Serguéi Eisenstein en el papel de Don Quijote

Fuente: Tatiana Pigariova

Fuente: Tatiana Pigariova

Entrevista a Naum Kleiman, director del Museo de Cine de Moscú, en la que habla sobre Serguéi Eisenstein y cómo llegó a subirse sobre Rocinante.

 Eisenstein-Don Quijote, defensor del Cine independiente.

La Casa-Museo de Eisenstein en Moscú, atiborrada de libros, muebles y objetos, parece una maqueta reducida del futuro museo que vive en los sueños de su actual conservador, Naum Kleiman, máximo experto de la obra del Serguéi Eisenstein, director del Museo de Cine de Moscú. Es un romántico de la vieja guardia, con ese espíritu quijotesco positivo, tan ruso y tan universal. “Cuesta imaginar cómo fue posible trasladar la casa espaciosa de Eisen a este apartamento. Parece un milagro de transfiguración del espacio”, sonríe Naum, pronunciando con tanta ternura y naturalidad el apodo amistoso Eisen. Explica cómo Pera Atasheva, viuda del director del Acorazado Potemkin, conservó todos los objetos personales a pesar de que le obligaron a desalojar la casa, que más tarde sería demolida; y cómo finalmente logró reconstruirla en este minúsculo apartamento de dos cuartos del bloque de pisos en la calle Smolénskaya, dándolo en herencia al Museo de Cine en 1965. En el despacho de Eisenstein los desgastados muebles de rayas negras y anaranjadas de la Bauhaus conviven con los tapices mexicanos, pero el lugar central, al lado del espejo, lo ocupa un muñeco en que podemos reconocer a Serguéi Eisenstein con el traje de Don Quijote, montado sobre una cámara de cine que sustituye a Rocinante…  

 

Naum Kleiman. Fuente: Tatiana Pigariova

La pasión de Eisenstein por España es evidente.

En sus memorias evoca recuerdos de su juventud: el montaje de Meyerhold de El Príncipe constante de Calderón de la Barca, el barroco español que le inspiraba a diferencia del italiano, de Picasso, de El Greco. Escribió el artículo El Greco y el cine” y empezó a preparar un estudio parecido sobre Goya. Por no hablar del guión de la película Spain, localizada en la España de la Guerra Civil. ¿Este muñeco quijotesco, es una metáfora? 

Sí y no. Es verdad que los amigos llamaban a Eisen, “Don Quijote del cine”, pero este muñeco, hecho por unas pintoras como regalo para el museo, es el recuerdo de una película donde Eisenstein hizo de Don Quijote… 

Increíble, hay tantos estudios sobre el tema quijotesco en la cultura rusa y esta historia ni se menciona… 

En septiembre de 1929 tuvo lugar el Congreso de cinematografía independiente, el primer festival de cine en la historia. Los cineastas de vanguardia de toda Europa, también algunos de América y de Japón se reunieron en Suiza en el Castillo de Sarraz, gentilmente invitados por su dueña, madame Hélène de Mandrot, aficionada al arte.

Eisenstein, Alexandrov y Tissé estaban en aquel momento en Alemania, esperando los visados camino a Hollywood, y se unieron “al sarao”. El Congreso se divertía. En las antiguas bóvedas del castillo medieval colgaron una pantalla y proyectaron, junto a la primera “epopeya de agitación sobre la construcción de los koljoses” y el progreso del sistema socialista (futura Línea general de Eisenstein), otra película que versaba sobre la “desintegración de la conciencia burguesa”. Era el manifiesto surrealista de Dalí y Buñuel, El perro andaluz. De hecho, esperaban la llegada de Buñuel, que finalmente no se presentó.

Entre discusiones y bromas, deciden que lo más propio para un congreso de cineastas es rodar una película. La idea fue impulsada por Serguéi Eisenstein y Hans Richter: la lucha de los independientes contra las “grandes firmas”. 

 El crítico francés Leon Moussinac en el traje de d´Artagnagne, ayudante del Quijote

El guión de esta obra, que entró en la historia como The Storming of La Sarraz, fue elaborado por ambos de un tirón, y también fue dirigida por ellos. Lo rodó Tissé con su cámara, y el mismo castillo, atiborrado de reliquias medievales, sirvió de decorado. Mademoiselle Bouissounouse de Revue de Cinema, con su vestido blanco y dos bobinas de película en el pecho, encarnaba el Cine independiente  – fijada con unas cadenas encontradas en el sótano a las chimeneas monumentales en los techos del castillo. Su defensor, el caballero Don Quijote, interpretado por Eisenstein, llevaba la armadura, el yelmo y la pica medievales, e iba montado sobre Rocinante, su fiel cámara de cine.

Le ayudaban el crítico francés Leon Moussinac, con el traje de d´Artagnan, y Jean-George Auriol, redactor jefe de Revue du cinema, que usando las máquinas de escribir del Congreso como ametralladoras, se lanzaba al ataque bajo los estandartes confeccionados con revistas.

Los participantes de este combate grotesco resbalaban sobre las tejas, pero la victoria del cine independiente era absoluta. El japonés Moitiro Tsutji con la máscara de “Cine comercial”  se hacía el harakiri. Pobre castillo de La Sarraz, cuesta imaginar el santuario familiar de madame Mandrot, destrozado por esta panda… De todas formas, Eisenstein recordaba que la belle châtelaine conservó de él y de Tissé buenos recuerdos y no paraba de repetir: “Ah, bolcheviques, bolcheviques, los únicos gentleman’s…”  

¿Y qué pasó con esta joya, todo un hito para la historia de cine?

Hay muchas versiones, algunos historiadores hasta opinan que es una leyenda, que nada se rodó, que era una especie de performance amistoso; pero en el Museo de Cine de Moscú se conservan algunas imágenes reveladas, de las que solían cortar de la película rodada para asegurarse de que el material estaba en condiciones antes del revelado final, lo que prueba que sí que existió.

Tenemos fotogramas de Jean-George Auriol con máquinas-ametralladoras, de León Moussinac-d´Artagnan y de Eisenstein con el traje medieval, haciendo de Don Quijote. Todo el material se lo llevó Richter para revelarlo y montarlo en Londres, posiblemente lo perdió en el tren o se lo quitaron en la aduana. 

La foto de Eisenstein-Don Quijote inspira a la fantasía. Sería un reto imaginar la versión de la novela cervantina, rodada por Eisenstein: una película muda de los años 20 u otra hecha después de Ivan el Terrible y todo lo vivido en la época estalinista….

Idea curiosa y más que apropiada. Es que Eisens había recibido de Fiódor Shaliapin la propuesta secreta de hacer la versión del Quijote, pero finalmente este proyecto fue realizado por… Pabst en 1933, con Shaliapin como protagonista. Podía haber sido la película de Eisenstein. ¿Avatares del destino?

 Eisenstein y el redactor de la revista “Revue du cinema” Jean-George Auriol que apoya al ataque del Quijote con la ametralladoras – máquinas de escribir del Congreso con las banderas de la “Revue du cinema”.

Además, el guión de Spain se fue transformando en parte en Alexander Nevski, por lo que el camino hacia El Quijote estaba trazado. Era un creador cristalino… cristalizador, más bien: nunca le gustó Dalí, pero sí Orozco. Tenía un espíritu épico. En sus archivos se encontraron más de 30 esbozos de guiones e ideas de películas no realizadas, El Quijote no aparece, pero la vida de Eisenstein se apagó a los 50 años, quizás lo hubiera querido hacer.

Un detalle más: Eisen está muy presente en el Don Quijote de Kózintsev, no sólo, como es obvio, por la impronta que dejó en todo el cine soviético, sino además a través de Honoré Daumier.

Pera Atasheva, que mantenía amistad con Kózintsev, le había regalado varios libros y reproducciones de Daumier que habían pertenecido a Eisenstein. Una reproducción colgaba en la pared del despacho de Kózintsev y la influencia de la estética de Daumier, e indirectamente la herencia de Eisenstein, se evidencian en su Don Quijote del año 1957.

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Fotografías cortesía del Instituto Cervantes de Moscú.

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