Fuente: ITAR-TASS
Durante los últimos meses Komsomolsk en Amur ha atraído la atención de toda Rusia: en esta zona han tenido lugar las peores inundaciones en la reciente historia de Rusia. Cientos de casas quedaron bajo el agua y los habitantes de la ciudad recogían los alimentos de las tiendas con el temor de que, con las carreteras inundadas, hubiese problemas de abastecimiento.
También se inundó Komshossé, la carretera que lleva hasta la fábrica de aviación Yuri Gagarin de Komsomolsk en Amur, la empresa más importante de la ciudad, donde se concentran los Superjets más nuevos y prometedores.
“¿Qué cómo íbamos hasta el trabajo? Pues, simplemente, íbamos. Los autobuses salían de debajo del agua con las ruedas. Avanzaban lentamente –los dos carriles se unificaron– y circulaban en fila, mientras que las bocas de riego bombeaban el agua hacia fuera”, explican los trabajadores de la fábrica. Y cuando en el agua ya solo sobresalían las copas de los arbustos, los autobuses tuvieron que buscar desvíos.
En el peor momento de la inundación el nivel del Amur alcanzó los 912 centímetros, el agua se dirigía hacia la fábrica de aviación, y si el río hubiera subido un metro más, la corriente habría superado todas las líneas de defensa y se habría vertido sobre los edificios de la fábrica.
Se enviaron 600 trabajadores a construir presas, desde Novosibirsk se trasladaron 400 militares y técnica especializada del Ministerio de Defensa. La primera presa se construyó a 200 metros de la valla de la fábrica y la segunda, en el propio territorio de la fábrica. “Nos dividieron la jornada laboral en dos partes, –explica Vladímir, montador de electrónica de la sección de ensamblaje final de los Superjets–. Cuatro horas por la mañana en el montaje y, después, cuatro horas más en la presa. Está muy bien pensado porque después de trabajar en la presa te tiemblan las manos, no obedecen, y así es imposible montar la electrónica en el avión”.
Los Sukhoi Superjet 100 se concentran en un hangar enorme, donde hay siete aviones al mismo tiempo en distintas fases de ensamblaje. Se trata de una cadena de montaje: cada parcela tiene su propia operación y, una vez finalizada, el avión se traslada al siguiente punto de trabajo.
En la primera fase se une el fuselaje con la parte de la cola y el empenaje vertical y horizontal (el plano fijo y los estabilizadores del mando de dirección en la cola del avión); en la segunda se montan las alas; a continuación, la zona “abdominal” del avión; en la cuarta se instala la red de cableado; después se montan los bloques en el compartimiento de aviónica y más adelante, los motores. En la séptima fase se entrega el avión a una inspección independiente, después de lo cual la nave se pone a prueba y realiza un vuelo de prueba.
“El avión permanece diez días en cada punto de trabajo, es decir, el ciclo completo de montaje se prolonga en poco más de dos meses –explica el jefe adjunto del departamento de producción Vladislav Sidorenko–. A mediados del año que viene calculamos que llegaremos a unos tiempos de cinco días, contratando personal y trabajo adicionales en tres turnos”. Este año se prevé que la fábrica produzca 25 aviones SSJ-100; el año siguiente, 45.
“En septiembre, a causa de las inundaciones, nos hemos alejado algo de los objetivos, pero no demasiado, y ya hemos vuelto a trabajar con normalidad –dice Sidorenko–. Ya hemos hecho 14 aviones y antes de finales de año haremos diez más”.
Tampoco las pruebas del Superjet se detuvieron, ni siquiera cuando el agua se abocó muy cerca del aeródromo.
“Había amenaza de inundación. Los días en que no se volaba los pilotos iban a la presa, porque, si se hubiera inundado la subestación eléctrica, la fábrica se habría parado. Pero no se tuvo que modificar la agenda de producción”, explica el jefe de pilotos de prueba del programa SSJ Serguéi Korostiev.
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El Superjet no es la única obra de la Fábrica de Aviación de Komsomolsk en Amur, aquí también se producen los aviones de combate Su-27, Su-30, Su-35 y sus variantes. Además, alberga los prometedores sistemas de aviación táctica T-50. Los SSJ, popularmente conocidos como “Sushki”, se concentran y reparan en varios departamentos, mientras que el T-50 se mantiene en una atmósfera de estricto secretismo: está ubicado detrás de un tabique de madera contrachapada para que no lo pueda ver nadie ajeno, y no está permitido tomar fotografías.
Actualmente el nivel del agua continúa cayendo, pero la situación sigue siendo complicada: la llanura del río está inundada y el Amur, a vista de pájaro, más que un río parece un mar, del que sobresalen las cimas de los árboles. Sin embargo, el principal peligro ya ha quedado atrás, tanto para ciudad como para los Superjets.
Artículo publicado originalmente en ruso en Rossíyskaya Gazeta.
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