El clero celebra su reunión bajo el retrato de Stalin, década de 1940.
MAMM/MDF/russiainphoto.ruLa historia de la lucha de las autoridades soviéticas contra la religión y la Iglesia ortodoxa rusa es bastante dramática y complicada. Ya hemos escrito en detalle sobre ello aquí. Sólo recordamos que el primer sacerdote fue asesinado ya en 1917. Después, los bolcheviques se apoderaron de los bienes y objetos de valor de la Iglesia, saquearon cínicamente santuarios con reliquias sagradas y demolieron iglesias enteras. Esta fase activa de la campaña antirreligiosa continuó hasta finales de la década de 1930, acompañada de propaganda y numerosos carteles que presentaban a los sacerdotes de forma desfavorable.
Muchos sacerdotes se resistieron activamente, por lo que se abrieron causas penales contra ellos y muchos fueron perseguidos o murieron en campos del gulag. En el año 2000, más de mil sacerdotes de la Iglesia ortodoxa rusa, asesinados por los bolcheviques tras la revolución de 1917, fueron canonizados.
Soldados del Ejército Rojo sacan iconos y objetos eclesiásticos del monasterio de Símonov, 1923.
S.Burásovski/russiainphoto.ru“Casi no existen estudios dedicados a los hechos de la cooperación entre la Iglesia y las autoridades soviéticas”, escribe el historiador Nikolái Záyats.
“Debido a esto, se crea la impresión de que los representantes del clero simpatizantes de la revolución estaban completamente ausentes y que todos adoptaron una posición antibolchevique o apolítica, siendo víctimas del gobierno”.
Pero resulta que también había eclesiásticos leales a los bolcheviques, que más tarde fueron llamados “sacerdotes rojos”. Los periódicos soviéticos escribieron sobre los mensajes de sacerdotes de diferentes regiones con palabras de apoyo al Partido y al poder de los trabajadores. A menudo, los rangos inferiores, descontentos con el comportamiento de los altos jerarcas eclesiásticos, se “convertían” a la fe bolchevique. Esto, por supuesto, provocó conflictos e incluso refriegas entre el viejo clero y los curas rojos.
También hubo casos (aunque no de carácter masivo) en que los sacerdotes abandonaron la Iglesia.
Un párroco de Vólogda llamado Dmitri Popov, por ejemplo, participó activamente en la revolución e incluso bendijo personalmente al Ejército Rojo. El archimandrita Irinarj, abad de un monasterio de Turquestán, abandonó el monasterio y se unió a las filas de los bosheviques.
Dmitri Popov (a la izquierda); Mijaíl Galkin.
Dominio públicoUno de los “sacerdotes rojos” más famosos fue Mijaíl Galkin. Durante la Primera Guerra Mundial, fue cura de regimiento y luego sirvió en la iglesia de San Petersburgo; también fue activista y un hombre de opiniones “progresistas”, que incluso abogaba por la separación de la Iglesia y el Estado.
En 1918, un concilio eclesiástico condenó el bolchevismo en los círculos eclesiásticos y anunció que algunos sacerdotes apoyaban activamente la revolución, incluido Galkin personalmente. Como consecuencia, abandonó la Iglesia, se dedicó a la propaganda antirreligiosa, empezó a trabajar en el periódico Bezbózhnik (literalmente “El sin Dios”) y, más tarde, enseñó marxismo-leninismo.
Tijon bendice batallón de mujeres antes de enviar al frente, 1917.
MAMM/MDF/russiainphoto.ruEn 1922, las autoridades soviéticas arrestaron al Patriarca Tijon, que había denunciado el derramamiento de sangre y la Guerra Civil. A partir de entonces, comenzó el cisma “renovador” en la Iglesia.
Bajo la influencia activa y la ayuda del NKVD (policía secreta, futuro KGB), un grupo de sacerdotes leales al régimen soviético se dispersó entre el clero. Se propusieron “renovar” la institución de la Iglesia y llevar a cabo reformas.
Muchas parroquias se unieron a las filas de los “renovadores”, porque las iglesias de los sacerdotes leales al poder soviético no se cerraron y se les permitió celebrar servicios en ellas. Sin embargo, tras la liberación del patriarca Tijon, muchos regresaron a la iglesia “patriarcal”, a pesar de que ya estaba proscrita.
Más tarde, se produjo una escisión dentro de los propios “renovadores” y surgieron varias corrientes más, todas con ideas diferentes sobre cómo debía reformarse la Iglesia. Y muchos de estos grupos tenían líderes con ambiciones personales. Pero las autoridades soviéticas pusieron fin a esta confusión mental y crearon una administración eclesiástica unificada, el Sínodo.
Alexánder Vvedenski.
Dominio públicoUno de los líderes más brillantes y activos del movimiento de la “Renovación” fue Alexánder Vvedenski, que también participó en la detención de Tijon. Más tarde se convirtió en miembro y luego en jefe del Sínodo.
Así que, durante un tiempo, hubo una Iglesia oficial, pero también sacerdotes clandestinos, que no querían pasarse al bando del poder soviético. Sin embargo, durante la Gran Purga de finales de los años 30, los dirigentes soviéticos reprimieron a ambos.
La iglesia moscovita de San Pímen el Grande, en Novie Vorótniki, era una catedral de la Iglesia «renovadora».
Solundir (CC BY-SA)Durante la Segunda Guerra Mundial, Stalin decidió de repente rehabilitar la Iglesia, pero se trataba de la antigua Iglesia patriarcal. En 1943, se reunió con los obispos de la Iglesia, permitió los servicios religiosos, la celebración de la Pascua y la Navidad y prometió reabrir algunas iglesias y monasterios cerrados. Ese mismo año, se eligió a un nuevo patriarca llamado Alexis y se creó la Iglesia Ortodoxa Rusa del Patriarcado de Moscú.
“El contenido principal del cisma Renovadores no estaba en absoluto en las reformas litúrgicas, sino en el compromiso con el poder soviético, en la búsqueda de una nueva ‘sinfonía’ con el Estado, en la adaptación a él. Los 'Renovadores siguieron el camino de la nacionalización de la Iglesia, pero el Estado impío pronto dejó de necesitar sus servicios y abolió por completo este movimiento durante la Segunda Guerra Mundial”, afirma el sacerdote Iliá Soloviov, candidato a ciencias históricas y teología.
Los Renovadores empezaron a unirse en masa al Patriarcado de Moscú. Sintiéndose al margen, Alexánder Vvedenski trató de encontrar un consenso entre el Patriarcado y las Iglesias de la Renovación, e incluso escribió cartas a Stalin. Pero todo fue en vano. Y, tras la muerte de Vvedenski en 1946, el Renovacionismo prácticamente desapareció.
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