Fuente: ITAR-TASS
En el vestíbulo de la Cámara de Industria y Comercio se expusieron las mejores obras de varios joyeros contemporáneos rusos. El centro de la exposición es la maqueta de una iglesia ortodoxa de plata realizada en filigrana, un delicado patrón a partir de un hilo muy fino. Los visitantes extranjeros sacaban fotografías llenos de admiración con sus teléfonos móviles. El objetivo principal de esta pequeña exposición moscovita no era mostrar las joyas, sino buscar la manera de aumentar su competitividad y su capacidad de llamar la atención en todo el mundo.
Elena Pánina, diputada de la Duma Estatal, declaraba que en Rusia se ha creado una competencia interna en el mercado de la joyería, pero que el mercado ruso todavía figura muy por detrás de los mercados internacionales. La culpa la tienen las dificultades legislativas.
El vicepresidente de la Cámara de Industria y Comercio, Alexander Rybakov, declara que la correlación entre los productores extranjeros y nacionales en el mercado es de un 25 % frente a un 75 %, por ahora a favor de los joyeros rusos. “Únicamente se exporta un 5 % de los productos nacionales”, señala Rybakov.
El director del Gremio de Joyeros de Rusia, Gaguik Guevorkián, comenta que esta cifra podría ser cuatro o cinco veces mayor. Según Guevorkián, en Rusia se extraen 226 toneladas anuales de oro, de las cuales únicamente 50 toneladas se destinan a la industria de la joyería. El experto indica que la importación es siete veces mayor que la exportación. “Nuestras joyas no pueden competir con la importación de bajo coste”, declara Guevorkián. Este señala también que para promocionar las obras rusas es necesario apoyar a las marcas rusas.
Ya se han dado algunos casos de éxito. El artista joyero Ilguiz Fazulzianov, director del taller de joyas de la marca Ilgiz F, ha recibido recientemente varios prestigiosos premios en el ámbito del arte joyero, en Francia y Suiza le llaman “el rey del esmalte” y sus obras se venden en la casa de subastas Christie’s.
Según Fazulzianov, en el extranjero sus obras se venden mucho más que en Rusia. “Mis obras van más allá de las fronteras. Ellas hablan por mí y me considero muy afortunado, - cuenta el joyero. – El año pasado estuvimos en América y en Japón, allí muestran mucho interés por mi obra. Este año hemos empezado a trabajar en Suiza. El 1 de octubre inauguré una exposición personal en Ginebra. Tenemos otro proyecto en Londres y planeamos trabajar también con Singapur. En cualquier caso, siempre somos bienvenidos allí donde existe una buena situación financiera, donde hay coleccionistas y gente que valora el arte”.
Fazulzianov comenta que sus obras resultan interesantes para un público con experiencia, capaz de encontrar en ellas técnicas desconocidas de creación, cosas inusuales. “Las técnicas que nosotros aplicamos no se emplean en ningún otro lugar, - comenta el joyero. – Los coleccionistas suelen escoger los objetos más complejos. Si tienen pensado llevar las joyas más a menudo, escogen algunas más sencillas, pero incluso la más sencilla de ellas puede pasar a primera vista por una obra de arte. Cada elemento y detalle de nuestras joyas tiene un significado y una razón de ser”.
No obstante, el caso de Ilguiz es por ahora una excepción. El presidente de la compañía joyera Almaz Holding, Flun Gumérov, señala que el objetivo de entrar en el mercado internacional será muy beneficioso, aunque por ahora no queda claro cómo conseguirlo.
Según Gumérov, existen otros problemas además del desequilibrio entre importación y exportación. Por ejemplo, los joyeros rusos apenas exportan sus productos, ni siquiera a los países de la CEI, sus vecinos más cercanos. “Debido a la existencia de ciertas dificultades burocráticas para los empresarios del país, la producción está comenzando a abandonar Rusia”, constataba tristemente Gumérov.
El especialista comenta que uno de los mejores fabricantes, cuyas piezas han ganado premios en exposiciones internacionales, ha trasladado recientemente sus plantas de producción a Tailandia. La gota que colmó el vaso para que sus propietarios tomaran esta decisión fue un error burocrático. “Los propietarios entregaron unas piezas a una oficina en la que debían ponerles un sello sobre la calidad del material, pero en lugar de pegar el sello en la parte interior de las joyas, lo hicieron en la parte exterior, echando a perder las obras”, señala Gumérov. Según este experto, la situación de la industria joyera se podría cambiar en un año si hubiera voluntad política para ello.
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