En el diario de vuelo Gagarin sólo hizo una anotación. Tras el vuelo, comunicó a la comisión que su lápiz salió volando: el tornillo en el que estaba sujeto a la tablilla se había desenroscado.
La cápsula de Gagarin aterrizó en la región de Sarátov, en una zona que pertenecía a las tierras vírgenes. Por cierto, después de muchos cosmonautas recibió esta misma medalla, que estaba destinada en principio a granjas estatales y los agricultores colectivos.
El primer cosmonauta se convirtió en una auténtica estrella del pop. En las reuniones, los admiradores no sólo querían abrazar al héroe, sino también llevarse algo para recordarle: por regla general, botones. Después de esas reuniones, el cosmonauta se hacía coser unos nuevos en el uniforme, y en los viajes se llevaba una provisión.
Inmediatamente después del vuelo, Gagarin dio la vuelta al mundo. En Liberia, se reunió con representantes de la tribu Kpelle, que le nombraron jefe honorario.
Amigos y colegas recuerdan que a Gagarin le gustaba bromear y reír. Por ejemplo, el piloto solía contar chistes en las empresas. He aquí uno de sus favoritos: “Va un gorrión volando, y hacia él, de pronto se dirige con terrible velocidad, un cohete. El gorrión grita: ‘Oye, ¿cómo es qué vuelas tan rápido?’. El cohete le responde: ‘Si te prendiesen fuego en el culo como a mí. ¿A que irías igual de rápido?’”.
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