En 1592 tuvo lugar un extraño suceso en Úglich. Una campana de 320 kilos fue llevada a la plaza del pueblo. El herrero arrancó la "lengua" de la campana y cortó las "orejas" por las que estaba suspendida. Después, la "culpable" fue azotada 12 veces con fuertes latigazos y enviado al exilio a Tobolsk, en Siberia. Fue transportada hasta allí, durante más de un año, por unas 60 familias de exiliados de la localidad.
La campana fue "castigada" porque el 15 de mayo de 1591 sonó tras el asesinato del zarevich Dimitri, último hijo de Iván el Terrible. Esta alarma provocó un motín en el que varias personas, incluidos militares moscovitas, fueron asesinadas por la turba.
Y este no fue ni mucho menos el único caso en la historia. Las campanas eran tratadas como personas, se les ponía nombre, se las hacía prisioneras y se las castigaba si sonaban (o callaban) en el momento equivocado.
Por cierto, la campana de Úglich fue indultada por Alejandro III en 1892 y se le permitió regresar a la ciudad del Volga.
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