Moscú pagará por Chipre

Bruselas ensaya en miniatura un escenario de disolución de la eurozona. Unos de los que más sufrirán serán los ahorradores rusos. Fuente: Reuters

Bruselas ensaya en miniatura un escenario de disolución de la eurozona. Unos de los que más sufrirán serán los ahorradores rusos. Fuente: Reuters

Estamos asistiendo a una especie de ensayo general en vista de un posible colapso a gran escala de la moneda única europea.

Una semana después de disputas encarnizadas con la Unión Europea, seguida de los intentos desesperados por encontrar otras soluciones con los socios rusos, Chipre ha aceptado las exigencias de Bruselas y de Berlín sobre la reestructuración del sistema bancario a expensas de los ahorradores.  

Es la primera vez que se adopta en la eurozona una estrategia semejante para solventar los problemas de deuda, contraria al enfoque utilizado hasta el momento por la UE para resolver las crisis bancarias. 

La actitud intransigente de los funcionarios europeos no ha dado a los mercados tiempo para reflexionar: el empeoramiento de los problemas financieros de Chipre ha permitido a Bruselas estudiar un modelo parcial de las consecuencias de un posible colapso de la eurozona. Si bien los que pagarán los platos rotos serán sobre todo ahorradores rusos. Según Moody’s, más de 30.000 millones de euros de los 68.000 depositados en los bancos de Chipre provienen de sociedades y personas físicas rusos. 

La situación en torno al préstamo de 10.000 millones de euros para salvar a la isla ha tenido consecuencias desastrosas para el país. El flamante presidente Anastasiades se vio obligado a tomar la decisión más difícil de su vida, privando a Chipre de su estatus, muy ventajoso desde un punto de vista económico, de paraíso fiscal. 

Por primera vez en la historia de la zona euro no son los accionistas y acreedores los que deberán soportar el peso del rescate de las instituciones bancarias nacionales, que de todos modos perderán sus inversiones, sino los ahorradores, golpeados con contundencia. 

Según los acuerdos alcanzados entre la Unión Europea y Chipre, los más ricos serán los más perjudicados: perderán parte del dinero depositado en las cuentas de los dos mayores bancos de la isla, el Bank of Cyprus y el Cyprus Popular Bank (Laiki) si exceden los 100.000 euros. Además, si los primeros se enfrentan a una “tasa” del 30% sobre los depósitos, los clientes de Laiki, que en septiembre de 2012 tenía ya un agujero de 1.800 millones de euros, es probable que lo pierdan todo. 

Como ha declarado el viceprimer ministro Ígor Shuvalov, ni las empresas ni los representantes rusos saben todavía a cuánto se elevarán las pérdidas de los ahorradores rusos. Las últimas valoraciones oficiosas barajan los 4.000 millones de euros, pero según Eugene Tarzimanov, analista bancario de la sucursal moscovita de Moody’s, se trata de una previsión excesivamente optimista. 

Según algunos datos, los rusos podrían perder más de la mitad de sus ahorros. Conforme a fuentes rusas en la isla, el mayor daño lo sufrirán aquellas empresas rusas que trabajan directamente en Chipre, acumulando en la isla recursos financieros para efectuar inversiones. 

Matar dos pájaros de un tiro 

Los expertos consideran que la línea dura de Berlín, que ya desde hace tiempo, aunque sin éxito, insistía en una mayor transparencia de las operaciones financieras en Chipre, ha permitido a Alemania matar dos pájaros de un tiro. La Unión Europea no solo ha resuelto el problema de Chipre sino que también ha obtenido una drástica reducción del atractivo que la isla ejercía sobre los inversores extranjeros, en particular rusos. 

“Esperamos que el sistema bancario chipriota logre evitar la fuga masiva de capitales, aunque ahora ya no se puede contar con la afluencia de nuevos fondos extranjeros. Berlín ha obtenido lo que quería, aunque las pretensiones alemanas sobre la isla no están justificadas”, se lamenta Constantinos Loizides, director general de Piraeus Bank que, a diferencia de Laiki y Bank of Cyprus, ha conseguido mantener el dinero de todos sus clientes. 

La situación en torno a Chipre, con los bancos cerrados, las pérdidas de los ahorradores y el sistema de control sobre los flujos de capital, que va en contra de todos los principios de la Unión Europea, ha llevado a algunos expertos a creer que los acontecimientos a los que estamos asistiendo pueden ser una especie de ensayo general en vista de un posible colapso a gran escala de la moneda única europea. 

“La libre circulación de los flujos financieros entre los bancos de diferentes países es una de las características principales de la unión monetaria. Si este movimiento se restringe, el valor del euro en una cuenta de un banco chipriota es obviamente inferior respecto al de los depósitos bancarios en otros países. Y esto significa que el euro chipriota ya no es propiamente un euro. Poniendo restricciones a la circulación de capitales, el BCE ha creado en Chipre una nueva moneda”, escribe Guntram Wolff, subdirector del grupo de expertos Bruegel.

Por extraño que parezca, el fin del euro debería ser así: los países no anunciarán oficialmente su salida de la unión monetaria (teniendo en cuenta que no existe un mecanismo de salida de la Unión Europea o de la zona euro) sino la adopción de restricciones sobre las transferencias de capital circunscribiendo los sistemas bancarios nacionales en función de las fronteras geográficas. 

Según los analistas, esta actitud de Bruselas en una situación de crisis económica podría ser una señal para los PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España), donde no se excluye que los inversores se dejen llevar por el pánico provocando una fuga de capitales. Si se presentara el caso y los funcionarios europeos decidieran nuevamente establecer un control sobre los movimientos de capital, la moneda única europea, tal y como la conocemos hoy, desaparecería. 

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