Entre todas las artes marciales que hubo en la URSS, el kárate tuvo una historia de dos caras. Tan pronto como apareció se convirtió en todo un éxito.
En 1969 se abrió la primera escuela de kárate en el país socialista. Años después se celebraron los primeros torneos en varias ciudades soviéticas.
En la década de 1970 el kárate alcanzó su máxima popularidad y se abrieron escuelas por todo el país. Casi seis millones de personas practicaban el arte marcial.
En un primer momento, los mandatarios soviéticos le dieron la bienvenida al kárate, pero con el tiempo cambiaron de opinión. La popularidad de este deporte era tan grande que muchos profesionales dejaron el boxeo, el sambo y el judo. Esto supuso un duro revés para los equipos soviéticos de estas disciplinas que participaban en torneos internacionales y en los Juegos Olímpicos. El kárate no era un deporte olímpico, donde los soviéticos pudieran demostrar sus aptitudes.
Había otra razón, que tenía que ver con el mundo criminal. El kárate se convirtió en el arte marcial preferido de las pandillas. La policía soviética no estaba preparada para enfrentarse a luchadores tan habilidosos.
El kárate también se volvió peligroso en un sentido político. Durante una serie de disturbios en Polonia, gente que sabía kárate fue capaz de romper el cordón policial. El Kremlin no quería que en la URSS hubiera gente capaz de hacer algo así.
Su carácter sangriento fue otra razón para su prohibición. El kárate soviético difería significativamente de la versión internacional. Los métodos extranjeros rara vez cruzaron el “telón de acero” y los especialistas soviéticos desarrollaron una versión mucho más brutal.
Si fuera de la URSS se consideraba, principalmente, un arte marcial de autodefensa, el objetivo del karate soviético era destruir al enemigo, literalmente.
Apenas había reglas y los luchadores golpeaban a sus oponentes hasta hacerlos papilla, mientras fluía la sangre. En algunas escuelas de kárate incluso practicaban peleas masivas.
Todo esto provocó que el kárate se prohibiera oficialmente en la URSS en 1981. Las penas por enseñar kárate de manera ilegal podían ascender hasta los cinco años.
Los únicos que tenían permitido practicarlo eran los oficiales del KGB y algunas unidades especializadas de la policía.
Esta prohibición estuvo en vigor hasta 1989, pero ya nunca recuperó la popularidad que tuvo en la década de 1970.
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