La estepa salvaje y la vida de los nómadas en el arte ruso (Imágenes)

Galería Tretiakov
Durante siglos, el territorio del antiguo Imperio ruso estuvo habitado por pueblos nómadas asiáticos. Y sus descendientes, como los calmucos (los únicos budistas de Europa), siguen viviendo en la Rusia moderna.

Los pueblos nómadas habitaron las vastas extensiones esteparias del norte de Eurasia (y del Imperio ruso) durante siglos. Y, obviamente, su estilo de vida y su cultura se han reflejado en la cultura y el arte rusos. Fueron los nómadas quienes inventaron la lana y el fieltro, los primeros en domesticar el caballo y en utilizar productos lácteos fermentados, y quienes acostumbraron a los rusos a todo ello.

Rusia adoptó mucho de los mongoles y se han encontrado rastros de diferentes pueblos nómadas en el sur de Rusia, en la desembocadura del río Don. Naturalmente, la vida de los nómadas en todas sus formas ha atraído a artistas y expedicionarios durante muchos siglos.

Dmitri Zatsepin. ‘Estación de Alti-Kuduk en la región de Sir Daria’ (Imperio ruso), 1880

El coronel Dmitri Zatsepin pasó más de 20 años en Turquestán, una gran región de Asia Central que pasó a formar parte del Imperio Ruso en el siglo XIX. Zatsepin investigó la vida y la cultura locales y compiló un álbum etnográfico con varios centenares de esbozos de la vida en la región. La región de Syr Darya es actualmente territorio de Uzbekistán.

Dmitri Zatsepin. ‘Ordeñando una yegua para hacer kumís’, 1875

Los nómadas de Asia Central fueron de los primeros en domesticar caballos. Y fueron ellos quienes inventaron la idea de elaborar una bebida láctea fermentada con bajo contenido alcohólico llamada “kumís” a partir de la leche de yegua.

Vladímir Favorski. ‘El cantante Mingian’, 1939

En 1940, el artista Vladímir Favorski realizó ilustraciones para la traducción al ruso del libro Dzhangar, una epopeya popular calmuca. El dibujo representa a Mingian, uno de los héroes. Era, utilizando el lenguaje moderno, un auténtico símbolo sexual. Fíjense cómo bailan las chicas del fondo y cómo todas sus miradas se fijan únicamente en él. “Las mujeres no pueden verlo con indiferencia, sus cinturones se desatan solos y los botones del pecho de las chicas rebotan todos”, escribió la artista sobre el héroe.

Natalia Goncharova. ‘Pilares de sal’. Hacia 1910

La artista vanguardista Goncharova recurrió repetidamente a los ídolos babas escitas. Utilizando imágenes de antiguas esculturas primitivas, a menudo narraba historias bíblicas. La base de su cuadro Pilares de sal fue la leyenda de Lot, el único que sobrevivió cuando Dios destruyó Sodoma y Gomorra. En la historia, la mujer de Lot echó un vistazo a las ciudades en llamas y se convirtió en una columna de sal. Pero Goncharova convierte a todos los héroes en ídolos, congelados sobre el fondo de las ruinas en llamas de Sodoma y Gomorra.

“He comprendido todo lo que Occidente podía darme hasta el momento... y, ahora, mi camino se dirige a la fuente de todo arte: a Oriente”, afirma la artista.

Pavel Kuznetsov. ‘Espejismo en la estepa’, 1912

El simbolista Kuznetsov suele ser apodado el “pájaro cantor de Oriente”. Y sus obras más famosas, creadas en la década de 1910, están dedicadas a Asia Central, la magia de la estepa y las ilusiones ópticas que a veces se producen allí.

Mijaíl Bukar. ‘Yurta y familia de un administrador parroquial’, 1872

En 1872, el fotógrafo orensburgués Mijaíl Bukar regaló al futuro emperador Alejandro III un álbum titulado Imágenes fotográficas de tipos de la región de Orenburgo. Contenía fotos de diferentes pueblos (bashkires, kirguises, calmucos, tártaros) y su modo de vida. Las fotos se colorearon con acuarelas para darles un aspecto más real.

Vasili Vereshchaguin. ‘Interior de la yurta de un rico kirguís’, 1869-1870

Vereshchaguin es conocido por sus pinturas de escenas de batallas y por su “ciclo del Turkestán”, donde reflejaba con precisión documental la vida típica de los pueblos de Asia Central. Sin embargo, los expertos modernos afirman que el artista cometió un error en este cuadro. En la yurta, tradicionalmente la mitad derecha de la puerta pertenecía al varón; sin embargo, Vereshchaguin representó allí, en cambio, a una mujer con un niño.

Vasili Vereshchagin. ‘Tienda kirguisa en el río Chu’, 1869-1870

Los nómadas, con sus rebaños de camellos, ovejas y caballos viajaban al norte en primavera y verano y regresaban al sur en otoño. Durante estos viajes, hacían largas paradas junto a masas de agua, donde levantaban sus yurtas. La construcción de estas viviendas provisionales solía ser tarea de las mujeres (que, con toda su complejidad, sólo tardaban unas 4 horas). En primer lugar, se colocaba una puerta, se instalaba alrededor un armazón de celosías de madera y se cubría la estructura con fieltro y telas de lana por encima.

Vasili Vereshchaguin.Muchacha kirguisa’, 1873

Según una versión, en este boceto, una mujer sostiene una cuna con un niño. Vereshchaguin representó con precisión el complejo estampado de su túnica. Por cierto, las vacas de los nómadas eran principalmente de transporte y se utilizaban como ganado de tiro. Por alguna razón, preferían beber leche de oveja.

Christian Gottfried Heinrich Geisler.Calmucos nómadas’, 1800

Este grabador de origen alemán participó en varias expediciones al sur de Rusia como artista y dejó varios álbumes etnográficos. Este dibujo muestra un poblado calmuco con yurtas, cabañas, camellos y carros. Geisler dibujó con detalle el proceso de construcción de las yurtas. Se cree que los calmucos, budistas que viven en el sur de la parte europea de Rusia, descienden de tribus que emigraron a la desembocadura del río Volga desde China y Mongolia.

Estas obras de arte y objetos reales de la vida de los nómadas pueden verse en la exposición “Campo salvaje.En perpetuo movimiento”, en el Museo Histórico Estatal, del 9 de abril al 9 de septiembre de 2024.

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