Vuelos pilotados al espacio: pros y contras

Desde la Estación Espacial Internacional al más insignificante satélite de comunicaciones, miles de obras de ingeniería pensadas por la humanidad recorren desde hace décadas el espacio en busca de respuestas a las preguntas fundamentales de la existencia. Ante estas circunstancias, ¿es necesario que el hombre siga viajando al espacio? Rusia Hoy publica dos polémicas opiniones sobre si hay un lugar en las doctrinas espaciales modernas para los vuelos tripulados.

 

Dibujado por Konstantín Máler

Los vuelos nos ayudan a entendernos a nosotros mismos

En la actualidad existe un debate abierto acerca de la necesidad de los vuelos tripulados. Yo no puedo estar de acuerdo con aquellos que opinan que no son necesarios y exponen como argumento que son demasiado caros, que la tecnología puede reemplazar al hombre, que los problemas de la Tierra se deben solucionar en la Tierra, etc. El hombre debe volar al espacio por varias razones.

En primer lugar, es muy interesante y útil observar cómo funcionan en realidad las ecuaciones kilométricas que escribimos en la Tierra en las que no tenemos en cuenta todos los elementos que no se someten a la fuerza de la gravedad. En el espacio existen relaciones entre elementos mucho más pequeños en comparación con el concepto terrestre de la fuerza de la gravedad. Esto es algo muy importante para los científicos e ingenieros, especialmente para los que diseñan tecnología espacial.

Pero los vuelos no aportan únicamente conocimientos científico-técnicos. El espacio es muy importante para las personas porque cambia su filosofía. En su momento, Tsiolkovski dijo que el universo nos da montañas de pan, abismos de poder y una nueva filosofía. Todo el que ha volado allí se convierte en una especie de miembro de una secta. Desde allí, desde el espacio, se ve lo pequeño que es nuestro planeta, nuestra escasa extensión de tierra firme está rodeada de elementos agresivos y con todo nuestro progreso no hacemos más que reforzar esta agresividad.

Las erupciones volcánicas, los terremotos, los huracanes, todo lo que tiene lugar en la atmósfera está relacionado con la cantidad de energía que llega a la Tierra desde el Sol. Pero además de esto, en nuestro propio planeta se crea cada vez más energía. Hoy en día, la eficiencia media de una turbina de calor es de un 37%, es decir, dos terceras partes del combustible salen despedidos de la turbina en forma de calor. También existe el carbón, el gas o la energía nuclear. El calentamiento de la atmósfera provocado por el hombre conlleva la proliferación de los desastres naturales, el nivel del mar está aumentando y su crecimiento durante los últimos 50-70 años se mide ya en centímetros. Todos estos cambios a nivel planetario se ven desde el espacio y estas diferencias se pueden percibir con vuelos de un par de meses de diferencia.

Los vuelos tripulados no sólo permiten observar los problemas de la Tierra, sino que también pueden servir para encontrar la solución. Por ejemplo, con la ayuda de algunos proyectos espaciales se podría trasladar la producción de energía a la órbita de la Tierra, expulsar la energía sobrante al espacio y enviar la energía a la Tierra mediante un sistema de microondas. Pero para poder construir todo esto debemos tener más conocimientos, y si diseñamos este tipo de tecnología en la Tierra sin tener en cuenta los cálculos y experimentos realizados todos los elementos que poseen una aceleración gravitatoria menor en la superficie de la Tierra, esta tecnología no funcionará o, si funciona, no será del todo fiable. Y en cualquier caso, ninguna máquina puede remplazar por completo al hombre ni puede solucionar sus problemas o errores de cálculo.

Debemos utilizar los recursos del planeta conjuntamente: la Tierra no se puede dividir. Los vuelos al espacio nos ayudan a entender esto y a encontrar la solución a nuestros problemas. Para obtener resultados debemos realizar proyectos conjuntos a largo plazo y no proyectos aislados en distintos países. Estoy seguro de que, a pesar de todas las dificultades financieras, políticas y demás, los vuelos espaciales tripulados existirán.

Alexánder Serebrov, fue cosmonauta y Héroe de la Unión Soviética. 

Los vuelos son una manera de arriesgar vidas humanas

La Agencia Federal Espacial Rusa ha anunciado sus planes de enviar al hombre a la Luna antes de 2030. Corre incluso el rumor de que se podría llegar a Marte, un planeta que suscita un mayor interés entre el público general.

El espacio es para los rusos un tema muy importante y preocupante. En el país que puso en órbita el primer satélite y el primer hombre, cada lanzamiento que fracasa o una catástrofe preocupan en gran medida a la sociedad. ¡Debemos ser capaces de superarlo revancha! Por ello surgió la idea de que debíamos llegar a la Luna. O a Marte, un planeta sobre el que existe tanta literatura de ciencia ficción.

Yo entiendo perfectamente que los satélites de comunicación y navegación son necesarios. El estudio del Universo también es algo imprescindible. Pero la mejor herramienta para estudiar todo esto es la tecnología. Porque la tecnología no tiene que hacer sus necesidades. No necesita reservas de aire ni alimentación. No se pone enferma ni se equivoca. ¿Y para qué tiene que ir el hombre al espacio? ¿Para hacer sus necesidades, comer, ponerse nervioso y equivocarse?

El orgullo de Rusia, Yuri Gagarin, fue el primer hombre en volar al espacio. ¿Qué ha aportado a la ciencia aquel vuelo? Nada. Únicamente sirvió para estimular la propaganda comunista: en la URSS fueron los primeros en meter a un hombre vivo en una cápsula de metal, atornillarlo y luego dispararlo con un cohete siguiendo una trayectoria balística calculada para que el proyectil, con el ciudadano de la URSS dentro, cayera en la Tierra después de dar una vuelta al planeta. Hoy en día se ha reconocido que la probabilidad de que el primer cosmonauta volviera a aterrizar era del 50%.

Gagarin no tripuló nada. Para conseguir este logro se podía haber arriesgado la vida de un perro. Hasta Gagarin eran ellos los conejillos de indias. Y él era consciente de ello cuando decía: “Incluso ahora no acabo de entender si he sido el primer hombre en viajar al espacio o el último perro”.

Más tarde comenzó la carrera espacial. La URSS competía con Estados Unidos. ¿Para qué fueron los norteamericanos a la Luna? Para ver la cara oculta de la Luna se podía haber utilizado máquinas. Las muestras de suelo lunar para estudiar en laboratorios ya las habían traído a la Tierra algunas máquinas anteriormente. Lo único que hizo Armstrong fue dar brincos.

En la URSS después de Gagarin casi todos los lanzamientos realizados durante la época de Jruschov no fueron más que un entretenimiento de la sociedad mundial: el secretario general del Partido sólo necesitaba el universo para hacer propaganda.

Jruschov golpeó con el puño sobre la mesa y exigió un récord más. Se sabía que los estadounidenses estaban fabricando una nave de dos plazas, ¡de modo que exigió al constructor general de cohetes soviéticos, Serguéi Koroliov, que diseñara uno para tres cosmonautas!

Koroliov le intentó hacer comprender que aquello era imposible: en la URSS no existía ni iba a existir próximamente ni cohetes de más de un plaza, ni portacohetes para ellos. Sin embargo, uno de sus ingenieros, Feoktístov, encontró la solución. Este propuso a Koroliov una auténtica chapuza: enviar en una nave de una plaza a tres hombres a la vez, ¡para que el mundo creyera que los rusos habían vuelto a superar a los norteamericanos! Y para que no se descubriera la trampa, llamaron a la nave 'Vosjod' en lugar de 'Vostok', ¡como si fueran naves distintas!

Pero, ¡¿cómo pueden caber tres hombres en una nave de una sola plaza?! No pueden. Aunque si eliminamos gran parte del equipamiento, añadimos sólo el oxígeno indispensable, buscamos a los hombres más bajitos y delgados que haya, les quitamos las escafandras y los sometemos a una dieta estricta antes del lanzamiento, ¡a lo mejor caben!

Eliminaron incluso el asiento eyectable. Esto privó a los cosmonautas de toda probabilidad de salvarse en caso de un aterrizaje emergencia. La ausencia de escafandras volvía todavía más imposible la supervivencia. Pero incluso llevando unas chaquetas no demasiado gruesas sólo cabían en aquella cápsula de una plaza sentados uno sobre otro.

Feoktístov era consciente de que su idea podía parecer una muerte segura e incluso se ofreció como candidato para el papel de suicida. Koroliov aceptó. Los cosmonautas se apelotonaron en la pequeña cabina como si fueran sardinas enlatadas. Dentro de aquella cápsula de metal los cosmonautas estaban tan apretados que no se pudo instalar nada más aparte del receptor de la señal de comunicación. Aunque ni siquiera esto dependía de ellos: los cosmonautas en estos vuelos desempeñaban meramente el papel de maniquíes vivientes.

Por suerte para estos tres hombres, la aventura finalizó con éxito. El mundo volvió a sorprenderse por los logros de los rusos, que habían creado una nave 'de tres plazas'.

Esta competición entre las dos potencias terminó hace tiempo, de modo que, ¿no podríamos dejar de arriesgar vidas humanas?

¿Realmente queremos colonizar la Luna o Marte? ¿Para qué? ¿Acaso no tenemos espacio suficiente en la Tierra? A lo largo de la historia de la humanidad, los colonizadores han buscado nuevos lugares para vivir debido exclusivamente al exceso de la natalidad. La población que sobraba salía de Europa como cuando aprietas un tubo de pasta de dientes. Pero ahora el mundo desarrollado ha solucionado este problema. Nos sobra espacio.

Y si no podéis aguantaros las ganas de colonizar algo, ¡colonizad el desierto de Gobi! Allí también existen unas condiciones desfavorables. Allí tampoco hay agua. Allí también se dan enormes cambios de temperatura cada día. ¡Pero al menos allí hay aire para respirar!

¿Qué allí no hay nada que hacer, decís? ¿Y qué es lo que pensáis hacer en Marte? 

Alexánder Níkonov, escritor.

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