Los transgénicos llegan a Rusia

El 1 de junio entrará en vigor un decreto que permite este tipo de cultivos, aunque su puesta en práctica podría demorarse.

El 1 de junio entrará en vigor un decreto que permite este tipo de cultivos, aunque su puesta en práctica podría demorarse.

Rusia se sumará pronto a la lista de países que cultivan productos modificados genéticamente. El 1 de junio entrará en vigor un decreto que permitirá el registro de cultivos transgénicos. Esto permitirá sacar de la clandestinidad la importación ilegal de este tipo de semillas. Las organizaciones sociales están intentando impugnar la decisión del gobierno en los tribunales.

El 1 de junio entrará en vigor un decreto que permite este tipo de cultivos, aunque su puesta en práctica podría demorarse. Fuente: Shutterstock.com

Actualmente, la importación de variedades de cereales transgénicos está oficialmente prohibida. Sin embargo, en la práctica sí que se están utilizando. “ Es prácticamente imposible averiguar si unas semillas son o no transgénicas sin analizarlas en un laboratorio”, explica el presidente de Ambika-Agro, Mijaíl Orlov. “Así que los agricultores compran lo que les da mejores resultados”. 

Según datos aportados por el presidente de la Unión de Productores de Cereales de Rusia (RZS, por sus siglas en ruso), Arkadi Zlochevski, ya hay 400.000 hectáreas cultivadas de soja y maíz transgénico. 

El primer ministro, Dmitri Medvédev, firmó el decreto en septiembre de 2013. El documento implantará la certificación de productos con contenido transgénico a partir del 1 de junio de 2014. Asimismo, definirá la normativa aplicable al proceso de certificación y ofrecerá la posibilidad de realizar peritajes que demuestren la seguridad de las variedades transgénicas.

Greenpeace, que se opone firmemente al uso de transgénicos, ha descubierto que muchas empresas rusas los incluyen en su producción. Además, los transgénicos también entran en el mercado ruso a través de los productos y piensos importados del extranjero. En el mundo hay más de 130 millones de hectáreas cultivadas con variedades de plantas transgénicas.

En Rusia, muchos productores agrícolas están dispuestos a decantarse por unas variedades más resistentes. Por ejemplo, Oleg Bukin, agrónomo jefe de Talina, una empresa agrícola de Mordovia, no encuentra ninguna razón para temer a los transgénicos. “Para los agricultores, la introducción de este tipo de cultivos permite incrementar la producción sin tener que aumentar los costes. Además, pueden disminuir el uso de pesticidas, y mejorar el control sobre las malezas, las enfermedades y las plagas”, aclara.

Según los expertos en la materia, los transgénicos más prósperos son la soja, el maíz y la remolacha azucarera. Las semillas son 1,5 veces más caras que las ordinarias, aunque el precio de coste de la producción final puede reducirse en un 20%. 

Este especialista señala que los transgénicos en sí no siempre garantizan un mayor rendimiento, pero su resistencia a las enfermedades y a las plagas facilita la supervivencia de la mayoría de las plantas y evita pérdidas inesperadas.

El decreto del gobierno también podría estimular la producción de semillas transgénicas propias. En este momento, se está trabajando en la creación de variedades de cereales en muchas organizaciones científicas rusas, como el Centro de Bioingeniería, el Instituto de Biología del Desarrollo del Gen, el Instituto de Biotecnología Agrícola y muchos más.

No obstante, estos estudios tienen, de momento, un carácter meramente experimental, ya que dichas variedades no se pueden cultivar aún de manera oficial. Aunque ya se puede poner en marcha la reproducción de las semillas, los especialistas no se aventuran a anunciar si habrá o no demanda de las variedades rusas. 

Las dificultades de oponerse

Muchas organizaciones sociales rusas que se oponen frontalmente a la producción transgénica han presentado una demanda ante el Tribunal Supremo contra el decreto del Gobierno.

Su preocupación no solo está relacionada con cuestiones sanitarias. Temen que la introducción de cultivos transgénicos vaya acompañada de una invasión del mercado interno de otros productos conexos procedentes del extranjero, como diversos medios de protección para las plantas.

“Los productores se verán forzados a adquirir anualmente las semillas y los plaguicidas a las mismas empresas extranjeras de selección: esas variedades dependen del tratamiento con determinados preparados, y cada año se necesitan más, puesto que los parásitos se habitúan a los insecticidas”, comenta la directora de relaciones externas de la Unión de Agricultura Ecológica, Anna Liubovédskaya, sobre el aspecto económico de esta cuestión.

Sin embargo, es poco probable que estas organizaciones logren su objetivo, ya que en ese caso podría intervenir la Organización Mundial del Comercio (OMC), de la cual Rusia es miembro desde el 2012.

Los intentos por bloquear la importación de variedades transgénicas entrarían en la definición de ‘barrera comercial injusta’. Por ejemplo, cuando Bolivia anunció, en agosto de 2001, que prohibiría por ley los transgénicos, EE UU y Argentina amenazaron con demandarlo ante la OMC y el país renunció a sus planes. Asimismo, el tribunal de la OMC invalidó en 2006 la moratoria de la UE a la introducción en su territorio de nuevas especies de cultivos transgénicos.

Es posible ralentizar la aplicación del decreto gubernamental mediante un decreto del presidente. En agosto de 2013, Vladímir Putin ordenó reforzar el control sobre la circulación de los productos transgénicos, lo que en definitiva significa dificultar su certificación.  Es decir que, a pesar de que a partir del 1 de junio la certificación de semillas transgénicas estará permitida, en la práctica el proceso podría demorarse varios años.  

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