Victoria Moya, en el parque Gorki, uno de los sitios más emblemáticos de la capital rusa. Fuente: Mark Boiarski
“Ella me contaba cómo se reunía con sus amigos para cocinar pelmeni (un plato tradicional parecido a los raviolis) y me mostraba dibujos animados como Cheburashka. Yo me quedaba maravillada”.
Posteriormente, su hermano mayor, Iván, fue a estudiar a Moscú y a ella le picó la curiosidad. ¿Cómo sería ese lejano país, con la Plaza Roja y enormes calles de las que tanto le hablaron en su familia?, se preguntaba. Además, le emocionaba conocer la patria de su escritor favorito, Chéjov.
A los 19 años, Victoria terminó el primer año de Agronomía en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, pero no le gustó la carrera ni la forma en la que se enseñaba en Chile. Además, el precio de los estudios era demasiado alto.
Con ayuda de su hermano, que estaba entonces en Moscú, logró postularse para una beca en la Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos (RUDN) contactando directamente con la institución.
“Como hay muy pocos chilenos que estudien en Rusia, tenemos mucho apoyo de la Embajada de Chile en Moscú. Nos aportan toda la información necesaria y nos ayudan con las gestiones”. Dos meses más tarde, Victoria tomaba un avión rumbo a la capital rusa.
Aguantar la presión
Fuente: Mark Boiarski
El ingreso en la Facultad de Ecología de la RUDN se formalizó en 2012. El primer año fue un gran choque para la chilena, ya que los extranjeros que entran en esta universidad tienen que hacer un curso preparatorio obligatorio. Durante todo el año solo aprenden la lengua. Hay muchos que no aguantan la prueba y vuelven a su país.
Sin embargo, en la universidad creen que es la única manera de conseguir que los estudiantes extranjeros aprendan el idioma y se integren en una cultura completamente diferente a la de sus lugares de origen.
Victoria no se asustó: “Me motivaba saber más de la cultura rusa a través de los propios rusos”. No obstante, reconoce que sus compañeros ingleses y vietnamitas sufrían más, ya que la fonética rusa es completamente distinta a la que estaban acostumbrados.
“Estoy aquí porque en Chile no puedo ser licenciada en Ecología. En mi país solamente existen escuelas superiores para esta especialidad”, explica Victoria. Tal y como imaginaba, el sistema educativo ruso le sorprendió gratamente. “En Chile todos los estudiantes del curso van a la misma clase. En cambio, aquí nos dividen en pequeños grupos de unas 20 personas, así que hay más diálogo con el profesor”.
Además, en su país tardaría seis años en graduarse, mientras que en Rusia solo necesita cuatro, aunque tiene que aprobar diez disciplinas cada semestre. “Al principio parecía difícil aprender todo en menos tiempo”. Sin embargo, cuenta con el apoyo de los profesores, que se muestran menos exigentes con los extranjeros.
Ser rusa en todo
Fuente: Mark Boiarski
“Desde el primer día decidí ser rusa en todo: verme con los rusos y hablar el idioma”, cuenta Victoria. En Moscú hizo buenos amigos sin dificultad. “Los rusos son fríos al principio, pero cuando se enteran de que soy de Chile se emocionan, me hacen miles de preguntas. Las personas aquí son reales, nunca pretenden ser lo que no son”, cuenta.
Pocos meses después de llegar a Rusia se enamoró. Conoció a Antón, que está terminando la maestría en la misma universidad, a través de unos amigos. “Me gusta tener una relación estable. En Chile es muy popular tener relaciones libres, pero a mí no me interesan”, confiesa. Victoria disfruta de su vida en Moscú, suele ir a conciertos de jazz y le gusta pasear por los parques, que para ella son como bosques: “Lo que para los rusos es un parque, para los chilenos es una inmensidad”. A pesar de todo, ve su futuro en Santiago y extraña mucho su tranquilidad.
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