Dziga Vértov: de vanguardista a clásico

RIA Novosti
Dziga Vértov es uno de los autores soviéticos que han entrado en la historia del cine. 'El hombre de la cámara' se considera una de “las diez mejores películas de todos los tiempos”. El 2 de enero de 2016 se cumplen 120 años del nacimiento de este famoso director.

Yo soy Cine-ojo. Soy un ojo mecánico. Soy la máquina que os muestra el mundo tal y como solo yo lo percibo”, proclamaba Dziga Vértov en sus primeros manifiestos, que fue el primero en tratar al cine no como una actuación de teatro o un documento histórico, sino como un artefacto aislado.

Según Vértov, el efecto del cine en el espectador no está relacionado con la representación de una historia interesante por parte de los actores ante la cámara. Lo importante es que la forma en que cambian los planos generales, medios y grandes, el ritmo en que se alternan los fotogramas y cómo se utiliza la velocidad del rodaje.

Los argumentos de las primeras películas de Vértov tienen una importancia secundaria. Sus películas más conocidas y radicales son Cine-ojo (1924) y El hombre de la cámara (1929). La trama en ellas es extremadamente sencilla y se puede caracterizar así: “la vida en la gran ciudad” y “lo viejo y lo nuevo”. Sin embargo la primera película recibió una medalla y un diploma del Festival Internacional de París (1924); ya en 2010, y por petición de los críticos de cine europeos, la segunda pasó a formar parte como una de las diez mejores películas de todos los tiempos. También fue reconocida como mejor película documental.

Un nuevo montaje

En los años 1920-30 el desarrollo del lenguaje cinematográfico avanzaba a pasos agigantados en muchos países, tanto en largometrajes como en documentales y, más tarde, en el cine sonoro. Sin embargo, en muchos aspectos Vértov se anticipó a David Griffith, Fritz Lang y Leni Riefenstahl.

Además, como cualquier vanguardista de verdad se basaba en una arraigada tradición, aunque quizás sin saberlo. En este sentido, entre los últimos artículos del gran escritor Lev Tolstói se puede observar no solo una negación rotunda del convencionalismo del teatro tradicional (de Shakespeare y de la ópera clásica), sino también una idea que se anticipa a la edición cinematográfica: que el arte no surge con la representación de los personajes y la descripción de sus peripecias, sino solamente con su “suma y relación de las partes”, es decir, con el montaje.

Un nombre tranquilo

El nombre de nacimiento de Vértov, Denís Káufman, no deja lugar a dudas sobre su procedencia judía. Sin embargo, el deseo del talentoso joven nacido en Białystok (parte del Imperio ruso por entonces; actualmente, Polonia) de cambiar su apellido al llegar a Moscú no se puede llegar a explicar con el hecho de que quisiera evitar el antisemitismo, pues en 1920 no estaba tan extendido como en la URSS de los años 50. Como tantas otras figuras vanguardistas, simplemente eligió un nombre como señal del “inicio de una nueva vida”.

 “Dziga” en ucraniano significa peonza, trompo. “Vértov” es un derivado del verbo ruso “vertet” (girar, voltear). Se podría traducir, más o menos, como “peonza giratoria”, lo cual corresponde a la perfección con su inquieto carácter.

Curiosamente, el hermano de Dziga, Boris Káufman, que era diez años menor, emigró de Rusia tras la revolución y se graduó en Sorbonne (París). Posteriormente se fue a EE UU y se convirtió en un famoso cinematógrafo que trabajó con Sidney Lumet y Elia Kazan. Su trabajo en la película de este último, La ley del silencio, le llevó a obtener un Óscar en 1953.

Resucitado en “Dogma”

Por fortuna, Vértov no corrió la misma suerte que muchos otros vanguardistas. Ni lo fusilaron ni lo mandaron a un campo de concentración. No obstante, después de que terminara la breve historia de amor de las autoridades soviéticas con el vanguardismo artístico, Stalin optó por el realismo socialista y las innovadoras obras de Vértov fueron calificadas como inapropiadas.

Durante la Segunda Guerra Mundial rodó tres películas propagandísticas y todas las posteriores peticiones para rodar, hasta su muerte en 1954, se vieron rechazadas.

A finales del siglo XX resurgió el interés por Vértov, momento en que los directores firmantes del “Dogma 95” (manifiesto conceptual del cine independiente de mediados de los 90, con Lars von Tier a la cabeza) prácticamente volvieron a los principios promulgados por Vértov: personajes de verdad y rodaje en condiciones naturales y sin trípode. En 1995 Michael Nyman creó su propia banda sonora original para El hombre de la cámara.

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