Reunión de la OCDE. Fuente: Flickr/OCDE
La inminente adhesión de Rusia a la OCDE pasará por un intento de asimilar un acuerdo que podría atribuirse al “viejo continente”, con una actitud hacia los modelos políticos y económicos que compite y entra en conflicto con los que el mundo en desarrollo considera óptimos para sus necesidades. Esta entrada en la OCDE irá en contra de la aspiración de los BRICS de ofrecer una alternativa creíble a los sistemas occidentales actuales que gobiernan el comercio internacional y el intercambio económico.
Expectativas Estratégicas
Hasta la desintegración de la Unión Soviética, la ansiosa necesidad por conseguir este “súper poder” y formar una alternativa consistente a la dominación estadounidense era de importancia vital para conseguir una estructura bipolar en la política mundial. Mientras que la bipolaridad es ahora un remanente de la historia, estas ansiedades persistentes han seguido jugando un papel importante en la formación del discurso de Rusia en política exterior. La presencia de Rusia en los BRICS y otras organizaciones multilaterales como la OCS o el G20, su participación en la ONU, o algunas de sus actuaciones, como su oposición a la propuesta de los escudos antimisiles de la OTAN en los territorios de la antigua órbita soviética, Polonia y Rumanía. Todo esto se puede atribuir fácilmente a la pugna por el liderazgo desafiando los discursos del bloque occidental con Estados Unidos a la cabeza.
En este contexto, eliminar la voluntad de proveer un mecanismo global alternativo mediante prioridades compartidas de la agenda de los países BRICS y de sus competencias es contraproducente con la posición de fuerza que Rusia preveía para el grupo, así como su papel tutelar en materia interior. Visto desde la perspectiva del Kremlin, esto perturba la lógica de la asociación de Rusia con los BRICS. Sin embargo, dado el amplio conjunto de problemas sociales y económicos que amenazan el entorno post-comunista, emergente y frágil, un enfoque de este tipo es bastante cuestionable.
Prioridades económicas
Rusia posee el mayor PIB per cápita de los países BRICS, con Brasil siguiéndole de cerca. Visto de manera aislada, esto no significa nada. Sin embargo, las cifras tienen una particular habilidad de oscurecer la realidad. En efecto, el crecimiento de Rusia se basa en una lógica de planificación sesgada, en torno a un apalancamiento de las materias primas que ayuda a la concentración de la riqueza a formar hábitats físicos y económicos literalmente en los extremos opuestos del espectro, con poco en el medio. Así que, a pesar de que Rusia es uno de los países con mayor número de multimillonarios del mundo, el país no figura en el top quince de países millonarios, e incluso una enorme masa de gente lucha por tener una vida decente. Aún hoy, productos como el gas y el petróleo, que contribuyen en gran medida a aumentar los ingresos del tesoro público nacional, retienen altamente la atención en el diseño de políticas dentro del esquema Ruso. Y hacen esto incluso a pesar de que el sector financiero mantenga los niveles de los mercados fronterizos con tasas de interés bajas para productos y propiedades nacionales de alta calidad. Mientras tanto, los vaticinios de este tipo de lógica económica se empiezan a parecer cada vez más a los de la ruleta rusa. Aunque su fragilidad ya fuera expuesta durante el colapso de la economía petrolífera de las secuelas de la crisis de 2008, ni siquiera tales consecuencias han provocado grandes o convincentes cambios en el comportamiento del gobierno respecto a la creación de nuevos planes económicos.
Rusia necesita urgentemente una revisión sistémica y su tarjeta de visita en los BRICS le ofrece un punto de máxima ventaja en este aspecto. Los valores económicos de los BRICS han girado a su alrededor históricamente creando estructuras institucionales sostenibles e inclusivas, las cuales operan con un alto valor de previsibilidad, presupuesto como contrapeso para superar la altamente negociada naturaleza de su agencia nacional.
Sumergirnos en esta rica experiencia colectiva, especialmente la de Brasil, India y China (cuyos modelos de reforma sostenible enfatizando en una distribución de riqueza igualitaria se han logrado perfeccionar hace mucho tiempo) podría alterar significativamente la propia curva de variación de costos rusa, consiguiendo así obtener resultados más rápidamente con menos esfuerzo y sufrimiento fiscal.
Prioridades Sociales
Con casi un cien por cien de alfabetización, una proporción de género equiparada, altos niveles de educación, casi diez camas de hospital y cuatro médicos por cada cien habitantes, las estadísticas rusas son muy competentes en los países desarrollados.
Los años de disciplinada planificación social debidos al antiguo régimen soviético habían creado una de las mejores arquitecturas sociales de todos los tiempos. Por otro lado, tras la desintegración de la Unión Soviética, el caos económico que ello conllevó consumió la mayoría de las instituciones nacionales, fuertes fundamentalismos se anclaron en sólidas infraestructuras institucionales que ayudaron a la arquitectura social rusa a sortear adversidades, recortes y políticas desafiantes durante dos décadas. De todos modos, esta idílica resistencia está ahora mostrando claros signos de fractura, con ingresos irregulares, aumento de los niveles de desempleo y una caída de los estándares de vida, y empieza a crear una sociedad rusa cada vez más inquieta.
Existe una creciente tendencia de votantes dentro de los diseños políticos que son conscientes de las consecuencias a largo plazo de esta trayectoria. Se ha puesto en marcha un replanteamiento de prioridad nacional lejos de la súper-dependencia de las economías del petróleo para mejorar las condiciones sociales, ya que los gobernantes rusos se dan cuenta de que quizá esta sea la única opción sostenible para seguir adelante.
A este respecto, Rusia puede extraer y adaptar políticas de la inmensa experiencia y fuentes dentro de los BRICS, especialmente de los países de post-reforma como Brasil, India o China, donde crear arquitecturas sociales sostenibles que equilibren el crecimiento y las oportunidades con una mejora de las condiciones de vida ha sido la clave para manejar los vastos y diversos grupos de población con intereses dispares y, ciertamente, con distintos grados de éxito.
Incluso mientras los BRICS continuarán haciendo las llamadas necesarias hacia una alternativa al existente sistema global, su agenda de corto a medio plazo continuará estando dominada por las prioridades domésticas y sus interacciones con las infraestructuras gubernamentales globales.
Para alcanzar sus planes de expansión en la influencia geopolítica, los estados miembros ya están operando fuera del ámbito de los BRICS y parece que continuarán haciéndolo. Brasil ha asomado la cabeza en los asuntos de Oriente Medio, mientras China ha recibido con los brazos abiertos a Latinoamérica como única alternativa a Estados Unidos. Por su condición de estados emergentes, se encuentran en una posición única, siendo competidores y socios al mismo tiempo. Por ejemplo, India ha estado flirteando con Japón y Estados Unidos como contrapeso al rol de China en la política. Mientras, los diseñadores políticos de Brasil están respondiendo al creciente lazo que China empieza a crear con Latinoamérica estableciendo colaboraciones políticas y económicas más cercanas con estados regionales; un paso que les diferencia del tradicional eurocentrismo.
Al mismo tiempo, en asuntos más sustanciales, como el cambio climático, las rondas de Doha y la OMC (con potencial real para impactar en la vida de la población) han funcionado como una unidad de cohesión, incluso comprometiendo posiciones nacionales establecidas, al más puro espíritu comercial.
Lo que cabe destacar en las recientes interacciones con los BRICS es la introducción de una alta dosis de contenido político. Los BRICS han tomado posiciones en el conflicto islámico-israelí, en Irán y Siria en asuntos fronterizos y sanciones, incluso han intervenido en la ONU, organismo de paz y estabilidad. No parece que los BRICS deseen convertirse en un bloque de seguridad o una alianza, ni tampoco en un bloque de orientación anti-occidental. Sin embargo, juntos han demostrado que son capaces de defenderse y tomar posición ante actos irracionales que pudieran corromper la estabilidad global y que pudieran originarse en objetivos extravagantes o tendenciosos.
De todos modos, el crecimiento, la prosperidad y la estabilidad medioambiental (interna o externa) son lo que cada miembro de los BRICS busca mientras transforma sus entornos políticos y económicos. A pesar de que este énfasis en el desarrollo dentro de los planes de los BRICS (que sólo aumentará si Sudáfrica asume el liderazgo) pueda parecer un obstáculo para el papel en los BRICS y para ella misma dentro de este grupo, en realidad Rusia se beneficia inmensamente de esta exención. Teniendo en cuenta la urgente necesidad de Rusia de una revisión sistémica, no puede haber mejor punto de referencia para los países del nuevo orden global que se está formando. Las ganancias adquiridas por la adhesión a la OCDE podrían ser todavía virtuales. De hecho, la reducción de las tasas arancelarias a las tecnologías podría ser parte de la solución, pero en sí mismas contienen poco valor a menos que se realicen cambios fundamentales en los comportamientos de gobierno y planificación para generar energía y vitalidad en su sistema nacional, algo que fue, por cierto, el objetivo de la firma de los BRICS.
Jaibal Naduvath es profesional de la comunicación y Samir Saran es Vicepresidente de la Fundación de Investigación Observer.
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