7 documentales rusos que parecen obras de arte

Dziga Vertov / VUKFU, 1929
Estas obras han sido aclamadas por la crítica, tanto en Rusia como en el extranjero. Han convertido la realidad en arte y han pasado a la historia del cine.

1. Día del pan (1998), Sergué Dvortsevói

Dvortsevói pertenece a la clásica escuela soviética de documentales que se centra en el drama, los personajes interesantes y una composición precisa. Día del pan se grabó en una estación de tren abandonada a 80 km de San Petersburgo. Cerca de la estación hay un pueblo en el que todos los habitantes son ancianos. Una vez a la semana les entregan el pan y lo dejan en un vagón de tren desacoplado. En cada ocasión los aldeanos tienen que empujar el vagón del pan a lo largo de las viejas y oxidadas vías hasta su pueblo. 

La cámara impasible de Dvortsevói mira desapasionadamente el chirriante vagón y los intentos de los ancianos de ponerlo en movimiento y luego las disputas por un pedazo de pan entre los pobres aldeanos y el comerciante. Registra la historia de tal manera que parece una representación teatral. En realidad, hay una inmersión total en la vida de los personajes, a partir de la cual el director ha ensamblado hábilmente una imagen poética de la aislada aldea y su gente.La película ha ganado premios en toda Europa.

2. Los Belov (1992), Víktor Kossakovski

La película es un clásico del cine documental. Kossakovski dispara a la manera de Herz Frank, haciendo que el cuadro exprese más que la propia imagen. Para el director son más importante el contenido artístico y el simbolismo que la narración de eventos. Por esta razón sus historias aparentemente sin complicaciones cautivan al público de todo el mundo.

El retrato de un hermano y una hermana mayores, los Belov, que viven junto a un río es una de esas historias. Han estado compartiendo la misma casa durante largos años. Durante el día desentierran patatas juntos y por la noche se pelean en la mesa. Él, borracho, por enésima vez amenaza con matarla a hachazos “por su existencia sin rumbo”, mientras que ella sabe cómo disfrutar de la vida sin pretensiones, con sencillez. Sus actitudes ante la vida son polos opuestos entre los que la cámara maniobra sin prisa, respetuosa con ambos.

3. Cómo se infame (2007), Alina Rudnitskaia 

Hace un año Rudnitskaia hizo una película de 90 minutos, Escuela de seducción, en la que jóvenes rusas deciden dominar el arte de seducir a los hombres asistiendo a cursos especializados y luego aplican sus nuevas habilidades en la vida real. Filmó a las protagonistas, y todos sus altibajos, durante un período de siete años. Este largo proyecto se basó en un breve corto titulado Cómo ser infame o Academia de zorras. En él, las mismas protagonistas aparecían en una habitación abarrotada en una sesión de entrenamiento, justo al principio de su espinoso camino en “busca de la felicidad”, practicando poses sexys o técnicas para extraer dinero de los hombres. Los festivales occidentales estaban encantados con este acercamiento al arcaico y patriarcal sistema de valores de las mujeres rusas.

4. Anton está aquí cerca (2012), Liubov Arkus 

La opera prima del crítico de cine Liubov Arkus es uno de los documentales más poderosos realizados en Rusia en el siglo XXI. Todo comenzó con un melancólico poema titulado Gente escrito por un adolescente con autismo que se hizo viral en Internet y fue posteriormente publicado en la revista de cine Seans. Arkus buscó y encontró al autor, llamado Antón. El director pasó mucho tiempo con él. Antón, tras la muerte de su madre por cáncer, vive en centros de atención para personas con necesidades especiales y no recibe suficiente ayuda. Como resultado se vuelve cada vez más dependiente de los extraños. Poco a poco se acerca al niño, se convierte en una “segunda madre” y expone el estigma con el que vive un gran número de personas con autismo.

Antón está aquí cerca es una revelación y la declaración de una directora que cambió una realidad. Supuso además el inicio de una campaña benéfica y de la creación de una fundación. La película hizo realidad el sueño del legendario Dziga Vertov, que un día la cámara cambiaría el mundo y las relaciones humanas.

5. Hombre con la cámara (1929), Dziga Vertov

El pionero cineasta Dziga Vertov rodó una de las películas más importantes de la historia del cine y, según la revista británica Sight & Sound, el mejor documental de todos los tiempos. La recopilación silenciosa de fragmentos de la vida de la ciudad que muestran a la gente común de la URSS - algunas de las tomas de solo unos segundos de duración - demuestra todas las posibilidades del lenguaje cinematográfico. Esta “nueva forma de ver” sirvió como manifiesto y manual práctico para los documentalistas de todo el mundo.

El hombre con la cámara ha tenido innumerables bandas sonoras. Una de las mejores versiones es la de Michael Nyman y el grupo The Cinematic Orchestra, que unieron la vida en blanco y negro que se vive en la pantalla con el jazz contemporáneo.

6. Playa salvaje, salvaje. Calor pagadizo (2007), Alexánder Rastorguev

El documental muestra las vacaciones de verano de los rusos de bajos ingresos en una estrecha franja de la costa del mar Negro y sorprende por su franqueza, los retratos de sus protagonistas y las escenas de abuso animal, la gente los lleva a la playa para ganar dinero con los turistas que se fotografían con ellos. Los espectadores del canal franco-alemán Arte llegaron incluso a plantear la posibilidad de hacer campañas públicas en defensa de los camellos rusos.

Siguiendo los principios del cinéma vérité (no hay escenificación, la calidad es una consideración secundaria y no hay límites), Rastorguev hizo una obra dura, difícil de aguantar para muchos. La película de 90 minutos ganó el premio principal en el IDFA - el principal festival internacional de cine documental celebrado en Amsterdam. El profesor de Rastorguev, Vitali Manski, escribió: “Es una verdadera epopeya de la vida cotidiana rusa, el apogeo absoluto de la cinematografía documental. Si Rastorguev solo hubiera hecho esta película, habría sido más que suficiente para asegurar que se le considerara un genio”.

7. ¡Vivan las antípodas! (2011), Viktor Kossakovski

Otra obra maestra de Kossakovski, que abrió el Festival de Cine de Venecia en 2011. El director demuestra una vez más que el cine documental poético no siempre está destinado a los afectos de un estrecho círculo de cinéfilos, sino que puede existir competitivamente en la gran pantalla y tener éxito.

En ¡Vivan las antípodas! traza una línea recta a través del centro de la tierra para mostrar los profundos vínculos que existen entre las personas y los paisajes situados a la mayor distancia posible entre sí. Visitó China, Argentina, Nueva Zelanda, España, Siberia, Chile, Hawai y Botswana.

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