San Petersburgo alberga manuscrito del Corán más antiguo

El Corán en el Palacio de Invierno.

El Corán en el Palacio de Invierno.

Yuri Belinsky/TASS
Pocos saben que en Rusia, a orillas del río Nevá, se conserva una reliquia que iguala en importancia a los ejemplares encontrados en el El Cairo, Estambul, Tashkent y Londres. Efim Rezvan, un conocido orientalista ruso y experto en el islam, lleva años estudiando el manuscrito petersburgués. Hoy comparte con RBTH la historia sobre el descubrimiento de esta antigua copia del Corán en San Petersburgo.

En otoño de 1936, entró una mujer en el Instituto de Orientalismo de Leningrado con la intención de vender unas hojas sueltas del Corán. El académico Ignati Yuliánovich Krachkovski intentó por todos los medios que la mujer le dijera de dónde procedían aquellas hojas, pero está se negó en rotundo a hablar del tema.

En la cubierta de uno de aquellos libros, Krachkovski encontró las iniciales I. N., lo que le llevó a creer que aquel Corán pertenecía a Ireneo (Salim) Nofal (1828–1902), un diplomático ruso de origen libanés.

El investigador decidió enseguida que se trataba de una de las copias más antiguas del Corán. Si bien se registró una breve descripción de aquellas hojas, el libro no se estudió en detalle ni entonces ni años más tarde.

En 1998, publiqué un artículo sobre el manuscrito. Y aquí es donde empieza los más interesante. Un colega francés que leyó el artículo me informó de que había otras 12 hojas parecidas a las de San Petersburgo almacenadas en un mausoleo de la aldea de Katta-Langar. ¿Quería decir eso que el manuscrito no llegó a San Petersburgo desde Arabia, sino desde Asia?

Entonces, en diciembre de 1999, con ayuda de unos colegas franceses y uzbekos, realicé una expedición a la aldea de Katta-Langar (situada a 100 kilómetros de Samarkanda, Uzbekistán). A cinco minutos andando desde allí se encuentra el asentamiento Arab-kishlak, cuyos habitantes son de origen árabe y han mantenido su lengua hasta nuestros días. La mezquita y el sepulcro de los jeques sufíes de la hermandad de ishkiija (en Katta-Langar) constituyen auténticos tesoros de la arquitectura musulmana. Pero aquella mañana de diciembre en que nuestra expedición partió desde Tashkent yo aún no sabía nada de eso.

...la subida era cada vez más pronunciada; luego pasamos un puerto de montaña y, tras descender hasta la llanura, dejamos a la derecha las cúpulas de Samarcanda.

Aparecieron las primeras casas; mujeres de ojos negros, presas de la curiosidad, salían a la puerta con sus hijos en brazos. Un anciano cubierto con un turbante y calzado con unas botas puntiagudas avanzaba sobre el lomo de un burro. Detuvimos el coche y nos dirigimos a pie por la montaña hacia una vieja mezquita. Allí nos recibieron el imán y los ancianos.

Se abrieron unas viejas puertas que los peregrinos habían cubierto con mensajes. Dentro nos enseñaron un cofre pintado que un día guardó ciertas reliquias. Finalmente, nos mostraron las hojas de pergamino. Sin duda se trataba de esa misma letra con más de 1.000 años de antigüedad.

Más tarde descubriríamos que a finales del siglo XIX, la mitad del manuscrito del Corán acabó en el mercado de libros de Bujará. Una parte de este la compró Ireneo Nofal, mientras unos aristócratas locales se quedaron con la otra parte que ahora se conserva en las bibliotecas científicas de Bujará y Tashkent.

En 1983, se desplegó una campaña antirreligiosa en la república y las hojas que se guardaban en Katta-Langar fueron confiscadas. Solo en 1993 se devolvió a los creyentes una parte del material confiscado: concretamente 12 hojas. En 2003, el servicio aduanero uzbeko confiscó otras dos hojas de este manuscrito cuando se iban a sacar del país; eso quiere decir que la parte que había desaparecido estaba en realidad en manos privadas.

Hicieron falta varias expediciones más a Asia Central, muchas horas de trabajo en bibliotecas y archivos de distintos países para trazar el recorrido centenario del manuscrito de Katta-Langar.

Actualmente, se puede afirmar con bastante certeza que el manuscrito sagrado llegó hasta el actual Uzbekistán en manos de los miembros de una tribu árabe que, durante las primeras conquistas árabes, inició su viaje probablemente desde Omán. Entre los siglos VIII y IX, los miembros de esta tribu se apoderaron del rollo del Corán del que estamos hablando. Después lo llevaron a través de lo que hoy es Irak, Irán y Afganistán.

La historia del manuscrito de San Petersburgo —que se prolonga a lo largo de doce siglos— describe una auténtica peregrinación ligada al destino de varias dinastías, Estados, ciudades y personas pertenecientes a la civilización islámica desde su aparición en Arabia en el siglo VII.

Actualmente, este manuscrito del Corán es una de las principales fuentes de información sobre la historia de la plasmación por escrito del texto sagrado por los primeros musulmanes. Su análisis ha permitido refutar una serie de hipótesis extendidas en occidente según las cuales el texto completo del Corán no apareció antes del siglo IX.

 

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