El camino hacia un crecimiento económico saludable

Vista de "Moskva-city", centro de negocios de la capital. Fuente: RIA Novosti / Tatyana Gritsaieva

Vista de "Moskva-city", centro de negocios de la capital. Fuente: RIA Novosti / Tatyana Gritsaieva

Quizá hayamos dejado definitivamente atrás unas altas tasas de crecimiento y ahora sea más importante conseguir que este sea estable. La economía rusa está dando pasos para ello: no tiene una deuda elevada, cuenta con mano de obra cualificada y el rublo está aislado de la volatilidad global. Aún así queda muchas y muy problemáticas cuestiones por resolver.

Los abundantes recursos naturales y la numerosa mano de obra cualificada de Rusia convierten al país eslavo en una nación de gran potencial y, en los círculos de inversores, se cree que estas características son suficientes para mantener una fuerte tasa de crecimiento en los próximos años. Sin embargo, a causa de la crisis, el éxito vivido en la década del 2000 sufrió una brusca detención seguida de un periodo débil de crecimiento.

 Un cambio de paradigma en los mercados energéticos (el auge del gas pizarra, la revolución del petróleo en Norteamérica y el auge de la producción de petróleo en Irak) ha limitado las posibilidades de obtener futuras subidas en el precio del petróleo.

El auge del consumo que se experimentó la pasada década y que, en parte, mantuvo la dinámica ascendente de los precios ha tocado fondo. Muchos ahora son menos optimistas con respecto a las perspectivas de Rusia. El país debe demostrar que es capaz de usar su potencial para lograr un crecimiento fuerte y sostenible, sin necesidad de apoyarse en la subida de precios del petróleo.

Desde el punto de vista macroeconómico, Rusia contaba con la fortuna suficiente para salir del boom en buena forma. En contraste con la mayoría de países desarrollados y emergentes, la relación de la deuda de Rusia con respecto a su PIB equivale solo al 10%, aproximadamente.

De hecho, si se tiene en cuenta el dinero que Rusia ha acumulado en diferentes fondos, se podría decir que el país está libre de deuda. Los últimos dos años el presupuesto de Rusia se ha equilibrado y, en algunos casos, ha experimentado un superávit. La crisis del 2008-09 demostró el valor de una política macroeconómica prudente, un área que Rusia ha seguido reforzando en los últimos años.

El año pasado, Rusia mejoró la sostenibilidad a largo plazo de las finanzas públicas introduciendo una nueva ‘norma presupuestaria’ que establecía un gasto máximo en función del precio medio a largo plazo del petróleo.

Una vez que la regla está en uso, cualquier subida temporal de los precios del petróleo se traducirá en un fortalecimiento de los fondos de reserva, en lugar de un incremento de los pasivos.

El principal cambio se ha producido en el mercado de divisas, donde el rublo ha ganado flexibilidad de manera significativa, mientras que el Banco Central se ha concentrado en la administración de las tasas de interés y el control de la inflación.

En los últimos años, las discusiones sobre la economía rusa, por lo general, empezaban con una pregunta sobre el punto de inflexión en el presupuesto del precio del petróleo.

Sin embargo, un régimen más flexible de los tipos de cambio ha suavizado la dependencia presupuestaria en los precios del petróleo.

Puesto que todos los gastos presupuestarios de Rusia están denominados en rublos, lo que importa no es el precio del petróleo en dólares, sino en la moneda del país eslavo.

Por lo tanto, ahora que el rublo se debilita a causa del descenso del precio del petróleo, su precio en rublos (y, por tanto, los ingresos del gobierno y el equilibrio presupuestario) se mantiene relativamente aislado de la volatilidad global.

Las mejoras en el marco macroeconómico no son suficientes por si solas para conseguir unas tasas de crecimiento fuertes. Este año, la economía mostrará una tasa de crecimiento saludable aunque modesta, de entre el 2 % y el 2,5%.

No son unas cifras excelentes y aún quedan algunos desafíos difíciles de superar. Por ejemplo, los datos demográficos siguen siendo el talón de Aquiles de la economía rusa y son casi imposibles de remediar. Ante la situación actual, el crecimiento debe provenir de un aumento en la productividad, un fortalecimiento de las inversiones y una mejora de la eficiencia.

Pero el potencial de crecimiento de Rusia está atrapado por debajo del 3% debido a la baja calidad del clima institucional y de la inversión.

La buena noticia es que Rusia, finalmente, ha comprendido que no existen los ‘almuerzos gratuitos’ y que las reformas son cruciales para volver a acelerar el crecimiento. El año pasado, el país finalmente se convirtió en miembro de pleno derecho de la Organización Mundial del Comercio y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) es la siguiente en su lista de adhesiones.

Rusia ocupa actualmente el puesto 112 en el informe ‘Doing Business’ del Banco Mundial y, aunque está por delante de Brasil y de la India, se ha propuesto el ambicioso objetivo de subir hasta uno de los 20 primeros puestos para 2018. Sin obviar las dificultades que implica lograr este objetivo, espero que Rusia alcance uno de los 50 primeros puestos en cinco años.

Hoy en día, Rusia debe crear un marco institucional más favorable y mejorar el clima empresarial y de inversión para establecer una base macroeconómica sólida. Si tiene éxito, el país podría resurgir con un modelo de crecimiento nuevo, más robusto y estable, y menos dependiente del mercado global de las materias primas.

Puede que nunca volvamos a las altas tarifas del pasado, pero los acontecimientos de los últimos años han demostrado una vez más que es mejor tener un crecimiento menor pero más saludable.

Maxim Oreshkin es economista jefe para Rusia en VTB Capital.

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