¿Cómo es ser musulmán en Moscú?

Mijaíl Teréshchenko/TASS
En las principales fiestas islámicas, las mezquitas de Moscú no pueden acoger todas las oraciones. Entonces los musulmanes llenan todas las calles de los alrededores y se corta el tráfico.

El islam es la segunda religión autóctona de Rusia, y se encuentra entre los 20 primeros países del mundo en cuanto a población musulmana (13,6%). Cristianos y musulmanes han convivido durante siglos en el mismo estado, lo que explica en parte su capacidad para encontrar una lengua común incluso hoy en día.

La mayoría de los musulmanes de Rusia siguen viviendo en sus zonas históricas de asentamiento: el Cáucaso Norte y las repúblicas de Tataristán y Baskortostán. Allí la vida está más organizada según los cánones musulmanes, pero muchos musulmanes se están trasladando a Moscú y San Petersburgo, que ofrecen más oportunidades. Además, los residentes de Asia Central (antiguas repúblicas soviéticas) también emigran a Moscú para trabajar. Junto con los musulmanes de la capital, suman 3,5 millones de un total de 13 millones de moscovitas.

Una niña y su hijo en el parque Gorki de Moscú durante las celebraciones del Día de Rusia.

Históricamente, Moscú fue una ciudad ortodoxa y luego soviética (la URSS luchaba contra cualquier religión). Y ahora sólo hay cuatro mezquitas y varios centros culturales en la capital. Durante la oración de los viernes y, sobre todo, en los días festivos, las mezquitas no tienen capacidad para acoger a todos los asistentes, que se colocan en plena calle. A pesar de ello, los musulmanes consideran la capital una ciudad cómoda para vivir.

No hay negatividad, hay malentendidos

El imam de la Mezquita Catedral de Moscú, Marat-jazrat Arshabáiev, durante el namaz en la Mezquita Catedral de Moscú con motivo del Eid al-Adha.

Aísha nació en Ingushetia (Ingusetia es una república rusa del Cáucaso Norte, el 98% de cuya población es musulmana) en el seno de una familia musulmana y llegó a Moscú en 2021. También tiene amigos y parientes en la capital, por lo que se comunica más con los musulmanes que con los de otras religiones. Hay muchos musulmanes en Moscú. “A menudo tengo la sensación de no haberme ido a ninguna parte: vaya donde vaya, todos los días me encuentro con al menos 3-4 chicas cubiertas, por no hablar de los musulmanes en general”, dice Aísha.

Aísha también lleva hiyab. Hay veces que oye bromas o comentarios extraños sobre ella, pero no se lo toma como algo negativo, sino como un malentendido que puede superarse con el tiempo.

“Cuando mi hermana cubierta llegó a la universidad por primera vez, sufrió el rechazo de los estudiantes. Pero es una persona muy extrovertida y, con el tiempo, ella misma entró en contacto con todo el mundo. Todos se dieron cuenta de que el pañuelo no la convierte en una extraterrestre. Ahora está muy bien y se ha hecho amiga de todo el mundo”.

Una mujer con un niño en la plaza Manézhnaia de Moscú.

Según Aísha, esta “distancia” le molestó al principio, pero al mismo tiempo notó que la trataban con más cuidado y respeto que a sus amigos no musulmanes: La gente en Rusia es muy abierta y enseguida se hace cercana. Cuando llevas un pañuelo en la cabeza, no saben muy bien lo que pueden y no pueden hacer o decir. Por eso se comunican de forma más reservada y respetuosa.

Me gusta Moscú: aquí todo es muy cómodo. Puedes rezar en cualquier sitio, puedes ir a una mezquita, puedes dar el zakat (limosna anual obligatoria que pagan todos los musulmanes) a fondos especiales. Mis conocidos musulmanes, que viajan mucho, siempre dicen que, entre las ciudades no musulmanas, Moscú es la número 1 en comodidad para los musulmanes. Incluso Londres está en segundo lugar.

Preguntas sobre el islam

Moscú. Adoradores el día del sacrificio de Eid al-Adha en la mezquita conmemorativa de Shujada, en la colina Poklónnaia. Las festividades sin medidas restrictivas debido a la pandemia de coronavirus se celebran por primera vez desde 2020.

Kamilla nació y creció en Samara (ciudad de la región del Volga Medio, a unos 1.000 km de Moscú) en el seno de una familia musulmana. Y aunque tenía más conocidos musulmanes en su ciudad natal, se siente cómoda en Moscú: “La religión es lo que hay dentro de una persona. Así que me da igual tener musulmanes a mi alrededor. Y no importa si la ciudad es musulmana o no. Por supuesto, es agradable ir a ciudades donde la llamada a la oración se oye desde los minaretes cinco veces al día; es un ambiente completamente diferente. Pero sigo prestando más atención al nivel general de comodidad”.

Según Kamilla, aquí nadie dice nada malo sobre ella personalmente o sobre su fe. Hubo un incidente desagradable cuando unas chicas de la universidad hablaron mal del islam delante de ella. Pero no estropeó su impresión de la ciudad en general. Kamilla cree que en Moscú hay tanta gente que es más fácil conocer a personas afines, incluso en el ámbito islámico.

Preservación de la identidad

Moscú. Musulmanes ante la Mezquita Catedral en Uraza Bayram (Eid al-Fitr).

Magomed, checheno, comparte la opinión de Kamilla sobre la amabilidad de los moscovitas. Le gusta especialmente cuando la gente le hace preguntas sobre el islam. Se alegra cuando la gente intenta comprender su fe.

Magomed nació en una familia musulmana de Chechenia, pero sólo vivió allí tres años antes de trasladarse a Alemania. Como pasó su infancia en Alemania, tomó conciencia de su nacionalidad y religión tarde y sólo hablaba alemán e inglés. No fue hasta que regresó a Chechenia con 11 años cuando aprendió checheno y ruso y se sumergió en el estudio del islam.

“Me sentí incómodo y me comporté muy tímido durante mi primer año en Moscú. Pero luego me adapté. Moscú en general me ayudó a darme cuenta de que soy mucho más sociable de lo que pensaba”. Magomed no encontró ninguna negatividad hacia su persona, aunque de vez en cuando escuchó bromas sobre los musulmanes basadas en estereotipos: “Sería una pena que empezaran a burlarse de mí o a insultar mi fe, pero eso nunca ha ocurrido”.

Moscú. Musulmanes durante el solemne namaz con motivo de Uraza Bayram (festividad de Eid al-Fitr) cerca de la mezquita Sobórnaia.

Las empresas e instituciones moscovitas no permiten pausas para rezar, pero Magomed nunca se pierde una oración de todos modos. Se lleva una esterilla o utiliza su chaqueta cuando no tiene una a mano. Otros musulmanes de Moscú hacen lo mismo, a veces incluso en el metro. “Me inspiró una escena que vi con mis propios ojos de camino a una parada de autobús este invierno: había un pequeño campo junto a la parada, cubierto de nieve, y en medio de este campo un hombre había extendido una estera y estaba realizando el namaz”, dice Magomed.

Para los hombres islámicos, además de las cinco oraciones diarias, existe la oración obligatoria del viernes en la mezquita, que tiene lugar a mediodía. Y este es uno de los pocos problemas que Magomed ha notado: “El viernes en Moscú no es un día libre, tampoco hay jornada laboral reducida, tardo una hora y media en llegar a la mezquita. A veces tengo que saltarme la oración del viernes”.

Magomed admite que le resultaría más fácil observar los preceptos islámicos en Chechenia, pero ve más oportunidades en Moscú. También echa un poco de menos Alemania, pero si tuviera que elegir entre Alemania y Rusia, preferiría Rusia: la espiritualidad y la conexión con sus raíces son importantes para él.

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