Compuesta por más de 35.000 personas, muchos de ellos han salido a las calles, mientras otros se preparan para regresar. Fuente: Reuters
Cada noche a las ocho en punto, después de ver el noticiero de la noche, Sofía Jadzhibékirova de 45 años, sale al balcón y empieza a golpear una cacerola con una cuchara de metal. Así han estado participando en la huelga los últimos días muchas mujeres en Turquía que se ocupan de su casa y de sus niños y no pueden unirse a las manifestaciones que recorren las principales ciudades del país.
Sofía llegó a Estambul desde la ciudad rusa de Yessentukí hace 15 años, encontró trabajo allí en una agencia de viajes, está casada con un turco y tiene una hija, Yasyu.
“Erdogan hace lo que quiere, es demasiado pretencioso y no quiere escuchar a la gente”, dice a Rusia Hoy.
“La insatisfacción lleva tiempo acumulándose y ha ido madurando gradualmente, en especial no me gustan sus iniciativas en relación a la mujer. Para empezar, llama a las mujeres que no llevan velo 'apartamento sin cortinas'. Me encanta Turquía por ser un país oriental laico y occidentalizado donde siempre han respetado a las mujeres y se han preocupado por ellas. Y quiero que siga siendo así. Acabe como acabe el enfrentamiento con las autoridades, no quiero irme de aquí”, añade él con decisión.
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En Turquía, desde hace algunos días no cesan las manifestaciones masivas contra la política del partido en el poder y la dimisión del primer ministro Recep Tayyip Erdogan.
La causa de las protestas masivas fue la iniciativa por parte de las autoridades de talar uno de los pocos parques en Estambul – el parque Gezi, situado en la parte europea de la ciudad, en la plaza de Taksim. Inesperadamente para las autoridades, las manifestaciones de solidaridad, empezaron en muchas ciudades, y rápidamente se convirtieron en manifestaciones masivas contra el régimen gobernante.
La ciudadana rusa Oxana Lukianenko vive en Turquía desde hace seis años, es
un alto directivo de una prestigiosa firma internacional. Todas las tardes sale
de las oficina y asiste a las protestas.
“Mi novio y yo vivimos en el centro y a finales de la semana pasada, ni
siquiera podíamos abrir las ventanas, había un fuerte olor a gas. Yo dejé
entrar a los heridos a casa y les curé las heridas”, dice a Rusia Hoy.
En cuanto a lo que está sucediendo en el país hoy en día, tienen opiniones diferentes. Inessa, la hija mayor de Sofia Jadzhibékirova, tiene 23 años. Emigró de Rusia con su madre, y terminó sus estudios en la universidad de Turquía y tiene un buen sueldo para los estándares locales.
Ha estado varias veces en Taksim y dice que piensa seriamente en volver a Yessentukí, donde les quedaron amigos y familiares.
La comunidad más grande de rusos se encuentra en Estambul (18.000), Antalia (unos 10.000) y Ankara (5.000). El resto se encuentra disperso en cientos de ciudades turcas.
“Si empieza una guerra civil, ni siquiera lo pensaré, me voy junto con mi novio (que es turco) a Rusia -dice Inessa.- La sociedad está fraccionada, las autoridades no quieren escuchar a la gente ni hacer concesiones, por esa razón estoy muy decepcionada”.
El distrito de Laleli en Estambul lo llaman el 'barrio ruso'. Se puede oír hablar en la lengua eslava en las calles y los compradores de las tiendas locales pueden encontrar letreros con inscripciones en ruso.
Muchos de los que emigraron a Turquía, empezaron a trabajar precisamente en el barrio de Laleli, en un centro textil moderno. Aquí vienen compradores a buscar mercancía al por mayor que luego venden en centros comerciales de toda Rusia.
“Los familiares llaman todos los días: '¿Cómo estás?,¿No tienes miedo”, dice Nargiza. Es originaria de Turkmenistán, pero se considera rusa. Tras nueve años de vivir en Turquía, ha pasado de ser una simple dependienta a dirigir una gran tienda, Fimka.
“Aquí todo está tranquilo, pero a causa de las imágenes que aparecen en la televisión, como por ejemplo, la policía utilizando gases lacrimógenos, un puñado de grandes proveedores de Rusia se negó a venir para comprar mercancía. En general, hemos perdido ya un total del 20% de las ventas”.
Pero no en todas partes en Laleli están preparados para hablar de política y de cómo los acontecimientos pasados han afectado a sus vidas. Katia, (como pide que la llamen), dice que en su tienda trabajan principalmente los partidarios del primer ministro Recep Tayyip Erdogan, y los que están en contra y apoyan las protestas, son solo tres de ellos.
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“Tengo dos hijos y yo no quiero problemas – dice como si se justificara. “A los familiares les digo la verdad: 'sí, Taksim y otras ciudades están en huelga, pero Estambul es una gran ciudad y en otras zonas todo está tranquilo, se puede venir sin miedo, como antes”.
Natalia hace tiempo que tiene la ciudadanía turca, tiene un marido acomodado, tres hijos y vive en la parte asiática de Estambul. Habíamos acordado encontrarnos en el centro de la ciudad, pero de repente llamó y lo canceló todo: su marido le aconsejó que no hablara con los periodistas.
“Entiende, vivimos aquí - suspira. - No sabemos hasta qué punto esto será
contraproducente”.
A pesar de la crisis política, el flujo de turistas no ha disminuido, dicen los
operadores turísticos turcos. Los turistas europeos han disminuido en las
calles de Turquía. A causa de los disturbios en el país se han cancelado varias
líneas de cruceros a Estambul.
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