Las mujeres de Stalin: ¿a quién amó el mandatario soviético?

Alexánder Kislov
La vida privada de Iósif Stalin es poco conocida y mucha gente se sigue preguntando hoy en día cómo era realmente. Estas mujeres lo conocieron mejor que otros muchos.

Kato Svanidze: mujer de una familia pobre

Se solía decir que la primera esposa de Stalin, Ekaterina Svanidze, era tan tímida que se escondía debajo de la mesa cuando los amigos de su marido venían de visita.

Iósif Stalin y Kato Svanidze.

Kato conoció a Stalin a través de su hermano, Alexánder, con quien estudió en el seminario de Tiflis (Georgia). Stalin se enamoró de ella cuanto tenía 24 años. Poco después quiso casarse con Kato, una georgiana de familia pobre, que en aquel momento solo tenía 16. Aceptaron la propuesta de casamiento, pero con una condición, su boda tenía que ser por la iglesia.

Se casaron en 1906, y ese mismo año Kato dio a luz a un hijo, Yákov. Sin embargo, la mujer murió en 1907. No está claro si fue a causa de la tuberculosis o por una fiebre tifoidea. Un testigo recordó que Stalin estaba tan angustiado por su muerte, que en el funeral saltó a la tumba en cuanto colocaron el ataúd.

Sin embargo, ese amor no fue suficiente como para salvar a los parientes de Kato. En la década de 1930, su hermano y un compañero de estudios de Stalin fueron víctimas de la represión. Lo mismo le ocurrió a su esposa María, que murió en el exilio por un ataque al corazón cuando se enteró de la muerte de su marido.

María y Lida: romances en el exilio

Tras la muerte de Kato Stalin fue enviado al exilio en Siberia en cinco ocasiones. Al menos en dos ocasiones tuvo relaciones con sus caseras. Una de ellas se llamaba María Kuzákova. En 1911, la joven viuda con hijos dejó entrar a Stalin en su casa como inquilino. Comenzaron una relación y ella se quedó embarazada. Sin embargo, el exilió de Stalin concluyó en 1912 y continuó con sus actividades revolucionarias lejos de Siberia. No se quedó a ver el nacimiento de su hijo, Kostia.

La otra mujer se llamaba Lida Perepríguina. Él tenía 37 años y ella era una campesina de tan solo 14 años. Se alojó con ella entre 1914 y 1916. Tuvieron dos bebés. El primero murió, mientras que el segundo nació en abril de 1917 y se registró como Alexánder Dzhugashvili (el apellido real de Stalin). Los aldeanos acusaron a Stalin de haber seducido a una menor y él tuvo que prometer que se casaría con Lida. Sin embargo, tan pronto como terminó el período de exilio, Stalin abandonó la aldea.

Iósif Stalin y Lida Perepríguina.

Posteriormente, ambas mujeres escribieron a Stalin para pedirle ayuda, pero no recibieron respuesta. Además, en la década de 1930, se vieron obligados a firmar un documento en el que se comprometían a no revelar nunca el “secreto” del origen de sus hijos.

Nadiezhda Allilúieva: un tiro en el corazón

El matrimonio de Stalin con su segunda mujer duró 12 años. El mandatario soviético había pasado mucho tiempo con su madre, Olga, una mujer casada, durante su estancia en Bakú (Azerbaiyán) y recordaba cómo era Nadiezhda de niña. Según algunos testimonios, Stalin salvó a la pequeña Nadia cuando cayó al mar desde un terraplén de Bakú.

Iósif Stalin y Nadiezhda Allilúieva.

Se conocieron bien cuando Stalin, de 37 años, regresó de su exilio siberiano. Nadia tenía 16 y se enamoró de él. Se casaron dos años después. La gente de aquella época afirma que el matrimonio se basaba en el amor y en unos fuertes sentimientos. Sin embargo, todo terminó en un suicidio. En 1931, Nadiezhda se disparó en el corazón con una pistola Walther. El ama de llaves la encontró en el suelo junto a su cama.

Según una teoría, Nadiezhda estaba muy deprimida debido a la crueldad de su marido. “En presencia de Iósif, Nadia parecía un faquir en un espectáculo de circo, caminando descalza sobre cristales rotos, con una sonrisa para el público y con una terrible tensión en sus ojos”, declaró su amiga íntima Irina Gogua.

Por otro lado, corría un rumor según el cual, en una de sus discusiones Stalin le dijo a su esposa que, en realidad, era su hija. Así lo afirmaba la periodista Olga Kúchkina, cuyos familiares eran amigos de Allilúieva. Nadiezhda abortó diez veces a petición de Stalin.

Olga Lepeshínskaia y Vera Davídova: amor desde el escenario

“Bailarinas y mecanógrafas”, así es como María Svanidze resumía en su diario las predilecciones de la élite soviética. Olga Lepeshínskaia era la bailarina favorita de Stalin, según decían, aunque ella nunca admitió haber tenido una aventura con él. Sin embargo, había algo que no dejaba lugar a dudas: le gustaba visitar el Teatro Bolshói cuando ella actuaba. Stalin le regaló flores y la invitó a recepciones. Muchos años más tarde, en 2004, ella declaró: “Todas estábamos enamoradas de él. Podía ser muy dulce y muy agradable, pero probablemente no era más una imagen que se creó. En el fondo era una mala persona, vengativa y enfadada”.

Iósif Stalin y Olga Lepeshínskaia.

En cuanto a la cantante de ópera Vera Davídova, hay menos incertidumbre. En 1983 se publicó en Londres su libro de memorias Confesiones de una amante de Stalin, pero la familia de Davídova no lo reconoce. Su relación, a juzgar por el libro, duró 19 años.

En 1932, en una recepción en el Kremlin, Davídova, que era una mujer casada, encontró una nota en su bolsillo. Decía que un conductor la esperaba cerca del Kremlin. Fue a la cita secreta. La llevaron a la casa de Stalin. Después de tomar un café fuerte, Stalin la invitó a una habitación con un sofá grande y bajo. Preguntó si podía apagar la luz porque era más propicio para una conversación y, sin esperar una respuesta, apagó las luces. En las siguientes reuniones podía decir simplemente: “Camarada Davídova, desnúdate”.

“¿Cómo podía resistirme o negarme? En cualquier momento, con una sola palabra, mi carrera podría llegar a su fin o podían destruirme físicamente”, dijo ella, supuestamente. Durante su aventura con Stalin, Davídova recibió un apartamento de dos dormitorios en Moscú y ganó el Premio Stalin en tres ocasiones.

Valia Istómina: su última mujer

Valia Istómina fue la ama de llaves personal de Stalin y la que pasó la situación más dura.

En un principio estaba “destinada” a servir al general Nikolái Vlásik, jefe de la guardia personal de Stalin. Sin embargo, en ese momento fue cortejada por muchos hombres, incluido el temido Lavrenti Beria, jefe del NKVD. Cuando Valia llamó la atención del propio Stalin, todos los demás se retiraron. Llevaron a la chica a la dacha moscovita de Stalin, en Kúntsevo. Ella le puso la mesa y le preparó la cama cuando se retiró por la noche.

Iósif Stalin y Valia Istómina.

17 años después, cuando Stalin enfermó, Valia no fue donde estaba el mandatario. Fue violada por Vlásik y Beria. Al enterarse de que le había “engañado”, Stalin dio la orden de enviar a Valia a un duro campo de trabajo en Kolimá, en la región de Magadán. Vlasik también fue arrestado y enviado a un campo, mientras que Beria se salvó.

Afortunadamente para ella, la orden se canceló nada más llegar al campo. Dijeron que Stalin no podía soportar estar separado de ella.

Después de la muerte de Stalin, Svetlana Allilúieva, hija del mandatario, escribió sobre Valia en su libro Veinte cartas a un amigo: “Cayó de rodillas junto al sofá. Colocó la cabeza sobre el pecho del muerto y comenzó a llorar, como una mujer de pueblo. Hasta el día de su muerte estuvo convencida de que no había un hombre mejor que mi padre”.

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