La investigación del asesinato de los Románov en el siglo XXI

El análisis genético a partir de muestras difíciles de conseguir es clave para determinar el origen de los restos mortales. Fuente: TASS

El análisis genético a partir de muestras difíciles de conseguir es clave para determinar el origen de los restos mortales. Fuente: TASS

El asesinato de la familia imperial rusa ha podido investigarse 100 años después porque, en la legislación rusa, el homicidio premeditado no prescribe, explica el criminólogo y jefe de la investigación Vladímir Soloviov. Antes, a las autoridades soviéticas no les interesaba el caso.

La principal dificultad ha sido demostrar que los restos hallados cerca de Ekaterimburgo pertenecían a la familia imperial. “El trabajo de un criminólogo consiste en desmontar los mitos”, explica Vladímir Soloviov. “Era una oportunidad de encargarme de un caso realmente interesante y salir de mi círculo habitual de responsabilidades”.

A principios del siglo XX, se encargaron de investigar el caso varios miembros de la guardia blanca: Nametkin, Serguéiev y Sokolov, quien logró reunir una gran cantidad de material que después desempeñaría un papel crucial en la investigación. “Decidimos encontrar todo lo que quedara del ‘caso Sokolov’”, aclara Vladímir Soloviov.

“En la fiscalía militar se conservaban solo cuatro tomos, así que salimos a buscar el resto por el mundo”. Sokolov emigró y se llevó parte de los documentos con él.

Vladímir Soloviov cuenta que primero revisó los archivos reales del Reino Unido. Le ayudó el príncipe Michael Kentski, aunque no encontraron información de gran relevancia. Más tarde, se supo que los documentos más importantes de Sokolov habían acabado en manos del conde Orlov, cuyos descendientes los vendieron en la casa de subastas de Sotheby’s (Londres) por un millón de dólares. El príncipe Hans Adam II de Liechtenstein fue quien los compró, para devolverlos a Rusia a cambio de otros documentos relacionados con su familia.

Vladímir Soloviov recibió el apoyo de muchas personas famosas a lo largo de toda la investigación. El asesinado Borís Nemtsov, que entonces dirigía una comisión gubernamental, proporcionó a los médicos forenses el equipamiento necesario para el laboratorio genético.

El músico Mstislav Rostropóvich recaudó dinero para financiar las pruebas periciales y también contribuyó a la compra en Japón de un artefacto crucial en la investigación: un trozo de tela con restos de sangre del zar. La muestra se conservaba en un museo de la ciudad de Ōtsu, donde tuvo lugar un atentado contra Nicolás II en 1891.

Allí lo encontró por casualidad el exalcalde de San Petersburgo, Anatoli Sobchak. Sin embargo, a pesar de los numerosos esfuerzos empleados en recuperar la muestra, esta no se pudo analizar porque la tela no era apta. 

Sobre el análisis genético

Al principio, los expertos genetistas utilizaron muestras de sangre de algunos miembros de las casas reales danesa y británica para los análisis. “Se trataba de un análisis de ADN mitocrondrial, por eso necesitábamos parientes de la línea femenina de la familia imperial”, comenta Vladímir Soloviov.

“La madre de Alexandra Fiódorovna era hija de la reina Victoria, de quien es descendiente directo el marido de la actual reina británica, el príncipe Felipe de Edimburgo”.

Fue una suerte, pero había que comparar su sangre con algo y los expertos no consiguieron la muestra necesaria de sangre de Nicolás II hasta 2007. Resultó que había estado todo el tiempo ante sus ojos: en el museo Hermitage se conservaba una camisa de Nicolás II en la que también había restos de sangre del atentado en Ōtsu.

En el análisis definitivo trabajaron varias comisiones independientes de genetistas de Rusia, EE UU y Australia que obtuvieron los mismos resultados.

En opinión de Vladímir Soloviov, la investigación del asesinato de la familia imperial rusa contribuyó en gran medida al desarrollo de la ciencia. “Gracias a este caso surgieron enfoques completamente nuevos”, remarca el investigador.

“Ahora, cualquier trabajo relacionado con la identificación de cadáveres sigue los procedimientos desarrollados durante la investigación del caso del zar”. 

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En 1918 los bolcheviques fusilaron a los once miembros de la familia Romanov. Los principales implicados en aquel pelotón de ejecución ostentaron una posición respetable dentro de la sociedad soviética.

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