Hace 25 años la capital alemana cambió el destino de Europa. Fuente: DPA/AFP/East News
“El gobierno de la RDA comprendía perfectamente que había llegado el momento de atenuar el régimen de prohibición de la salida del país, - comenta a RBTH Ígor Maximychev, investigador jefe del Instituto de Europa de la Academia Rusa de Ciencias, durante los años 1987-1992 consultor de la embajada de la URSS/Federación Rusa en Berlín. – El 7 de noviembre, el secretario general del Comité Central del SED [Partido Socialista Unificado de Alemania], Egon Krenz, y el ministro de Asuntos Exteriores de la RDA, Oskar Fischer, informaron al embajador de la URSS, Viacheslav Kochemasov, de que habían preparado un nuevo proyecto de ley sobre la salida del país. Las autoridades planeaban abrir en la frontera con Alemania Occidental un puesto fronterizo especial a través del cual los ciudadanos que desearan salir hacia el este podían hacerlo sin grandes formalidades. Krenz y Fischer solicitaron la opinión de Moscú al respecto y, durante la mañana del día 9 de noviembre, Kochemasov informó que la Unión Soviética no se oponía a ello”.
Por la tarde, el miembro del politburó Günter Schabowski daba una rueda de prensa en directo dedicada a la sesión plenaria del Comité Central del SED y, al mismo tiempo, informaba de la introducción de las nuevas normas que permitían a los ciudadanos de la RDA salir libremente hacia Alemania Occidental. A la pregunta del periodista italiano sobre cuándo entrarían en vigor estas nuevas normas, Schabowski respondió perplejo: “Ahora mismo”.
Winfried Pötzsch recuerda cómo una multitud de berlineses orientales se dirigieron hacia los puestos fronterizos más cercanos y los asaltaron. Al menos 20.000 personas cruzaron la frontera durante una hora a través del puente Bösebrücke sin ningún control de sus documentos, aunque al principio los agentes fronterizos llegaron a estampar algún sello en los pasaportes.
Winfried guarda un pasaporte de la RDA sellado por el servicio fronterizo el 9 de noviembre de 1989. El sello figura justo sobre su fotografía. En aquella época aquello significaba que no debían dejarle entrar de nuevo en Berlín Oriental. “Mi esposa y yo nos encontrábamos junto a la barrera. Yo le dije: ‘venga, crucemos, ya volveremos más tarde’. Ahora para nosotros este sello es una reliquia. Mi esposa y yo estamos orgullosos de él”.
Aquella noche, Helga Krause también se encontraba en el puente de Bösebrücke. Y aunque ha pasado ya un cuarto de siglo, no puede contener las lágrimas: “Estuve viviendo en aquel distrito unos 20 años, cada día veía el puente pero ni me atrevía a pensar en entrar en él. Y en aquel momento me quedé sobre el puente llorando. Unas personas que vivían en Osloerstrasse, en la parte occidental, se acercaron a mí con una botella de champán y bebimos juntos”.
A juzgar por las historias de los que vivieron aquel acontecimiento, a ambos lados del Muro de Berlín reinaba una atmósfera de increíble felicidad. “Había ocurrido un milagro, - dicen. – Había desaparecido la franja de la muerte del centro de Europa”.
Más de 100.000 ciudadanos de la RDA intentaron cruzar el Muro de Berlín. Hasta ahora se desconoce el número exacto de las personas asesinadas en aquellos intentos. Los empleados del Centro de investigación de historia contemporánea de Potsdam hablan de 138 víctimas del Muro.
El beso de los secretarios generales se convirtió en el símbolo de la libertad
El muro que sembró el terror durante 28 años con sus ametralladoras en las torres de vigilancia, sus alambres de púas, sus minas y señalización eléctrica, comenzó a ser derruido por partes. Aunque esto no sucedió inmediatamente, sino pasado algún tiempo.
Winfried y sus vecinos comenzaron a destruirlo con martillos y picos. Algunos embestían con camiones y rodillos para el asfalto. Ahora los restos del muro de hormigón son un fantástico souvenir para aquellos a los que en Berlín llaman “los pájaros carpinteros del Muro”. Precisamente estos fragmentos de esta “infamia del siglo XX” ahora están celosamente custodiados por el Estado.
“El mayor fragmento que se conserva del Muro tiene una longitud de 999 metros y se encuentra en la calle Mühlenstrasse, – cuentan los guías de Berlín. – Esta terrible e inaccesible parte de la frontera estatal se convirtió en una galería de arte al aire libre. Los artistas y arquitectos han recuperado los grafitis que se realizaron durante la época de la reunificación alemana”.
El Muro lleno de pintadas es la principal imagen histórica para los alemanes, así como para toda la humanidad, del año 1989. En esta imagen figura el famoso beso en los labios entre Leonid Brézhnev y Erich Honecker, un grafiti del ruso Dmitri Vrúbel.
Según el artista, él había viajado a Berlín por asuntos completamente distintos. “Todo ocurrió por casualidad. Un amigo me invitó a Berlín para una exposición y vivía a 500 metros de esta parte del Muro en el que a los artistas permitían hacer algo. Aquella zona era sombría, terrible. Berlín Oriental estaba vacío, todos habían salido hacia el oeste y la gente abandonaba sus casas con sus muebles, tal y como estaban”, cuenta Vrúbel.
La restauración en 2009 de este grafiti de Vrúbel famoso en todo el mundo, pareció más bien una atracción callejera. “Durante tres días no puede comenzar a trabajar, y tardé un mes en finalizarlo. Cada día dibujaba apenas una letra. Llegaba, me sentaba, y de pronto venían corriendo 1.500 personas y periodistas. Repartía autógrafos, daba entrevistas… - Recuerda el artista. – Mi antiguo trabajo se había conservado únicamente en postales e imanes. Tenía que repetir una cosa que ya no existía, pero que estaba en las cabezas de todos los berlineses”.
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