Las catástrofes naturales en Rusia no son demasiado comunes, pero algunas regiones están más expuestas a sufrirlas que otras. En los últimos años, los rusos han experimentado olas de calor, inundaciones, terremotos y lluvias heladas.
A lo largo de julio de 2013, el Lejano Oriente ruso fue azotado por fuertes lluvias que provocaron el desborde del río Amur. Como resultado, cinco regiones experimentaron el peor diluvio de la historia del país. Durante unos meses, Jabarovsk, la ciudad más grande del distrito federal del Lejano Oriente, se convirtió en algo parecido a Venecia (pero sin la arquitectura renacentista). En total, 235 asentamientos, más de 2.000 kilómetros de carreteras y 13.000 bloques de apartamentos fueron inundados, sumiendo en la miseria a 90.000 habitantes. El agua comenzó a retroceder hasta sus niveles iniciales sólo a mediados de septiembre. Más de 300.000 personas participaron en la operación de limpieza, incluido personal militar estacionado en el distrito, mientras que una colecta a nivel nacional recaudó más de 2.000 millones de rublos (unos 30 millones de dólares) para las víctimas.
Este fue el desastre natural más devastador en la historia de la región. En julio de 2012, tras unas fuertes lluvias, diez pueblos y ciudades portuarias quedaron arrasados por el agua, entre ellos Guelendzhik y Novorosíisk. Pero la peor parte se la llevó la ciudad de Krimsk y su población de 57.000 personas, de las cuales 150 perecieron. Los informes de los testigos presenciales afirman que la tragedia ocurrió de noche, cuando todos estaban dormidos, y no hubo ninguna advertencia de la inminente calamidad. Como resultado, más de 53.000 personas fueron víctimas del desastre, la mitad de las cuales perdieron sus propiedades. 7.000 bloques de apartamentos, hospitales, escuelas y estadios fueron destruidos. Vladímir Putin visitó Krimsk tres veces en julio, y a los rescatadores rusos se les unieron colegas de Bielorrusia y Azerbaiyán. Con motivo del primer aniversario de la tragedia, se erigió en Krimsk un monumento conmemorativo bautizado como “Muro del Llanto”.
El verano de 2010 fue abrasador. En junio, Moscú registró la temperatura más alta experimentada allí en los últimos 130 años. Los residentes hicieron de todo para librarse del calor de más de 40 grados, comprando todos los ventiladores, acondicionadores de aire y pistolas de agua (!) de las que pudieron hacerse. Pero lo peor estaba por llegar. Debido a este calor anormal, las turberas de alrededor de Moscú comenzaron a arder, cubriendo la ciudad con un apocalíptico manto de esmog. La visibilidad disminuyó hasta 50-100 metros. Los moscovitas incapaces de huir caminaban usando respiradores y mascarillas. Cientos de vuelos sufrieron retrasos, lo que provocó que miles de personas abarrotasen los aeropuertos. El olor a quemado incluso llegó al metro. El humo en Moscú era tan fuerte que las alarmas de incendio en algunos edificios saltaban continuamente. Sólo a mediados de agosto se disipó finalmente el esmog.
Rusia Central también fue golpeada por el calor en 2010. Las altas temperaturas provocaron sequías e incendios forestales. Un total de 127 asentamientos en Riazán, Nizhni Nóvgorod, Kaluga, Tver y muchas otras regiones sufrieron las consecuencias de la calima, resultando quemadas muchas aldeas. Más de 50 personas perecieron debido al humo y las llamas, y 1.200 bloques de apartamentos fueron destruidos. Muchos países, entre ellos Turquía, Azerbaiyán y Polonia, ayudaron a extinguir los bosques en llamas.
Como si el verano de 2010 no fuera suficiente, el final del año trajo más tiempo anormal a la capital rusa. Poco antes de Año Nuevo, Moscú fue azotada por una lluvia helada, un fenómeno bastante raro que tomó a los residentes desprevenidos. En el primer día del gélido aguacero, alrededor de 100 personas necesitaron tratamiento hospitalario después de resbalar sobre el hielo. Y no fueron sólo las calles y las aceras las que se convirtieron en escarcha. En la región de Moscú, las líneas eléctricas, incrustadas con este material, se rompieron. En algunos distritos, los residentes tuvieron que celebrar el Año Nuevo sin electricidad. Los pasajeros del aeropuerto de Domodédovo se vieron obligados a pasar más de 24 horas acurrucados en las frías y oscuras terminales. Se cancelaron aproximadamente 150 vuelos.
Resultó que este “fenómeno muy raro” golpeó de nuevo a Moscú en diciembre de 2013, enero de 2015, noviembre y diciembre de 2016...
El Lejano Oriente de Rusia, el Cáucaso Norte y Siberia Oriental son consideradas regiones sísmicamente peligrosas. Los temblores subterráneos son bastante frecuentes y causan, entre otras cosas, grietas en edificios y carreteras. Sin embargo, sufrir terremotos verdaderamente fuertes es algo raro.
En los últimos tiempos, el terremoto más fuerte acontecido en Rusia (7,6 en la escala de Richter) ocurrió en mayo de 1995 en la isla de Sajalín. La ira de la naturaleza aniquiló la aldea de Neftegorsk en sólo 17 segundos, enterrando a más de 2.000 personas bajo los escombros, dos tercios de la población. Neftegorsk nunca fue reconstruida. Los habitantes sobrevivientes fueron reubicados en otros pueblos y ciudades de la región, y se colocaron lápidas en el lugar de la tragedia.
Pincha aquí para conocer diez cosas que debes hacer para sobrevivir a un terremoto.
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