3 agentes de inteligencia soviéticos capturados que no traicionaron a su patria

Russia Beyond (Foto: Dominio público; Foto de archivo)
Soportaron torturas inhumanas pero no se quebraron, salvando así la vida de cientos de sus compañeros.

1. Vladímir Molodtsov

Antes de la guerra con la Alemania nazi, Vladímir Molodtsov ocupaba un alto cargo en la inteligencia exterior rusa. Sin embargo, tras la invasión de la URSS por parte de la Wehrmacht tuvo que actuar más como saboteador.

En julio de 1941, Molodtsov fue enviado a Odesa para organizar allí un movimiento partisano y encargarse de las operaciones de sabotaje y reconocimiento tras las líneas enemigas en caso de que la ciudad fuera ocupada. El 4º Ejército rumano, apoyado por varias unidades y formaciones alemanas, avanzaba entonces hacia la "perla del mar Negro", como se conocía a la ciudad.

El equipo de V.A. Molodtsov

Las fuerzas soviéticas consiguieron mantener Odesa hasta mediados de octubre. En cuanto las primeras unidades enemigas entraron en la ciudad, el 16 de octubre, fueron inmediatamente atacadas por los destacamentos partisanos organizados por Vladímir Molodtsov. El 22 de octubre, una explosión en el cuartel general de la comandancia rumana mató a varios oficiales de alto rango, entre ellos se encontraba Ioan Glogojeanu, recién nombrado comandante de la ciudad.

El 17 de noviembre de 1941, varios centenares de oficiales del ejército rumano y funcionarios de la administración de la Odesa ocupada murieron al explotar un tren especial rumano en la estación de Zastava. Los partisanos destruyeron líneas de comunicación y vías férreas, realizaron operaciones de sabotaje en el puerto y dirigieron la aviación soviética hacia importantes objetivos estratégicos.

Los destacamentos partisanos se escondieron en las catacumbas de Odessa, un extenso sistema de antiguas canteras de piedra situadas bajo la ciudad. Para "ahuyentarlos", los alemanes y los rumanos aportaron hasta 16.000 soldados, pero no tuvieron éxito.

Molodtsov fue capturado el 9 de febrero de 1942, tras ser traicionado por un miembro del destacamento partisano. El agente de inteligencia soportó valientemente todas las torturas a las que fue sometido, durante las cuales no dijo ni una palabra al enemigo.

Sólo habló una vez, cuando los rumanos pronunciaron su sentencia de muerte y le preguntaron si quería pedir clemencia. "¡Soy ruso y no voy a pedir clemencia a un enemigo en mi propio suelo!", respondió Vladímir Alexándrovich. Fue fusilado el 12 de julio de 1942.

2. Viktor Liaguin

En el otoño de 1941, Viktor Liaguin, siguiendo órdenes de Moscú, se hizo cargo del movimiento clandestino en la ciudad ocupada de Nikoláiev, en la costa del mar Negro. Este oficial de la seguridad del estado soviético con el rango de capitán había adquirido previamente una amplia experiencia en el trabajo de inteligencia en EE UU.

Gracias a los esfuerzos de Liaguin y sus camaradas, Nikoláiev pasó de ser un centro turístico tranquilo y agradable a convertirse en una pesadilla para los alemanes. Los grupos soviéticos, que contaban con varios centenares de miembros, destruyeron varias instalaciones de importancia estratégica, entre ellas un aeródromo con 20 aviones, almacenes militares y un depósito de transporte motorizado con unas tres docenas de camiones.

Nikoláiev durante la ocupación

Además, enviaban regularmente a Moscú valiosa información sobre la guarnición enemiga y realizaban una amplia labor de propaganda entre los habitantes de la ciudad, llamándolos a levantarse inmediatamente contra los alemanes.

A principios de 1943 el movimiento clandestino de Nikoláiev fue casi totalmente aplastado, y Viktor Liaguin acabó en manos de los alemanes. Fue interrogado y torturado, pero no traicionó a los conspiradores que seguían en libertad, lo que les permitió continuar la lucha hasta la liberación de la ciudad en marzo de 1944. El propio combatiente encubierto no vivió para ver ese día: fue fusilado el 17 de julio de 1943.

3. Alime Abdenánova

En otoño de 1943 el mando soviético empezó a considerar seriamente la liberación de Crimea. Antes del inicio de las operaciones ofensivas, era necesario crear una amplia red de agentes en la zona, pero el plan tropezaba con considerables dificultades.

Los alemanes ocupantes estaban deportando a un gran número de la población local para que trabajara en el Tercer Reich, y los habitantes que quedaban estaban sometidos a un triple registro y a restricciones de viaje. Las idas y venidas a la península tenían que producirse a la vista de los alemanes y, dadas las circunstancias, la infiltración de agentes era un gran desafío.

Sin embargo, uno de los que lo consiguió fue la residente del departamento de inteligencia del Cuartel General del Ejército Marítimo Alime Abdenánova, tártara de Crimea y nativa de la ciudad de Kerch, en el extremo oriental de Crimea. En la noche del 2 al 3 de octubre, fue lanzada en paracaídas cerca del pueblo de Dzhermai-Kashik, donde vivían sus familiares.

Esquema de la red de agentes del Centro Bast en Crimea, 1943-1944

Alima consiguió organizar a varios vecinos del pueblo en un grupo clandestino, Daya, que, bajo su dirección, vigilaba los movimientos de las tropas enemigas y los suministros militares, y también recogía información sobre las defensas fortificadas alemanas.

En febrero de 1944, tras cinco meses de exitosas operaciones, la agente de reconocimiento fue descubierta y capturada. La joven de 20 años fue sometida a terribles torturas: le desfiguraron la cara, le arrancaron el pelo y las uñas y le rompieron los brazos y las piernas. Pero los alemanes no consiguieron sacarle ninguna información.

Alime Abdenánova fue fusilada en Simferópol el 5 de abril de 1944, una semana antes de la liberación de la ciudad por el Ejército Rojo.

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