10 razones para no ir NUNCA a una dacha rusa

Vladímir Pesnia, Ekaterina Chesnokova/Sputnik; Legion Media; Getty Images
Una imagen romántica de una acogedora casa de campo no es más que la punta del iceberg. ¿Sabes lo que realmente te espera allí?

1. Es difícil llegar 

Amantes de la dacha en una estación de tren.

Los problemas empiezan desde el principio, ¿cómo se llega a una dacha? Si tienes tu propio coche, prepárate para pasar tres horas en un atasco, porque no eres el único en salir a la dacha un viernes por la tarde/noche o el sábado por la mañana.

Y si no tienes coche, tendrás que tomar un tren o un autobús suburbano lleno de gente donde te tocará estar de pie casi todo el trayecto porque esa mujer con las macetas necesita sentarse, ¡qué poco respetuoso eres! Al llegar a la estación o a la parada del autobús tendrás que caminar varios kilómetros hasta la dacha y no te olvides de todas esas bolsas de comida y cosas necesarias que tienes que llevar para dos días.

2. Tendrás que trabajar duro

Hay muchos oficios que podrás hacer en la dacha.

Si te imaginas una dacha como una especie de paraíso donde podrás tumbarte y descansar con una copa en la mano... estás muy equivocado. En la dacha tienes que trabajar, porque siempre hay algo que necesita ser arreglado, reparado o plantado. Se puede cubrir todo el territorio con hormigón... pero entonces se parecerá aún menos al paraíso. Incluso en ese caso siempre hay algo que arreglar dentro de la casa o al menos, limpiar.

3. Mosquitos

¡Llévate un spray antimosquitos!

Ya es tarde, has hecho casi todo lo que tenías que hacer y te sientas en una butaca fuera para finalmente disfrutar de tu copita y escuchar a las cigarras cantando. Pero... no podrás  quedarte sentado tranquilamente. Cuando el sol se pone, ¡es la hora de mosquitos!.

Es curioso que cuando uno vuelve a la oficina el lunes, siempre puede identificar a los amantes de la dacha: no paran de rascarse.

4. Toda tu ropa olerá a humo

Preparar el 'shashlik' suele ser un oficio masculino.

Un fin de semana en la dacha siempre se asocia a la barbacoa o el shashlik, como lo llaman en Rusia. Siempre hay un hombre que se encarga de asar todo. Pero no importa si eres este hombre o no... ya que tu ropa seguirá oliendo a humo. Al volver a la ciudad tendrás que meter la apestosa chaqueta en la lavadora. Ah, espera... Los rusos tienen una forma de lidiar con esto: tienen ropa especial para usar en la dacha.

5. Los vecinos locos

Recuerda, ¡los vecinos te están viendo!

Bueno, en tu edificio de apartamentos, también tienes varios vecinos y seguro que algunos de ellos son ruidosos. ¡Pero al menos no te ven! En la Rusia rural, quienes pueden permitírselo, construyen altas vallas de ladrillo para que nadie pueda verles. Sin embargo, la mayoría de las dachas solo tienen una alambrada o una cerca de madera. Ambas permiten que tus vecinos te espíen. Esto significa que no puedes trabajar en tu bronceado completo... Y las fiestas locas y las guitarras a medianoche de los vecinos de ambos lados siempre son un problema.

Pueden empezar a cortar el césped con ese horrible ruido a las 7 a.m. un domingo, o quemar las hojas secas cuando hace +30ºC afuera. Y no manera de escapar al humo, ni siquiera tu apestosa ropa te salvará.

Pero hay algo bueno de tener vecinos locos: puedes celebrar una Nochevieja loca con ellos (o cualquier otra fiesta), tirando fuegos artificiales y bebiendo fuera toda la noche.

6. ¿Inodoro? 

Sí, el baño está ahí dentro...

La mayoría de las dachas clásicas tienen pequeñas chozas de madera (con un agujero dentro) en el jardín. Así que si necesitas ir por la noche tendrás que vestirte, ponerte zapatos, tomar una linterna y rezar para que ninguna bestia nocturna se abalance sobre ti y no te tropieces.

Otra cosa de estos baños es que hay un agujero profundo que se llena gradualmente durante el verano. Necesitan ser vaciados en una fosa séptica. Lo sabrás con solo olerlo una vez que estés dentro. Además, estas pequeñas cabañas de madera son el paraíso para docenas de tipos de insectos... Bueno, si eres un valiente biólogo o entomólogo, ¡te divertirás!

7. ¿Agua caliente, ducha? Vuelve a la ciudad, flojo

Lavabo a la rusa.

Los baños exteriores pueden ser considerados casi un lujo, si lo comparamos con el hecho de que en pocas casas de campo hay agua caliente (o agua en absoluto) y una ducha. En el mejor de los casos, habrá otra cabaña con un depósito de agua calentada por energía solar. Si no tienes un suministro de agua tendrás que llenarla tú mismo subiendo una escalera cargado con cubos. Y si tienes un suministro de agua, tienes que rezar para que el verano sea soleado. Buena suerte o mejor espera hasta que vuelvas a casa y puedas bañarte a gusto.

8. Sin calefacción

En la dacha siempre encontrarán un viejo abrigo soviético para ti... de los años 60.

Cuando hace calor en verano, la falta de una ducha o baño no preocupa tanto. Las casas de madera siempre están fresquitas por dentro. Pero si no tienes suerte, llueve y la temperatura no supera los 15ºC, tendrás que ponerte toda tu ropa, esa que huele a humo, ya que la mayoría de las casas no tienen calefacción, ni chimenea o estufa. Por eso los rusos no suelen ir a las dachas en invierno. Los calentadores eléctricos portátiles serán incapaces de calentar una casa entera que estaba congelada durante el invierno. 

9. Mala cobertura 

Durante la cuarentena hubo quienes instalaron dispositivos para reforzar la señal y  trabajar desde la dacha... pero aún así no hay conexión wifi.

Hay gente que dice actualmente: “Si no sale en Instagram es que no ha pasado". Siguiendo este dicho, los rusos no van a las dachas. No pueden publicar fotos de esas grandes flores o de los tomates o de las enormes fresas. ¿Un amigo te envió un vídeo divertido con gatos? Tendrás que tener paciencia hasta que vuelvas a la ciudad, donde tu señal será lo suficientemente fuerte para poder verlo. ¿Conseguir una comida con entrega a domicillo? ¡Ni lo sueñes! En el mejor de los casos no vedrán...

10. Tendrás que abandonar la dacha algún día

La dacha de nuestros sueños.

De lo más desagradable y triste de la dacha es que siempre hay un momento en el que tienes que salir y volver a la ciudad, enfrentarte al tráfico y al trabajo. Esos fines de semana soleados en los que discutías con el chef de la barbacoa sobre lo poco que querías tu filete, o cazar mosquitos por la noche con toda la familia o estar enfadado con los vecinos ruidosos... Todo se acabará. Así que con la dacha, lloras dos veces, cuando llegas y cuando te vas. 

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