La llegada de Osip Nepeya con los leones
Dominio públicoEn 1557, la reina María I Tudor de Inglaterra envió a Iván IV el Terrible un león y una leona. El regalo era tan importante que los animales fueron transportados bajo la supervisión personal de Osip Nepeya, enviado de Moscú a Inglaterra. El momento de llevar los leones a Moscú fue incluso plasmado en la Crónica ilustrada de Iván el Terrible (1567).
El barranco de Alevisov alrededor del Kremlin en Moscú, Fedor Alekseev, principios del siglo XIX
Dominio públicoIván el Terrible colocó los leones cerca de las puertas Voskresenski de la muralla Kitái-Gorod, la puerta por la que entraban en la Plaza Roja los invitados ricos de la ciudad, incluidos los embajadores extranjeros. Los leones estaban aprisionados en el foso seco que rodeaba las murallas del Kremlin y eran tan famosos que incluso las Puertas Voskresenski se llamaron más tarde las “Puertas de los Leones”. Estos grandes felino vivieron mucho tiempo en Moscú y habrían vivido mucho más, de no ser por el incendio de 1571, cuando Moscú fue consumirá por las llamas provocadas por el Kan de Crimea Devlet Giray. Tras el incendio, los leones fueron encontrados muertos en la Plaza Roja.
Los elefantes enviados por el Shah de Persia, grabado de la década de 1740
Dominio públicoEl gobernante persa Nader Shah Afshar regaló hasta 14 elefantes a Isabel Petrovna, la hija de Pedro el Grande, en 1741. Personalmente para ella, “sólo” siete elefantes, cinco para el joven Iván VI, que reinaba en el Imperio Ruso desde octubre de 1740 y los dos restantes para su madre y regente, Anna Leopóldovna.
Los elefantes fueron enviados a Isabel Petrovna como propuesta de matrimonio. Nader Shah buscaba un matrimonio dinástico para cooperar con Rusia contra Turquía. Al gobernante persa le pareció que la hija de Pedro, que no podía aspirar a ocupar el trono, podría considerar su propuesta, que respaldó no sólo con elefantes, sino también con un montón de joyas. Por supuesto, hacer una oferta de esta manera iba en contra de todas las reglas de la diplomacia europea. El regalo fue aceptado, pero al embajador persa ni siquiera se le permitió ver a Isabel. Que se casase con él estaba descartado: en octubre de 1741, cuando los elefantes llegaron a San Petersburgo, la hija de Pedro ya estaba planeando un golpe de estado para hacerse con el poder.
Los elefantes se instalaron en el centro de San Petersburgo, y la calle Karavánaia lleva su nombre porque en ella se encontraba un caravanserai, una instalación para elefantes. Más tarde, los elefantes fueron trasladados a la actual plaza Vostaniia y fueron llevados al río Nevá para beber a lo largo de la avenida Suvorovski Prospect, entonces llamada “calle de los Elefantes”.
El reloj del ‘Templo de la Gloria’
Viktor Velikzhanin/TASSEste reloj único fue creado hacia el final del reinado de Catalina la Grande, después de 1793, y celebra sus logros. El reloj fue fabricado por Michael Maddox, un ingeniero inglés que fue invitado a dar clases de física y mecánica al heredero, Pablo Petróvich, en 1766. Maddox se quedó en Rusia y se hizo famoso al fundar uno de los primeros teatros públicos, el Teatro Petrovski de Moscú.
No todas las piezas del reloj han sobrevivido y el mecanismo funciona ahora sólo parcialmente. Cuando el reloj funcionaba a pleno rendimiento, daba una función completa cada tres horas. El halo del sol alrededor de la esfera empezaba a brillar, debido al movimiento de los cilindros de cristal, mientras que, al mismo tiempo, se abrían las solapas delanteras de la caja, detrás de las cuales se ocultaba una cascada mecánica. Las águilas que coronaban las columnas abrían sus picos y dejaban caer verdaderas perlas en la boca de sus polluelos. El reloj también estaba equipado con un metalófono que podía tocar 12 melodías diferentes.
El diamante ‘Orlov’
Yuri Somov/SputnikEste diamante, el más grande de los encontrados en la India, es tan antiguo que ha tenido muchos nombres, como “El gran diamante mogol” (por el imperio de los shahs indios al que pertenecía) y “Monte Sinaí”. El diamante se encontró en la India a principios del siglo XVII. Estuvo allí hasta 1738, cuando Nadir Shah invadió la India y se llevó el tesoro a Persia. Desde allí, la piedra llegó por medios oscuros a Europa, donde fue localizada en Londres a mediados del siglo XVIII.
Se dice que la piedra fue regalada a la emperatriz por su favorito, el conde Grigory Orlov, el 24 de noviembre de 1773, en una fiesta de onomástica. El enviado prusiano, el conde Victor von Solms, describió el acontecimiento: “Todos los que aparecieron en el salón, a pesar de lo avanzado del otoño, le regalaron enormes ramos de flores y algunos también le dieron un recuerdo especialmente preparado para la ocasión. Un tal conde Grigori se presentó con las manos vacías. Al notar la discrepancia de su aspecto con el estado de ánimo general, se dio una palmada en la frente y dijo ‘¡Lo siento, madre! Hoy tienes un día de fiesta y yo, un viejo tonto (Orlov tenía 39 años - Ed.), me olvidé por completo. Bueno, no te enfades, tengo algo aquí... Puede ser útil... No te niegues a aceptarlo’”. Y, con estas palabras, el conde sacó del bolsillo de su chaleco una caja plana que contenía un precioso diamante.
La verdad es mucho más prosaica: este "regalo" se lo hizo Catalina a sí misma. El diamante fue comprado a un comerciante armenio Lazarev por 400 mil rublos (una suma enorme, que ni siquiera el favorito de la emperatriz podía poseer). El diamante se compró a plazos durante siete años y la emperatriz lo pagó con cargo al tesoro público. Ese mismo año, 1774, el diamante “Orlov” fue insertado en la parte superior del cetro imperial del Imperio Ruso, en el que permanece hasta hoy. Su peso estimado es de unos 190 quilates (39 gramos). El “Orlov” es una rareza entre los diamantes históricos, ya que conserva su talla original en forma de rosa india.
‘El águila de marfil’
Mijaíl Fomichev, TASS, el Museo Estatal de Arte OrientalLa escultura “El águila sobre el pino” y su biombo fueron creados por el emperador Meiji de Japón como regalo a Nicolás II de Rusia con motivo de su coronación en 1896. El águila fue creada por el famoso escultor japonés Kaneda Kenjiro. Ahora es uno de los principales objetos expuestos del Museo Estatal de Arte Oriental de Moscú, donde la escultura tiene su propia sala. La base de la escultura es de madera y está recubierta de plumas de marfil: más de 1.500 piezas distintas en total. La cabeza y las plumas adyacentes están talladas en una sola pieza de colmillo de elefante y las garras y los ojos del ave son de cuerno.
El águila en Japón, al igual que en la heráldica europea, simboliza el poder y la autoridad. Obviamente, fue el águila la que se eligió como regalo para el monarca del país, cuyo escudo de armas representa el águila bicéfala. El pino, sobre el que se posa el ave, simboliza el deseo de longevidad, mientras que las rocas (en el biombo) son una esperanza de fortaleza inagotable y un reinado largo y próspero.
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