La canción comienza con los versos “Todo puede ser bueno en el mundo...”, y como toda la película, está literalmente impregnada de una atmósfera de juventud y esperanza, propia de la época del "deshielo" de Jrushchov. La cantó Nikita Mijalkov, el futuro director, ganador de un Oscar, para quien fue su debut en un papel importante en el cine. La canción de Andréi Petrov sobre versos de Guennadi Shpálikov se convirtió en el himno no oficial de la capital rusa.
“Una para todos, no nos importa el precio” es el estribillo de esta canción de Bulat Okudzhava, que se ha convertido en una de las más poderosas sobre la guerra. En la película la cantan con lágrimas en los ojos antiguos compañeros que se reúnen 20 años después de la guerra.
Invariablemente, cada 9 de mayo esta canción suena hoy en todos los conciertos festivos, y la película Belorusski vokzal (“Estación Bielorrusia”, en español) se repite en la televisión cada año.
Los espectadores soviéticos podrían no haber oído esta emocionante canción nunca. El Consejo Artístico de Mosfilm quería cortar el episodio que contenía esta canción: en su opinión, ralentizaba la acción (además, el texto podía considerarse antisoviético). Pero el director Leonid Gaidái la defendió, y ahora es un éxito de culto.
Otro éxito de la película El brazo de los diamantes, también conocido como Y no nos importa. La canta el actor Yuri Nikulin, a cuyo personaje le cosieron diamantes en la escayola. La canta muy bebido tras un encuentro con bandidos en un restaurante. La canción es muy reivindicativa sobre las liebres que tienen miedo de todo, pero hacen su trabajo.
Una canción desgarradora con letra sobre un hijo que quiere ver a su madre y pide al revisor que frene. Sin embargo, en la comedia de Gaidái, la canción es cantada por el personaje más divertido: un delincuente de poca monta. En la interpretación del actor Yuri Nikulin, hasta las palabras “Me absorbió un lodazal peligroso” suenan graciosas.
En la película La ironía del destino, la más navideña y todavía favorita, hay muchas canciones bonitas a poemas de Yevgueni Yevtushenko, Bella Ajmadúlina, Borís Pasternak y otros poetas famosos. Fue difícil elegir una, pero quizá esta canción sobre los versos de Marina Tsvetáieva interpretada por Alla Pugachova (fue ella quien puso voz a la canción) sea la más icónica.
Otro himno no oficial de Moscú se escucha al principio de la película ganadora de un Oscar Moscú no cree en las lágrimas. Comienza con las líneas que se han convertido en un aforismo: “No todo se asentó a la primera, Moscú no se construyó enseguida”. Y Alexandra es el nombre de la hija de la protagonista, a la que, sin embargo, sólo se ve en la segunda parte de la película. La música de la canción fue compuesta por Serguéi Nikitin, él y su esposa Tatiana la interpretaron en dúo.
Una de las canciones rusas más populares, interpretada por decenas de artistas. Ha pasado de la banda sonora de una película infantil a ser un verdadero éxito atemporal. Lo principal es que da esperanza: mañana cambiará el viento y vendrá el bien en lugar del mal.
Un auténtico éxito de la música disco soviética con un clip increíble justo en la película. Por cierto, el propio tema de la canción -sobre el teléfono- era muy actual para principios de los años 80. La composición se convirtió en un grito del alma de todas las chicas que habían vivido amores desgraciados. La canción para la actriz Irina Muraviova fue interpretada por la cantante Zhanna Rozhdéstvenskaia.
La canción infantil más importante, que causará nostalgia en cualquier persona que haya crecido en la URSS. La composición trata sobre no tener prisa y crecer, así como sobre el brillante futuro que nos espera. Es muy soviética: “¡Sólo cielo, sólo viento, sólo alegría por delante!”. En la película, la canción fue cantada por el Coro Infantil del Teatro Bolshói con unas voces asombrosamente sonoras.
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