washington dan esperanzas, no hay que olvidar el contexto, la amenaza de EEUU es lo único que obliga a Siria a contestar de alguna manera. Es una salida para salvar las apariencias, ya que después de las múltiples declaraciones del presidente y de otros cargos oficiales sobre la inevitabilidad de la represalia por el delito cometido, hay que explicar de alguna manera por qué no ha tenido lugar. Si explicamos la solución como resultado precisamente de la presión estadounidense se puede cantar victoria sin siquiera comenzar la acción militar. Todos saldrían ganando. Para Rusia evitar la guerra sería una importante victoria diplomática. Para Siria un gesto de buena voluntad y una oportunidad de evitar el ataque.

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Pero a partir de ahí empiezan los problemas. En Estados Unidos hay muchos que consideran que el coste de la inactividad y la dilación de la acción, es mayor que iniciar una acción militar innecesaria. El conocido político conservador Newt Gingrich lo expresó de forma más llana en unas declaraciones a la CNN: "El país más poderoso del mundo no puede estar tres o cuatro semanas discutiendo para aplicar un uso limitado, simbólico y táctico de la fuerza". Obama ya se ha dirigido al Congreso que, a pesar de la falta de consenso, lo más probable es que apoye con la justa el ataque sobre Siria, precisamente teniendo en cuenta el apoyo al prestigio nacional: un superestado no puede amenazar y no cumplir su amenaza. Por eso si Obama se echa atrás repentinamente tendrá problemas internos, y no será la primera vez.

La oposición siria no está interesada lo más mínimo en el éxito de la idea de Lavrov. A ella únicamente le alumbra la idea de obtener, gracias a la excusa de resolver el problema de las armas químicas, importante ayuda militar del extranjero, lo que alteraría el equilibrio de fuerzas. Así que los rebeldes, sobre todo los grupos más radicales, tienen la clara intención de torpedear de forma activa el plan ruso.

El drama sirio se acerca a su fin. Lo más probable es que la idea del control internacional del armamento químico sea la última oportunidad de evitar una guerra cuyas consecuencias no puede prever nadie.

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