El narval, el unicornio acuático del Ártico

Narwhal Project Office (CC BY-SA 4.0)
Imagina un enorme delfín del tamaño de un 4x4 con un colmillo gigantesco. Así es más o menos el llamado “unicornio de mar”.

¿Crees en los unicornios? En las frías aguas del Océano Ártico vive una rara criatura marina con un largo cuerno, el narval. Sólo hay un animal así en el mundo.

Mucha grasa para sobrevivir en ambientes extremos

El narval es imponente: la longitud de su cuerpo puede alcanzar los 4,5 metros, su peso 1,5 toneladas, y un tercio de éste está representado por una capa de grasa. Pero esto no le molesta en absoluto, al contrario. Por el contrario, los narvales viven en el gélido Océano Ártico y, por tanto, necesitan grasa para mantenerse calientes.

Un diente canino de varios metros de largo

El rasgo distintivo de los narvales es un largo incisivo (sólo los machos tienen uno). Estos animales no tienen dientes inferiores, sólo dos superiores, y uno de ellos, un canino, acaba convirtiéndose en este colmillo. A veces puede alcanzar una impresionante longitud de 3 metros.

Este “cuerno” es muy fuerte y flexible, pero si se rompe, se cubre con una especie de tejido óseo para proteger las terminaciones nerviosas. Sí, su defensa incluye las terminaciones nerviosas.

¿Y para qué sirve? Los científicos están divididos sobre esta cuestión. Algunos piensan que el cuerno es necesario para proteger al narval de sus enemigos, otros para atravesar el grueso hielo del océano, y otros que con la ayuda de sus terminaciones nerviosas el narval detecta diversos parámetros, como la temperatura y la presión del agua.

Y, por supuesto, el cuerno ayuda a atraer a las hembras. Tal vez ese sea el objetivo.

Único en su género

Los narvales pertenecen al orden de los cetáceos, familia de los monodontidae, que incluye dos géneros, cada uno con una sola especie: la beluga y el narval. Sin embargo, en 1990, los científicos descubrieron un híbrido de estos dos animales.

El nombre del narval parece derivar de las palabras islandesas “nár” (cadáver) y “hval” (ballena). Esto suena un poco aterrador, pero se explica simplemente por el particular color de su piel: gris pálido con manchas oscuras.

Tiene su propio ‘idioma’

Los narvales viven en pequeños grupos, tal vez sin relación entre sí. Sin embargo, se comunican entre sí mediante sonidos únicos. Algunos de estos ruidos son como suspiros, otros como chasquidos, otros como gritos. Pueden cazar juntos pequeños peces o mariscos, intercambiando diversos sonidos. Y lo más interesante es que cada grupo tiene su propia lengua o “dialecto”. Todavía no se sabe si otros grupos de narvales lo entienden.

Hay muy pocos, pero nadie sabe exactamente cuántos

Los narvales viven en rincones tan remotos y fríos del océano que a los científicos les resulta bastante difícil estudiarlos. Se han observado en la zona del archipiélago ruso de Francisco José, cerca del archipiélago noruego de Svalbard y cerca de Groenlandia. También se han dado casos de migración de narvales asociados a la deriva del hielo, y estos animales han sido vistos en las costas de Gran Bretaña en particular. Sin embargo, su hábitat preferido son las altas latitudes frías y deshabitadas del Ártico. Los investigadores calculan que puede haber entre 40 y 50.000 narvales en el mundo, pero son cifras muy aproximadas.

Múltiples depredadores

Los narvales tienen enemigos en la naturaleza: los osos polares y las orcas. Sin embargo, es la especie que más sufre por parte de los humanos: en algunas culturas, su cuerno, considerado en su día como el del mítico unicornio, se presenta como una cuasi-panacea para todas las enfermedades; esto es, por supuesto, sólo una leyenda. Su colmillo también se utiliza para fabricar suvenires, mientras que el calentamiento global y la contaminación son una amenaza creciente para la especie. En Rusia, la pesca de narvales está totalmente prohibida.

No sobreviven en cautividad

Aunque pueden vivir hasta 50 años en la naturaleza, los narvales son incompatibles con el cautiverio, ya que todos los experimentos de cría han fracasado. Sin embargo, por el momento, su supervivencia no está en duda, y figuran en la Lista Roja de la UICN como de preocupación menor, la mejor categoría.

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