Magomed Abdusalamov ha entrado en la historia en unas circunstancias extremas. Argentina decidió realizar un espectáculo con la participación de sgenio Sergio Martínez, que durante más de 10 años no había luchado en su patria, y también con la participación de algunas estrellas extranjeras, entre las cuales una de Rusia, en el estadio del club Vélez Sarsfield, un recinto abierto.
Es decir, completamente abierto, incluso
sin las marquesinas que ahora están tan de moda en las tribunas, por no hablar
de un tejado móvil. Sobre el ring, instalado en el centro del campo, pusieron
una bóveda.
Las previsiones anunciaban lluvia para toda la semana anterior a la tarde de
boxeo que tanto esperaba Argentina. Durante toda la semana el cielo sobre
Buenos Aires fue totalmente azul con un sol muy brillante.
La lluvia empezó justamente en el momento que el equipo de Abdusalamov subió al autobús en el hotel para llegar hasta el campo. Bromeando, mirando los chorros de agua de los canales, el mánager del boxeador, Borís Grinberg, recordó como antes del anterior combate de su boxeador, contra Victor Bisba, un huracán que casi derrumbó el techo de la sala de prensa golpeó Atlantic City mientras olas de tres metros se estrellaban en la costa: “Creo que ya es una cierta tradición...”
De todas formas, nadie tenía intención de anular el espectáculo que tenía que
convertirse en el más destacado del mes. Como tampoco a ninguno de los cerca de
50.000 argentinos que habían comprado entradas se les pasó por la cabeza considerar
que el mal tiempo era un motivo para perderse el espectáculo.
Magomed Abdusalamov hizo estremecer a todo el estadio. Su contrincante era el argentino peso pesado Sebastián Ceballos, un hombre imponente de complexión fuerte con un buen historial de más de 40 combates profesionales.
Sin embargo todo terminó en un instante. El zurdo Abdusalamov tiene un talento único en el puño así como un récord único: antes de su visita a Buenos Aires ganó rápidamente los 17 combates en los que participó.
El 18.º también lo ganó pero tan rápido que parece que él mismo estaba un poco sorprendido. Minuto y medio después del inicio del combate Ceballos se levantaba del suelo con dificultad, digiriendo el primer k.o. Al cabo de un minuto, tras recibir el segundo, ya no pudo ponerse en pie. Los asistentes del boxeador argentino empezaron a ajetrear a su alrededor intentando parar la hemorragia de sangre de la nariz, tras el azote del puño izquierdo de Abdusalamov.
Mientras, los espectadores, mirando en la
pantalla la repetición de los terribles ataques, coreaban quejidos y gemidos
como si se pusieran en la piel del perdedor. De todas formas acompañaron al
vencedor con ovaciones.
Después, en el vestuario, Magomed Abdusalamov explicó que había visto los
combates de Ceballos y analizándolos sabía que si no se le asestaba un fuerte
golpe de carrera, al momento, podían aparecer los problemas.
“Es un luchador que se aferra, teje, alarga
el combate”. Y Abdusalamov no quería alargarlo. Entendió que había que
decidirlo en un primer momento cuando, al salir al ring, tropezó con la mirada
del argentino: “Le noté un cierto nerviosismo en sus ojos, no era muy grande
pero allí estaba”. Había que utilizarlo y se presentaba la posibilidad: “Veo
que no se defendió por la parte de la oreja. Golpeé, le sacudí y lo rematé”.
Magomed Abdusalamov sonrió cuando le dije que su golpe, corto, casi invisible y
a la vez tan potente es simplemente un fenómeno extraordinario. Se lo dicen a
menudo. Ya no se puede sacar de encima la imagen y reputación de “terrible boxeador nocaut”, como él mismo comentó: “Incluso me obliga
a terminar el combate antes. En cuanto al golpe....pues sí, el Altísimo me dotó
con este talento. O los genes de mi padre. En general, estoy muy satisfecho con
él”.
Artículo publicado originalmente en Kommersant.
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