Los protagonistas de novelas de Dostoievski tienden a reflexionar y a tener discusiones filosóficas pero comen muy poco. Según los recuerdos de los familiares y amigos del escritor la cocina rusa ocupaba un lugar especial en su vida.
Anna Grigórievna Dostoievskaia, la segunda mujer del escritor, recuerda que a menudo pedía platos populares de aquella época en San Petersburgo: solianka, sopa fría a base de caldo de pollo y verduras; escalope de carne de ternera; rastegáis, pasteles cocidos con una abertura diferentes rellenos; pastelillos con guisante, nabo o setas saladas.
Además, el escritor tenía algunas curiosas costumbres gastronómicas. La esposa recuerda en sus escritos que le gustaba tomar leche caliente tras comer pollo hervido y media copa de cognac antes del postre. Cuando estaba melancólico Dostoievski pedía una taza de caldo, escalope de ternera, té y vino. Y cuando estaba de buen humor prefería queso, nueces, naranjas, limón, níscalos, caviar y mostaza francesa.
Había ocasiones en las que Fiódor Mijáilovich Dostoievski tomaba vodka en el desayuno.
El llamado vodka de pan, hecho a base de levadura de trigo y popular en el siglo XIX.
Su contemporáneo Mijaíl Alexándrovich Alexándrov lo describe en su diario: “llegué una vez a casa de Fiódor Mijáilovich durante su desayuno y vi como tomaba vodka: mordía el pan negro y daba un pequeño sorbo a la copa del aguardiente. Masticaba entonces todo junto”. Dostoievski decía que esta era la manera más sana de consumir vodka.
Adoraba los dulces y los guardaba en cajones para libros que tenía en su despacho. Según los recuerdos de su hija Lyubov Fiódorovna, “los comía con mucho gusto durante el día, y a veces durante la noche”.
En los cajones había cajas con higos, dátiles, nueces, pastilá ( a base de puré de manzana, azúcar y otras frutas, pasas, mermelada, ciruelas y, a veces, uvas. Además de los dulces también le gustaba mucho la fruta.
Como cualquier neurasténico con talento, Dostoievski llevaba algunas costumbres hasta el extremo. La preparación del té era una de sus obsesiones. El escritor ruso consumía té negro fuerte en grandes cantidades.
Era muy caprichoso con la preparación y siempre lo hacía él mismo.
Su hija describe así el proceso: “Primero lavaba la tetera con agua caliente, ponía tres cucharillas de té y vertía sólo 1/3 de agua en la tetera y la cerraba con una servilleta. Unos minutos más tarde llenaba la tetera y también la cubría. Cuando lo vertía y siempre miraba en el color del té. Muy a menudo añadía agua o lo tiraba todo y lo volvía a hacer. Era habitual que llevase la taza a su gabinete y volviese de nuevo para servirse más agua o té. Solía decir: 'Viertes el té, parece que el color es bueno y al llevarlo al gabinete, el color no sirve”. Además, solía añadirle dos terrones de azúcar.
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