Se han escrito decenas de memorias y diarios sobre Rusia. Muchos clásicos como John Steinbeck, John Reed, Herbert Wells, Gabriel García Márquez y otros han dejado vivos relatos de sus viajes al país eslavo.
Los autores contemporáneos también se fijan en Rusia y escriben libros documentales sobre el ballet ruso, la mafia, la época estalinista y los horrores de la guerra y el Gulag.
Pero, ¿qué pasa con la ficción? ¿Qué lugar ocupa Rusia en la ficción?
La mayoría de los lectores conoce la primera parte de la increíble historia de Robinson Crusoe, que naufragó y quedó varado en una isla desierta durante 28 años.
Pero hay una continuación de la historia: el segundo libro, menos conocido, que se titula Nuevas Aventuras de Robinson Crusoe, donde el ya famoso héroe emprende un viaje de negocios a Asia, volviendo a casa a través de Siberia y de la Rusia del norte de Europa par navegar desde Arjánguelsk hasta Inglaterra.
Los hechos transcurren en 1703, Siberia se describe como un lugar salvaje y Rusia se ve como una “turba de esclavos bárbara, impotente y mal gobernada”. Robinson pasó ocho meses en Tobolsk, una de las principales ciudades siberianas de la época, y le causó una impresión fuerte. “La helada era tan dura que no se podía salir sin envolverse la cara con un abrigo de pieles o más bien con un bashlik con sólo tres aberturas: para los ojos y para respirar. Durante tres meses los días aburridos duraron sólo cinco o seis horas, pero el cielo era claro, y la nieve que cubría toda la tierra era tan blanca que las noches nunca eran muy oscuras”.
Sin embargo, en Siberia, Crusoe se encontró no solo con bárbaros, sino también con gente bastante decente: nobles exiliados, militares, duques y otros miembros de la nobleza.
El título completo de la novela en francés es Notas de un profesor de esgrima, o Dieciocho meses en San Petersburgo. En la historia, el autor recibe las notas de un profesor de esgrima hechas en Rusia. Resulta que muchos de sus alumnos se convirtieron más tarde en decembristas, participantes en la revuelta de 1825 en San Petersburgo. La revuelta fue reprimida y los decembristas fueron exiliados a Siberia.
Dumas plantea un aspecto muy romántico de aquellos acontecimientos y cuenta la historia de las “esposas de los decembristas”, un concepto que se ha convertido en un proverbio literal en Rusia. Así, Louise, una francesa, es enviada a Siberia siguiendo a su prometido, el conde ruso Ánnenkov, y su profesor de esgrima se ofrece como compañero. Louise está basada en una persona real: la diseñadora de moda Pauline Geble, que apeló personalmente al zar para que la dejara ir a Siberia y casarse con el decembrista. Fue su historia la que inspiró a Dumas a escribir la novela.
En la novela se demuestra que el autor conoce perfectamente San Petersburgo, detallando las calles y realidades de la vida en la ciudad, así como la propia rebelión.
Por cierto, la novela fue prohibida por la censura zarista en Rusia precisamente por la descripción del “levantamiento decembrista”, aunque muchos pudieron leer la novela. La primera vez que se publicó oficialmente fue en la época soviética, en 1925.
Veinte mil leguas de viaje submarino, Los hijos del capitán Grant o La isla misteriosa son las novelas de aventuras favoritas de los niños rusos en la lista de lecturas recomendadas para el verano (sí, en Rusia los niños reciben una lista de entre 20 y 30 libros para leer en vacaciones). No incluyen Miguel Strogoff, la novela también conocida como El Correo del Zar. Uno de los pocos libros de Julio Verne que se imprimieron en Rusia con un retraso de hasta 20 años.
Y no es de extrañar. La trama de la novela, por decirlo suavemente, no tiene ninguna autenticidad histórica. Según el guión, estalla una revuelta entre los “nómadas rusos-subordinados de la región del Turquestán” que amenaza con engullir toda Siberia. El zar ruso envía a su enviado de confianza, Miguel Strogoff, a Irkutsk para advertir al gobernador local de la inminente traición. En el camino, Strogoff vive todo tipo de aventuras, incluso se convierte en un prisionero de los rebeldes, pero conoce a verdaderos amigos y juntos superan valientemente todos los obstáculos.
Por cierto, para no dañar las ya tensas relaciones diplomáticas entre Rusia y Francia, el editor de Verne mostró el manuscrito al escritor ruso Iván Turguéniev, que vivía en Francia. Guiado por los comentarios de Turguéniev, Verne corrigió muchos de los detalles relativos a la rebelión.
Virginia Woolf adoraba la literatura rusa y estuvo muy influida por Fiódor Dostoievski, Lev Tolstói e Iván Turguéniev, de los que aprendió técnicas literarias y psicológicas para describir a los personajes. Su novela satírica Orlando está ambientada en Inglaterra pero tiene una fuerte temática rusa en la que Woolf incorpora su visión de Rusia, del alma rusa y del arte y la literatura rusos. Sin embargo, la escritora maneja con bastante soltura las realidades y los detalles históricos.
Durante la gran helada de 1607, el protagonista de la novela, Orlando, conoce a la graciosa Sasha, hija del embajador ruso, en el Támesis helado. Woolf describe cómo la heroína iba vestida con una “camisola suelta a la moda rusa” e impresionó al protagonista con su aspecto exótico. En la vida real, las chicas rusas no se vestían así, este traje recuerda al de las Estaciones Rusas de Diáguilev, que popularizó el fabuloso “estilo ruso”.
Woolf también describe la Embajada rusa con la que Sasha llegó a Londres para la coronación de Jacobo I. Son hombres poco cívicos y misteriosos. “Con sus enormes barbas, bajo sus sombreros de piel, estaban casi siempre en silencio, bebiendo algún caldo oscuro, escupiéndolo en el hielo de vez en cuando”.
La novela de Littell, un bestseller mundial y una obra premiada, describe los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial, desde que la Unión Soviética entró en ella, de 1941 a 1945, hasta la caída de Berlín.
El protagonista de la narración es el oficial de las SS Maximilian Aue, que llega a la URSS para llevar a cabo operaciones de castigo. Describe los terribles acontecimientos de los que es testigo, desde el fusilamiento de judíos en Kiev hasta la batalla de Stalingrado.
Littell reproduce con increíble exactitud los personajes típicos rusos: mujeres koljosianas, hombres con acordeones. También hay varias referencias a la literatura rusa, y el propio protagonista puede compararse con Pechorin, un personaje de Un héroe de nuestro tiempo, de Mijaíl Lérmontov. E incluso la escena del duelo de Aue con su colega es una reverencia a la literatura rusa. Y la forma de la obra en sí recuerda mucho a la novela rusa clásica.
LEE MÁS: ¿Es cierto que la literatura rusa es deprimente?
La ley de derechos de autor de la Federación de Rusia prohíbe estrictamente copiar completa o parcialmente los materiales de Russia Beyond sin haber obtenido previamente permiso por escrito y sin incluir el link al texto original.
Suscríbete
a nuestro boletín
Reciba en su buzón el boletín informativo con los mejores artículos sobre Rusia: