Los afroamericanos que emigraron a la Unión Soviética en busca de igualdad

El sueño de la igualdad racial más allá del Telón de Acero podría parecer contradictorio para los estadounidenses de hoy en día, pero para los afroamericanos que huyeron de la violencia y el odio de su tierra en los años 20 y en adelante, la emigración a la Unión Soviética supuso el camino hacia la libertad y el respeto que durante tanto tiempo les habían sido negados.

Wayland Rudd en la película

En esta fase temprana de la Unión Soviética, aunque algunas medidas ya habían limitado las libertades otorgadas previamente a muchas minorías tras las Revolución Bolchevique, el país todavía parecía una tierra de acogida para aquellos que en Estados Unidos eran considerados ciudadanos de segunda clase.

Según escribe Joy Gleason Carew en su libro Blacks, Reds, and Russians: Sojourners in Search of the Soviet Promise(Negros, rojos y rusos: transeúntes en busca de la promesa soviética, la mayoría de los afroamericanos que emigraron a la Unión Soviética durante los años 20 y 30 no se embarcaron en este viaje como si fuera una “misión mesiánica”. Los que viajaron en busca de formación política esperaban organizar comunidades de gente de color de vuelta en su país, según Carew.

Los que firmaron contratos para proyectos industriales o artísticos se mostraban felices de poder encontrar trabajo después de haber vivido la Gran Depresión en su país, donde además eran víctimas de las leyes racistas de Jim Crow. Uno de ellos fue el actor Wayland Rudd (1900-1952), que comenzó su carrera artística en el teatro Hedgerow de Pensilvania. Comenzó a hacerse famoso por su papel en la obra El emperador Jones de Eugene O’Neill. Al ver su carrera limitada por el racismo existente en la industria estadounidense del entretenimiento, Rudd se mudó a la Unión Soviética en 1931 para continuar trabajando en los escenarios y en la gran pantalla. Más tarde se graduó en el Instituto de Arte Teatral de Moscú y trabajó en el Teatro de Ópera y Drama Stanislavski.

Wayland Rudd as Othello, 1947.

Aunque muchos otros siguieron el ejemplo de Rudd, él se convirtió en la cara del mecanismo ideológico soviético en su promoción de la justicia racial en la Unión Soviética y en su crítica a las injusticias cometidas contra las minorías étnicas en el llamado Occidente “libre”.

La directora de cine nacida en la Unión Soviética con residencia en Estados Unidos Yelena Demikovski está produciendo un documental titulado Los rusos negros: la experiencia roja, que trata sobre este inusual patrón migratorio. En su película, Demikovski entrevista a los descendientes de los emigrados estadounidenses de color, entre ellos al hijo de Rudd, Wayland Rudd Jr., músico de profesión que vive en Moscú, y a la colaboradora de televisión rusa Yelena Khanga, nieta de un recolector de algodón de Mississippi y de una polaco-estadounidense judía que se mudaron al Uzbekistán soviético.

Como muchos rusos, Demikovski creció con la película soviética El circo, de 1936, en la que una joven estrella de circo estadounidense (Liubov Orlova) que actúa en Rusia, oculta inicialmente a su hijo de la gente rusa, temerosa de que la condenen porque el padre del niño es negro. “El mensaje principal de la película es que en la Unión Soviética a nadie le importa la raza”, - comenta Demikovski a RBTH. – “Esto lleva implícito el mensaje: ‘Nosotros amamos a todos por igual’”.

A partir de la publicación de esta película, generaciones de rusos se enamoraron de este misterioso niño negro que al final de la película es ampliamente aceptado. Durante muchos años poca gente supo que el actor, James Patterson, era en realidad hijo de un estadounidense negro que se había mudado a la Unión Soviética y se había casado con una rusa.

Demikovski descubrió la historia de Patterson en los años 90, tras leer el libro de Allison Blakely Rusia y los negros. Se sorprendió al descubrir que muchos profesionales afroamericanos habían viajado a la Unión Soviética, un nuevo país en el que todo el mundo era proclamado como un “igual”.

“Empecé a preguntar a mis amigos, estadounidenses y rusos, si habían oído hablar alguna vez de esta ola de inmigrantes afroamericanos”, - comenta Demikovski. – “Nadie tenía la más remota idea. Todo este capítulo de la historia de Estados Unidos y la Unión Soviética parecía completamente desconocido”.

Es difícil averiguar el número de personas que abandonaron Estados Unidos para viajar a la Unión Soviética, según Carew. “Las fuentes indican que varios centenares de negros viajaron en épocas distintas y permanecieron en el país distintos periodos de tiempo… Además, algunos de ellos hicieron más de un viaje; otros nunca regresaron a Estados Unidos”, - escribe Carew. Pero sus historias deben salir a la luz.

“Esta película es urgentemente necesaria hoy en día, ya que habla de unas personas que no tuvieron miedo a nada a la hora de perseguir sus sueños y luchar por su dignidad y su libertad”, - declara Demikovski. El documental está listo para comenzar la fase de posproducción, pero los estudios, Red Pallet Pictures, todavía se encuentran recaudando fondos.

La Rusia postsoviética y Estados Unidos todavía comparten el vínculo creado por las historias de Rudd, Patterson y sus contemporáneos, que tomaron una valiente y controvertida decisión al mudarse a un lugar desconocido y extranjero para crear arte.

Este giro inusual de la historia todavía contribuye a la creación de nuevas relaciones, según Demikovski. La directora logró conocer a James Patterson, que en la actualidad tiene 80 años y vive en Estados Unidos, durante el rodaje de Los rusos negros: la experiencia roja. “Si, cuando era pequeña y estaba enamorada del niño de El circo, hubiera sabido que un día me convertiría en su amiga…”, comenta Demikovski.
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