El puente de Luzhnikí se construyó muy deprisa: se añadió sal al hormigón para evitar que este se endureciera en invierno. Pronto quedó claro que los constructores habían cometido un error fatal. La armadura empezó a oxidarse y a destruir las losas, y hubo problemas con la impermeabilización. A los seis meses, tras un chaparrón, el agua empezó a entrar en el vestíbulo de la estación, filtrándose a los trenes y goteando sobre las cabezas de los pasajeros. Un año después la fachada empezó a deteriorarse: las hojas de los aleros empezaron a caerse, las losas de hormigón se destruyeron. En 1983 la estación fue cerrada para su reparación. Y en 1986 se construyeron galerías de circunvalación para los trenes de la línea Sokólnicheskaia a ambos lados del puente de Luzhnikí.
Pero nadie esperaba que la reparación durara 19 años. Durante mucho tiempo la estación permaneció inactiva, las obras no comenzaron hasta 1999. Se decidió que Vorobiovi gori, junto con el puente de Luzhnikí, tenían que ser rediseñados por completo. La estación más larga del metro de la capital se reabrió en 2002.
Ahora tiene 284 metros de largo (con los pasillos incluidos) y 20,6 metros de ancho. El suelo de asfalto se sustituyó por uno de granito. Se erigieron nuevas columnas, más macizas, y los pasillos se revistieron de mármol blanco y verde. Pero el principal atractivo de la estación son las paredes acristaladas, a través de las cuales se puede ver Vorobiovi gori, el estadio Luzhnikí, el río Moscova y el edificio de la Academia de Ciencias de Rusia.
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