Dos mujeres de San Petersburgo pusieron en marcha la “start-up” en 2011, que factura miles de euros al mes. Fuente: Védomosti / fotoimedia
“En el año 2009 di a luz a una niña y mi madre, que vive en Suecia, me regaló una matrícula para la sillita con su nombre y la fecha de su nacimiento, recuerda María Novosiólok. “Todo el rato me preguntaban en la calle dónde se podía comprar algo así”.
Novosiólok estudió las páginas web de productos infantiles y comprendió que en Rusia nadie se había hecho con ese nicho de mercado. Solo en algunos foros de jóvenes madres se jactaban de que les habían enviado las matrículas desde Estonia o desde Lituania.
Como las grandes
Novosiólok empezó a comentar el tema a sus amigos y recibió muchas respuestas escépticas. Un día, María recibió la visita de su amiga Alexandra Palshin, que también había sido madre recientemente.
“Realmente se sorprendió de que todavía no hubiera dado ningún paso. Y comprendí entonces que me hacía falta un socio”, cuenta María. Así fue como las dos mujeres decidieron asociarse.
El 1 de junio de 2011 lanzaron una página web en la que se podían distribuir encargos para fabricar matrículas.
Anunciaron la acción “Primer verano”: por 350 rublos (unos 11 dólares) los clientes recibían una matrícula, portes incluidos. Hicieron muchas placas de forma gratuita para sus conocidos y así difundir la idea.
La inversión inicial en el proyecto fue de cerca de 1,5 millones de rublos (50.000 dólares). El dinero se utilizó en la producción del primer lote de matrículas, en particular para la red de hipermercados O’key.
Invirtieron todo lo que tenían en ese momento: el dinero de sus cuentas y créditos al consumo con dos coches como fianza, una parte de los recursos los pidieron prestados a sus padres y a sus amigos.
Año y medio después la nueva empresa tuvo la oportunidad de participar en un programa de créditos de un importante banco. Ahora el dinero del préstamo garantiza, en palabras de Novosiólok, una gran parte de los medios de rotación.
Han decidido fabricar las matrículas de plástico y cubrirlas con una película reflectante. “Esto hace que las sillitas sean más visibles a la luz de los faros de los coches. Nos encargan matrículas de todo tipo, rojas de diplomáticos, azules de policía, negras militares e, incluso, siguiendo modelos de matrículas de otros países: Israel, Ucrania o Georgia”, explica Novosiólok.
Según sus palabras, lo más complicado de este negocio es manejar el surtido en las tiendas: si no está completo, se da una caída momentánea en las ventas. “Tenemos 93 nombres para más de 40 regiones, porque abastecemos con los correspondientes códigos automovilísticos”.
Tampoco es sencillo configurar la oferta de nombres. Así, al principio las empresarias se armaron con los 40 nombres más populares y tuvieron en cuenta los códigos de cada región, pero, por ejemplo, en Kazán la mercancía no alcanzó para el primer mes. Hubo que elaborar una lista complementaria de nombres y las ventas se ajustaron.
Diversión para adultos
María y Alexandra tenían intención de trabajar como autónomas pero resultó que, para colaborar con las grandes redes, era imprescindible que la parte contratante estuviera en el sistema general de tributación y aplicara el IVA.
“Estábamos listas para empezar a trabajar con las tiendas Deti cuando lo descubrimos. Tuvimos que registrar urgentemente una SL”, explica María.
En julio del año pasado las empresarias registraron a partes iguales “Baby plus SL”. Ahora les resulta más sencillo mantener negociaciones con los directores de las cadenas Zdoróvymalysh, Dochki-sýnochki y O’key. Estas últimas incluso accedieron a trabajar con la empresa en condiciones de postergación de pagos.
“Ahora nuestros productos son conocidos y se pueden encontrar rápidamente en internet . Aparte de las grandes cadenas, trabajamos con pequeñas tiendas infantiles de diferentes ciudades. El año pasado nuestro volumen medio de ventas rondaba el millón de rublos al mes (unos 33.000 dólares)”, declara una de las empresarias.
Las matrículas son, sobre todo, un producto de recuerdo, opinan: a menudo se compran como regalo y se cuelgan no solo en las sillitas, también en coches pequeños, en bicis y trineos.
Es el producto de regalo por excelencia, conviene el empresario de Tula y propietario del grupo empresarial Shar –fabrica juguetes educativos para niños– Ígor Zólotov: “Además, es divertido no tanto para los niños como para los adultos. Al fin y al cabo, a un recién nacido le da igual lo que se ate a su sillita, pero para los padres es divertido”.
En su opinión, este artículo responde a una tendencia en la moda: cuando estás pensando qué regalarle a una persona que ya tiene de todo, una matrícula graciosa es una especie de varita mágica.
Artículo publicado originalmente en Védomosti.
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