Fuente: TASS / Artiom Geodakián
A finales del verano de 1968 Vladímir Filíppov, un joven de 17 años, estudiante de la Universidad de la Amistad de los Pueblos, se dirigía a Moscú en un tren nocturno procedente de la pequeña ciudad de Uriúpinsk. Llegó a la residencia de estudiantes hacia la media noche, y pasó su primera velada en la capital compartiendo mermelada casera que había traído del sur de la URSS con dos extranjeros que habían llegado de Madagascar y Camerún para estudiar. No hablaban ruso y, además, eran creyentes.
“La mujer que se encargaba de la ropa de cama ya se había ido. Al irnos a dormir, mis compañeros se dan cuenta de que no tengo sábanas, así que juntan las tres camas, extienden su ropa de cama y me hacen ponerme en el medio. Así pasé mi primera noche entre dos estudiantes extranjeros. Y así fue como pasó, este fue el inicio de la amistad de los pueblos”, recuerda Vladímir Filíppov, actual rector de la RUDN y ministro de Educación y Ciencia de Rusia entre 1998 y 2004.
A pesar de que la doctrina oficial de la URSS era el ateísmo, la sociedad soviética se mostraba tolerante con las religiones que profesaban los estudiantes extranjeros. “Por la mañana veo a Jean-Paul, que era católico, recogido en un rincón para rezar; Abdul, que era musulmán, en otro, y yo, que era un komsomólets, miembro de las juventudes comunistas, y no sabía qué hacer ni dónde meterme”, dice Filíppov.
Explica que ya en aquella época era una norma de la Universidad mezclar a los estudiantes de distintos países, lenguas y culturas.
Durante los años 60 y 70 la URSS se fijó como objetivo extender su influencia por Asia, África y América Latina formando a sus trabajadores y apoyando su lucha por la independencia. Moscú trataba de divulgar la lengua y cultura rusas, así como los valores comunistas.
Para conseguirlo, el 5 de febrero de 1960 se fundó la Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos, que hasta principios de los años 90 llevó el nombre del primer ministro de Congo, Patrice Lumumba. En la Universidad los mejores científicos y profesores impartían conferencias, tanto de humanidades como de ciencias exactas.
Al finalizar sus estudios, los graduados de la RUDN se diseminaban por todo el mundo. Más adelante, muchos de ellos pasaron a ocupar cargos importantes en su patria. Entre ellos, Abbas Yusuf Salh, primer ministro de la República de Chad hasta 2010, Abdramane Sylla, ministro de Malí, y Achieng Ongong’a, director general del Departamento de Turismo de Kenia. Filíppov explica que Jean-Paul, amigo camerunés y compañero de habitación en la residencia, se convirtió en ministro de Justicia de su país tras graduarse.
Cuando a finales de los años 80 soplaron aires de cambio y empezó la Perestroika de Gorbachov, esta Universidad fue la primera que introdujo en la educación soviética conceptos occidentales como magistratura y maestría. En el extranjero, los diplomas soviéticos de educación superior se homologaban como grados o licenciaturas, a pesar de que los especialistas de la Unión estudiaban durante cinco o seis años.
Quince años más tarde, Filíppov ocuparía el cargo de ministro de Educación de la nueva Rusia y firmaría la Declaración de Bolonia, después de lo cual los títulos de “grado” y “máster” dejarían de ser una novedad en los diplomas rusos.
El rector recuerda que en 1991, con la desintegración de la URS,S llegaron tiempos difíciles para la Universidad. La RUND se vio privada de una parte sustancial de su financiación y de decenas de miles de estudiantes. Aunque a finales de los 2000 logró recuperar el prestigio de antaño.
Según Filíppov, actualmente hay 28.000 estudiantes de más de 150 países del mundo matriculados en la Universidad, eso es incluso más que durante la época soviética.
“En 1993, cuando ocupé el cargo de rector, en nuestra Universidad había un total de 5.700 estudiantes matriculados procedentes de 109 países. Ahora son 28.000, y las promociones anuales cuentan con la misma cantidad de estudiantes de hace 20 años”, dice el director del centro.
A pesar de los cambios, la RUDN ha conseguido conservar la atmósfera de amistad entre los representantes de los pueblos y culturas de todo el mundo. En palabras del propio rector: “Hay que crear las condiciones para que la comunicación cotidiana sea más estrecha, tanto en las habitaciones como en el grupo de estudiantes. Y después, todo llegará. Llegará el amor, llegarán los niños”.
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