Zar Nicholás II Románov (1868-1918), lea el Acta de Abdicación en Tsárskoye Seló, el 15 de marzo de 1917.
Getty Images“Con la firma del Acta de Abdicación, ni Nicolás II ni su entorno pensaban que era el fin de la monarquía en Rusia. El zar lo firmaba para ceder el derecho al trono a su hermano Mijaíl, y este, debido a la presión de los kadetes, firmó también su abdicación del trono ruso hasta la decisión de la Asamblea Constituyente. Se desconoce en qué medida participó Nicolás II en la redacción del texto del Manifiesto de abdicación, pero este texto llevaba su firma”, comenta a TV Kultura Serguéi Mironenko, investigador del Archivo Estatal de la Federación Rusa.
Según los historiadores, la abdicación del emperador fue uno de los acontecimientos clave de la revolución rusa. La reacción de sus contemporáneos fue de lo más diversa. En este artículo ofrecemos registros documentales de aquella época.
Debido a que la única solución posible a los disturbios era la guerra civil, el emperador ruso entregó el 15 de marzo un telegrama al general Ruzski para enviarlo a Petrogrado anunciando su abdicación en favor de su hijo. Varias horas después, su majestad invitó al profesor de medicina Fiódorov y le pidió que le dijera lo que pensaba realmente de la salud del zarévich. Al oír que se trataba de una enfermedad incurable y que su hijo podía fallecer en cualquier momento, el emperador dijo: “Como Alexéi no podrá servir a su patria como yo le desearía, puede quedarse conmigo”. Por esta razón, cuando esa tarde llegaron a Pskov dos miembros de la Duma, Guchkov y Shulguín, el emperador les entregó un decreto en el que cedía el trono a su hermano.
El tren del emperador llegó a Pskov a las ocho de la tarde. El general Ruzski se presentó inmediatamente ante el emperador y le demostró sin dificultades que debía abdicar. Para ello, citó la opinión similar del general Alexéiev y de todos los comandantes del ejército, a los que había consultado por telegrama. El emperador ordenó al general Ruzski que hiciera saber al presidente de la Duma, Rodzianko, su intención de renunciar al trono.
Su majestad Nicolás II ha abdicado del trono en favor de Mijaíl Alexándrovich. Mijaíl Alexándrovich, por su parte, abdicó del trono en favor del pueblo. En la Duma se celebraron grandes manifestaciones y ovaciones. El entusiasmo era indescriptible.
El Manifiesto de abdicación de su Majestad se ha leído en la catedral, lo leyó llorando el protodiácono. Muchos de los que se habían reunido en la ceremonia lloraban. Había un anciano con ríos de lágrimas cayendo por sus mejillas.
Nicolás Románov y su familia han sido destronados, están todos arrestados y consiguen todos los alimentos como los demás, con cartillas de racionamiento, se despreocuparon demasiado del bienestar de su pueblo y al pueblo se le ha acabado la paciencia. Han llevado al país al hambre y la oscuridad. ¡Lo que han hecho en la corte es un horror y una vergüenza! No era Nicolás II el que dirigía el país, sino el borracho de Rasputin. Todos los príncipes han sido sustituidos y despedidos de sus puestos, incluido el comandante en jefe Nikolái Nikoláievich.
En estas circunstancias, un zar absolutista no podía seguir administrando un país tan grande. Hacía falta que el pueblo, representado por figuras elegidas por él, participara en el gobierno. Pero el zar no hizo nada de ello, lo que nos llevó a un golpe de Estado. El inevitable curso de los acontecimientos ha obligado al emperador Nicolás II a ceder el trono. De este modo se llevó a cabo el juicio de Dios sobre nuestro zar Nicolás II, como sucedió con Saúl en la antigüedad.
La Rus se ha desvanecido en dos días, en tres a lo sumo. Ni siquiera la Era Moderna terminó tan rápido como se ha terminado con la Rus. Lo más sorprendente es que se ha desmoronado toda de una vez, hasta las partes más pequeñas. Nunca se había producido una conmoción tan grande, ni siguiera durante el periodo de las grandes migraciones.
Durante todos estos años críticos, los Románov que podían haber servido de un gran apoyo al trono, no fueron dignos de su título o de las tradiciones de la familia. Los Románov nos hemos entregado demasiado al egoísmo, abandonando el sentido común, sin renunciar jamás a satisfacer los deseos y las ambiciones personales. ¿Quién de nosotros se preocupó de la impresión que esto causaba? Nadie.
El reinado que el destino deparó a Nicolás II se convirtió en una pesadilla: el zar pasó por dos revoluciones, fue testigo de decenas de ataques a su alrededor, presidió un parlamento que no había querido crear, tuvo que participar en sus asambleas, así como en las interminables reuniones del Consejo de Ministros. Además, tuvo que entrar en guerra dos veces, cuando él había querido promover la paz. Tras un largo encierro, fue asesinado, y antes y después de abdicar su mayor preocupación fue la salud de su hijo, su único heredero, que padecía hemofilia.
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