Se ha repetido hasta la saciedad que Chipre era una especie de Suiza del Mediterráneo. Pero, ¿es realmente así? Fuente: Reuters
El mensaje es duro. Inmisericorde. Chipre se ha convertido en una especie de camarote de los hermanos Marx de los indeseables. Traficantes, mafiosos, blanqueadores de dinero, evasores fiscales. Esa es la imagen en el espejo que nos devuelve un país pequeño –apenas 860.000 habitantes con un PIB de 17.550 millones de euros– que pasaba por la vida de los europeos y del mundo tan silencioso como un susurro.
Pero la Unión Europa, ideóloga del rescate, y los medios de comunicación aseguran ahora que desde hace una década era una especie de Suiza del Mediterráneo donde se preguntaba poco por el origen del dinero, el impuesto de sociedades era ínfimo (10%) y los niños aprendían casi desde el colegio a crear sociedades interpuestas (sandwiches, en el argot isleño) para evitar pagar impuestos.
Además gran parte de esta “creatividad financiera” procedía de los cerca de 50.000 rusos que habitan esa tierra y que habían llegado hasta allí como resultado de una pérdida de fe en los bancos rusos, las leyes rusas y el Gobierno. Y nada mejor que establecerse en un cuasi paraíso fiscal en plena Unión Europea donde la seguridad jurídica está tatuada en la piel, y el sol brilla 300 días al año.
Esta confianza hizo que los rusos depositaran en los bancos de la isla unos 35.000 millones de euros –una cifra que algunos analistas, como Álex Fuste, economista jefe de Andbank, eleva a 85.000 millones–. Por su parte, el Fondo Monetario Internacional apunta a que el 34% de la inversión de Rusia en el exterior se dirigía a Chipre.
Esta es la fotografía que nos ha llegado del país. Repetida urbi et orbi. Sin embargo, ¿es realmente así? Chipre es una isla que quiso construir un paraíso. Pero no fiscal.
Es cierto que sus condiciones tributarias son bastante favorables, aunque no muy distintas a las de Luxemburgo o Irlanda. No hay que olvidar que el este último país por el mero hecho de tener un impuesto de sociedades muy bajo (12,5%) ha conseguido atraer suficiente capital como para lanzar su pasivo bancario hasta el equivalente a diez veces el PIB. Y lo ha hecho actuando de una forma desleal con el resto de la Unión Europea. ¿Cómo puede competir España en atraer capitales extranjeros cuando las plusvalías de sus sociedades se gravan un 30%?
¿Es entonces Irlanda otro Chipre?, ¿Es insolidario?, ¿Es un nido de ventajistas? Nadie lo ha dicho. Nadie lo ha escrito.
Lo que sí se ha repetido y escrito es que Chipre era una ingente máquina de lavar dinero ruso de procedencia ilícita. Es incontestable que ha habido casos –y bastante laxitud con el origen de los fondos–, y algunas organizaciones tan reconocidas como Tax Justice Network lo han denunciado. Pero esta organización también sitúa a la isla en el puesto número 20 de su ranking de las naciones del planeta que más facilidades dan al lavado del dinero.
¿Quieren saber las tres primeras? Suiza, Islas Caimán y Luxemburgo. Por cierto, Alemania, impulsora del rescate, ocupa el noveno lugar.
Este empeño, a veces injusto, de mirar a la oscuridad todo el tiempo evita recordar que si bien el 25% de los depósitos de la isla estaba en manos rusas, otros extranjeros tenían más del 40%. ¿También para lavar, evadir y blanquear? Se olvida que el gran atractivo de Chipre para los capitales europeos ha sido el extraordinario diferencial de rentabilidad frente a otros estados miembros que daban sus productos de inversión. Se entiende que con el plácet de la Unión Europea.
Si el 25% de los depósitos estaba en manos rusas, otros extranjeros tenían más del 40%.
Miguel Ángel García Vega es colaborador de El País.
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