Tras la muerte del emperador Pablo en 1801, los préstamos que había recibido de Alemania fueron anulándose poco a poco. La incómoda costumbre de que los soldados llevaran trenzas y coletas desapareció: las coletas se fueron haciendo cada vez más cortas, hasta que acabaron desapareciendo.
La estrecha guerrera de estilo prusiano cedió su lugar a un uniforme más adecuado para el soldado. Sin embargo, no se logró acabar con la reglamentación referente al aspecto externo. A finales del siglo XVIII, lo que más se valoraba era un uniforme práctico, cómodo y sencillo para llevar durante el combate. Pablo I, que se había creado un cuerpo del ejército personal siguiendo el modelo alemán, logró inculcar a sus hijos la pasión por los atributos externos de la vida militar, los desfiles y la instrucción.
Fuente: "Descripción histórica de ropa y armamento rusos" A.V.Viskovatov
Alejandro I (zar entre 1801 y 1825) continuó la política de su padre en lo referente a la reglamentación de la apariencia externa del soldado ruso. En 1802 el uniforme militar se reformó por completo. Estos cambios sin precedentes desde la época de Pedro I (finales del s. XVII, principios del XVIII) afectaron a todos los tipos de tropas. En aquel momento comenzó a existir la propia noción de uniforme.
El antiguo caftán militar, de largas dimensiones, tomó la forma de frac: una chaqueta cruzada corta hasta la cintura con faldones abrochados por detrás y unos pantalones cortos hasta las rodillas. Estos fueron remplazados por unos pantalones con unas polainas de piel cosidas en la parte inferior que se llevaban por encima de las botas.
En lugar de los viejos abrigos de invierno y las chaquetas de forro de piel de oveja, en el ejército ruso aparecieron por primera vez los capotes. Introducidos en 1802, estos uniformes siguieron existiendo sin sufrir ningún cambio durante más de medio siglo.
El capote militar de paño sin teñir se convirtió en un atributo invariable del uniforme militar ruso. En caso de necesidad, se convertía fácilmente en capa, y sus largas mangas permitían ajustar su tamaño.
El elemento más reconocible del uniforme, introducido a principios del siglo XIX, es, por supuesto, el chacó. Inicialmente era un sencillo sombrero alto cilíndrico con un penacho de plumas. Este sombrero no sólo tenía una función decorativa, sino también práctica: el chacó protegía de forma muy eficaz la cabeza del soldado contra los ataques de sable.
Fuente: "Descripción histórica de ropa y armamento rusos" A.V.Viskovatov
Los soldados que llevaban los uniformes más brillantes y exuberantes eran los de la caballería ligera: los húsares. Este tipo de caballería nació en la estepa de Hungría. Los jinetes rusos adoptaron de los húngaros no sólo el estilo y la táctica del combate ecuestre, sino también los uniformes.
El dolmán, una cazadora corta de cuello alto y con cordones, era objeto de orgullo de los húsares y los distinguía en cualquier formación de soldados. Sobre el dolmán solían llevar una pelliza, un abrigo de piel atado con botones y cordones. Durante la época de calor, la pelliza se llevaba sobre un solo hombro y se ataba bajo el brazo con una cinta. Todos estos elementos del uniforme de los húsares se tejían con hilos de oro y plata y para su confección se empleaban las mejores telas.
Fuente: "Descripción histórica de ropa y armamento rusos" A.V.Viskovatov
Los oficiales confeccionaban sus uniformes por su propia cuenta, y cuanto más lujosos parecían, mayor era el estatus de su propietario. La guardia imperial tenía los mejores uniformes de todos. Sus soldados se distinguían por sus charreteras de colores diferentes. Además de estos, algunos regimientos de la guardia tenían distinciones especiales. Las reformas de los uniformes militares de principios del siglo XIX supusieron el fin de la conocida mitra de granaderos, un gorro con una parte delantera de grandes dimensiones.
Los granaderos recibieron a cambio chacós del mismo tipo que el resto de tropas de infantería. A excepción del regimiento de la guardia imperial de Pablo. Para distinguir los méritos especiales de los soldados de su guardia personal, el zar mantuvo sus mitras pasadas de moda, que pasaron a ser motivo de orgullo. Los granaderos de Pablo conservaron sus mitras hasta la Revolución de 1917.
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